sábado, 12 de diciembre de 2009

Ladrón de espadas, de León Asuero

Ladrón de Espadas
León Asuero
Aladena Editorial
403 páginas



Argumento:


O es un ladrón de guante blanco, especializado en espadas, que roba y luego devuelve, tras recibir el rescate. Su nuevo plan, tras el robo de la espada de un lugarteniente de Nelson, tiene como escenario la ciudad de Sevilla, donde contará con varios aliados, como la desnortada Rebeca o el africano David, y donde tendrá que vérselas con un siniestro ruso, un ingenuo inspector de Scotland Yard y una policía sevillana "bien plantá".


Comentario:

Tras "Las congregadas del Vaso", Miguel Angel León Asuero nos presenta una novela muy diferente, sobre todo en temática, aunque se aprecian algunas similitudes, como el tono costumbrista o local, el humor, las situaciones surrealistas.

Aunque resultaría difícil encuadrar la novela en un género concreto, podría decirse que se trata de un thriller con toques románticos, y sobre todo, reinvindicativos. El personaje principal, no solo roba espadas, sino que lo hace con la intención de criticar las guerras de todas las épocas y lugares. Al efecto, hay amplias digresiones acerca de las espadas, sus portadores y ciertas circunstancias en las que tuvieron protagonismo. Se observa una gran documentación en este aspecto, aunque algunas explicaciones históricas son algo largas y sobrecargan un poco.

También hay una trama de romance, un poco extraña, pues se inicia de un modo, digamos, unilateral: el protagonista pretende sacar del taedium vitae a una mujer que conoce en el psicólogo, involucrándola e la aventura. Personalmente, no me ha parecido muy realista esta situación, ya que ella acepta con demasiada facilidad el reto, y las diferentes propuestas del ladrón, quien, por otro lado, la está metiendo en un delito grave. De todas formas, resulta original, y también el desarrollo de tal "colaboración".

En el aspecto formal, es una obra menos arriesgada que "Las congregadas..."; posee una estructura más lineal, aunque coinciden en el narrador en primera persona (en este caso el protagonista). A mí modo de ver, hay algún fallo de perspectiva pues el narrador describe hechos que no pudo conocer, así que como pensamientos y sentimientos de personajes ajenos a los que tampoco pudo acceder, conversaciones entre dos personajes en un lugar donde él no estaba presente... Curiosamente, también en la anterior novela del autor veíamos esta característica que convierte a un narrador-personaje en primera persona en narrador omnisciente.

Esta es una novela mucho más "comercial", sin traicionar el estilo propio del autor, bastante marcado y reconocible. Hay varias escenas interesantes, como la descripción en travelling cinematográfico del inicio de uno de los robos; abundantísimas referencias a coplas populares, y citas de canciones, de Sinatra, los Beatles, etc; deformaciones jocosas de nombres extranjeros ("Cherlojolmes"), y otros recursos que acentúan un cierto aire a película de acción, a veces algo paródico.

Me ha parecido que está más cuidada la ortografía, aunque la prosa me ha resultado demasiado local en ocasiones, demasiado apoyada en frases hechas y chistes, lo cual quizás tenga su explicación en el tono humorístico ya mencionado, y en un estilo narrativo cercado a la oralidad.

Lo más interesante de la obra es la reinvindicación que salpica escenas originales, a veces entre lo delirante y lo surrealista, que se ve que no buscan la verosimilitud sino más bien la sonrisa y el llegar al lector, y también recordarle la naturaleza dañina y malvada de las guerras, pese a toda la literatura heroica que se vierte sobre ella, la épica, las medallas, la exaltación de los caídos en batalla. Hay una curiosa anécdota sobre un  momumento en memoria de las mascotas caídas en el frente y varias más sobre el capitán Cockburn, Nelson, Trafalgar, Fernando III el Santo, etc, unas más interesantes que otras. El mensaje es loable; es más, es loable que un autor, en los tiempos que corren, se "moje" con un mensaje en su novela, cuando lo que se lleva es todo lo contrario, la superficialidad, etc.

El humor está presente de principio a fin, y se trasluce hasta en los nombres un poco extravagantes, y a veces simbólicos, de los personajes (Rebeca Lumen, Aparecida Vargas, "O", etc). Hablando de estos, están bastante bien caracterizados, aunque en algunas ocasiones el autor incide demasiado en sus características y repite cómo son. No puedo olvidar mencionar, a este respecto, que me parece que el narrador se define demasiadadas veces como "descarado", así literalmente, cuando deberíamos ser nosotros quienes lo juzgáramos. Dejando aparte esto, casi todos rozan la extravagancia, en el sentido novelesco del término, empezando por el narrador-protagonista "O", una especie de Robin Hood andaluz con inquietudes sociales (ONGs), su amigo, un africano inmigrante con un pasado regio, literalmente, la policía Aparecida Vargas, una de las más logradas y atractivas... Nadie podrá achacarle a M.A. León falta de originalidad a la hora de crear personajes, pues rompe tópicos y lugares comunes de la novela de género. Originalidad y compromiso podrían ser las dos palabras que resumieran esta novela de un modo más ajustado.

Lo que menos me ha gustado, aparte de lo ya comentado de la prosa, ha sido alguna incongruencia en el comportamiento del personaje ruso (que se pone en contacto con la policía para hablarles del ladrón pero luego no les dice nada, etc), alguna vacilación formal en la forma de narrar, con excesivamente largas digresiones; casualidades demasiado casuales (Goofy)...

Y lo que más, la ingeniosa resolución del desenlace, con mucha acción además, y el deseo del autor de desmarcarse de los caminos trillados y estereotipados, de ser fiel a sí mismo y a su filosofía; la coherencia del mundo reinventado y el mensaje.
Algunos fragmentos de la obra:

"Aparecida Vargas era un espécimen femenino digno del más detenido estudio. Una mujer bien plantá, y bien dotá, potentona, casi camionera, rubia de bote, cintura inquieta, marca de la varicela en el puente de una nariz mejor puesta que la aceituna de un martine, cicatriz escarificada de una vacuna en el brazo inquierdo, pendientes de coral, y de coral también los labios. Si Julio Romero de Torres la hubiera conocido, habría cambiado de registro para sus insinuantes modelos, igual que los maestros Quintero, León y Quiroga le habrían escrito la copla de las coplas si la hubieran tenido ante sí. Aparecida era eso, una aparición de mujer. Y no es que fuera excesivamente guapa, ni tenía una figura esbelta, ni nada de eso. Estaba "güenorra". Y lo sabía. Y lo aprovechaba. Era Carmen "La Cigarrera" con tanga, era la Chiquita  Piconera teñida de rubio y con tatuaje en el omóplato, era lo que no hay en los escritos."

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