martes, 20 de junio de 2006

Diccionario de nombres propios, de Amélie Nothomb

Robert des noms propres, 2002
Editorial: Anagrama
Colección: Panorama de Narrativas (PN 563)
Traducción: Sergi Pàmies
136 páginas
13,90 €

Argumento:

Plectrude, hija de una asesina suicida, se cría con la familia de su tía como una más, decidida a ser bailarina.

Comentario:

Nueva (y ya cansina) revisitación de Nothomb al mundo de la infancia.

La vida de Plectrude tiene mucho en común con la propia autora tal como se describe a sí misma en Metafísica de los Tubos (mimada aquí hasta el capricho por su madre-tía Clémence y por el aya Nishio-san en la otra, o las palabras con que decide comenzar a hablar) y El sabotaje amoroso (la amistad como devoción, en este caso compartida, con Rosalyne, tan similar en algunas situaciones a la que mantiene Amélie con Elena en la anterior)

Aunque hay otras similitudes, tanto con las citadas novelas autobiográficas como con el resto de su obra.

Una vez más, la autora recurre a sus temas recurrentes, como la comida y la anorexia, que en esta ocasión se “justifica” por la obsesión de Plectrude por ser bailarina clásica y las torturas a que es sometida por el profesorado para cambiarla, en unas páginas tan terroríficas y extremas que pierden credibilidad.

También incide en la fascinación infantil por la muerte y el suicidio, en a inquietante escena de en que Plectrude intenta un sacrificio ritual en que pretende morir enterrada bajo una capa de nieve, o las ocasiones en que intenta cruzar la calle para que su única amiga, Roselyne, la salve en el último instante tal como desea.

A señalar especialmente la personalidad de la madre sustituta, Clémence, dominadora de su marido Denis y sus hijas naturales Nicole y Béatrice, a quienes deja ser como son, que choca de forma espeluznante con la “educación” permisiva que da a Plcetrude, viviendo la vida que no tuvo en esta hija a quien ve brillante hasta en absurdos como los caprichos alimentarios, las malas notas escolares o la extrema delgadez (anorexia) que llega a ver como belleza cuando está a punto de conseguir un sueño que parece más de la madre que de ella.

El giro final (desvelado en parte por el texto de la contraportada), es tan absurdo, tan para sorprender buscando lo inesperado, que tienta a buscarle una razón de ser, cómo la identificación de autora y personaje o una nueva incursión, esta vez menos reconocida, en la autobiografía.

Por supuesto, puede ser simplemente lo que parece, una tontería.

Además, Nothomb permanece fiel a sus temas recurrentes y a ese tono surrealista, excéntrico y extremo que la caracteriza y que lo mismo puede apasionar en su repetición como provocar rechazo y hastío cuando se han leído varias de sus novelas, especialmente las citadas.

“Diccionario de nombres propios” satisfará más a quien no haya leído a Nothomb y, por tanto, no reconozca sus trucos y estilo característico. 


***T***

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