viernes, 11 de diciembre de 2009

El Símbolo Perdido, de Dan Brown


El símbolo perdido
The Lost Symbol
Dan Brown
Traducción de Claudia Conde, M.a José Díez y Aleix Montoto
Editorial Planeta
590 páginas

Argumento:

Langdon es invitado por su antiguo mentor a Washington para que dé una conferencia, pero a su llegada al lugar donde supuestamente iba a haber millones de personas ansiosas de contemplar al interesante profesor de la chaqueta de tweed y el reloj de Mickey Mouse, solo encuentra una mano cortada. Maldición, es la del mentor y tiene simbolines... Ya saben lo que sigue...

Comentario:

A diferencia de los dos libros anteriores que he leido del autor (El Código da Vinci y Ángeles y Demonios), este me ha dejado completamente fría. Los otros podían causar irritación o hilaridad (en el caso de Ángeles y Demonios esta era la sensación más evidente), pero El Símbolo Perdido, siendo más correcto en lo formal y conteniendo menos escenas ridículas (aunque las tiene), no logró provocarme ninguna emoción ni positiva ni negativa.

La trama es muy similar a la de los libros anteriores: Langdon se ve inmerso en una carrera contra el reloj a fin de resolver un conflicto inducido por el villano de turno, que lo pone a prueba. En este caso, la acción se desarrolla en Estados Unidos, en Washington, concretamente. No sé si será por eso, porque por primera vez habla de algo que conoce (su país) por lo que todo tiene un aire más verosímil, y hasta parece que el autor se involucra más en lo que cuenta, y se muestra más admirado y casi como transido del misticismo de los símbolos de la capital de su nación. Aunque son temas bastante explotados ya, Dan Brown sí logra interesarnos acerca de esos "símbolos" presentes en lugares emblemáticos de Washington, una ciudad levantada según principios casi mágicos, por masones, poniendo al mismo nivel las obras maestras de Europa y las pinturas, esculturas y diseños arquitectónicos diseñadas por los padres de la patria norteamericana, cuya misión, supuestamente, supera la mera política nacional y trasciende a la propia Humanidad.

La acción transcurre en un solo día, con lo que se pretende dotar de ritmo a la historia de una búsqueda, quizás demasiado mecánica, demasiado encajada en una estructura rígida y demasiado canónica para despertar interés más allá del desenlace. El libro se lee fácil, debido a esta estructura prefabricada, muy efectiva, donde se intercalan partes con los protagonistas (los buenos) y con el villano, cuyo origen es muy previsible, y cuyas motivaciones no me han terminado de convencer. Resulta demasiado irreal y grotesco (tiene todo el cuerpo, hasta la cara, cubierto de tatuajes que trata de disimular con  maquillaje...). Como en otras novelas de Dan Brown, algunos enigmas son algo tontos y no requiren de una "eminencia" como el profesor Langdon para ser resueltos. Por otra parte, este personaje sin personalidad está bastante más soso que en las otras entregas, al igual que los secundarios, muchos de los cuales solo sirven para poner en evidencia lo listo que es él y lo estúpidos e incultos que son ellos.

La novela se sostiene como entretenimiento superficial pero adictivo hasta el desenlace con el "malo", pero a partir de ahí entra en peligrosos terrenos de misticismo barato, de los que ya había dado aviso a lo largo de la narración. Por un lado, tenemos las descripciones de los delirantes experimentos de la doctora acompañante de Langdon, hermana de su mentor desaparecido, a los que se tilda de "científicos" y que no dejan de ser mera pseudociencia (pesar el alma, etc, etc). En el libro se llama a esto ciencia Noética. Parece difícil de creer que se destinen tantos fondos y un laboratorio tan sofisticado como el descrito en la novela para una ciencia tan poco asentada en la realidad. Por otro lado, tenemos todo un discurso pro masónico y pro religioso, que da grima y suena a New Age. Dan Brown, hay que reconocerlo, se muestra inteligente al utilizar a Langdon como contrapunto escéptico a toda la palabrería que le sueltan otros personajes, aunque una sospecha de su adhesión a tales preceptos. Lógicamente, cada uno puede creer lo que le apetezca, pero en el contexto de la aventura narrada queda algo chirriante tanto aleccionamiento místico, y desde luego, rompe el ritmo y cambia radicalmente el tono hacia la seriedad más absoluta, en el peor sentido del término ("todo esto es verdad").

A pesar de la "ciencia" noética, yo diría que en el resto de cosas está mejor documentado que en anteriores libros, e incluso, que mete mejor la documentación y la utiliza con más inteligencia. Tiene que ser difícil urdir una trama como esta con esos datos de un lado y de otro.

En cuanto a los personajes, son bastante planos. Langdon pasa por una experiencia extrema (la más extrema que puede vivir el ser humano) y, tras ella, está exactamente igual, no ha cambiado nada, ni le ha sugerido ningún pensamiento ni nada de nada, como si hubiera visto llover. No hay cambios psicológicos ni evolución. Por otro lado, su "memoria eidética" funciona cuando le interesa al autor y se queda a "medias" cuando no le interesa.

Así pues, el final se puede considerar algo insatisfactorio, y la valoración general de la novela baja mucho tras esas líneas.

La obra no aporta muchos elementos "polémicos", parece incluso un "quedar bien" con la Iglesia y las creencias espirituales, un no mojarse en nada, y aceptarlo todo, que realmente produce el efecto de haber leído algo insustancial y que será olvidado en cuestión de días u horas. Tampoco puede decirse que la trama o el argumento sean de lo más interesante del mundo. En realidad, son solo excusas para supuestamente "enganchar" al lector, y crear un tipo de novela en la que cuenta más la "adicción", el "no poder parar", el "a ver qué pasa ahora", una anti-novela donde se consideran como trascendentes creencias aptas para todo el mundo, a la carta, lugares comunes, y atisbos de filosofía de manual de autoayuda, barnizadas por un halo de cientificidad que pretende darles valor de "hecho real".

Se puede pasar perfectamente sin leer esta historia, pero quien la lea y no exija mucho, quizás se entretenga.

Lo mejor de la novela, sin duda, es el divertidísimo comentario que puede leerse en esta web: La Realidad Estupefaciente: El chirimbolo perdido
El autor, en una caricatura


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