Editorial: Espasa, 2017
Colección: Espasa narrativa
336 páginas
19.90 €
9.99 €
Argumento:
Kike, un niño de cuatro años, desaparece de un centro
comercial en el que estaba con su madre, lo que revive un hecho similar
sucedido años atrás. La inspectora jefa Ana Arén y la periodista Inés Grau
investigan el caso.
Comentario:
Cuando se lee una primera novela, como es «No soy un
monstruo», cabe esperar que la
inexperiencia propicie errores de todo tipo y de diferente importancia. En el
presente caso varios de ellos son formales, como la repetición de información
ya aportada (la descripción de la comisaría en la que trabaja Ana, incluida una sala en la que interrogan a los
sospechosos, que, además, pasa de ser la tres a la dos de una mención a la
siguiente. O la descripción del programa NeuroQWERTY, importante en la
resolución del misterio, cuyas características se reiteran en un par de
ocasiones).
También puede resultar difícil decidir cuánta información
«biográfica» de los personajes incluir (La vida de Laura no es relevante para
la historia y en el retrato de Ana es pertinente lo que sucedió cuando ella estaba
en la academia de policía y no lo es la historia familiar más lejana, incluyendo
a su antepasada Paulina, homenaje de la autora a su tía fallecida, del mismo
nombre) o en qué momento contar ciertos detalles (la primera escena en la
comisaría es un batiburrillo confuso de datos, alguno de los cuales quizá sería
oportuno posponer hasta el momento en que se necesiten, como la mencionada sala
de interrogatorios).
Aunque hay varios puntos de vista, de mayor (Inés, Ana) a
menor (Laura, Joan, Nori, Sam, Patricia, Jesús, RICHI) importancia, son la
periodista y la policía quienes llevan el peso de la historia, una en una
primera persona bien llevada, quizá, en parte, por su carácter mayoritariamente
emocional, y la otra en una tercera más convencional, que se aprovechan para
tratar temas que van más allá del misterio.
Entre estos destacan el morbo que pueden generar las
desgracias ajenas (la nota final es buena muestra) o el mundo del periodismo y
la literatura (Inés) al funcionamiento del entramado policial (Ana). Se incide además
en la maternidad (con sus miedos y responsabilidades) y la pérdida (emotiva la
declaración de Lucía que presencia Inés al comienzo de la novela), tramas que,
si bien enriquecen la historia, y la dotan de profundidad, en ocasiones desvían
la atención de la estrictamente policíaca.
«Los adictos la miraban embobados. Enganchados a esa historia como yonquis a la heroína. Cerraban los ojos por pudor, pero también para disfrutar más, concentrándose solo en el fluir de la droga por sus venas. Yo también, la verdad. Quizá por eso las reuniones de ese tipo tenían siempre tantos asistentes, porque las personas necesitábamos cada día nuestro chute de desgracias ajenas. Somos adictos al dolor de los demás. ¿Era yo también así? ¿Me hacía falta el dolor ajeno para sentirme bien? ¿O quizá para trabajar?»
Que Inés, pueda ser considerada, de alguna manera, como alter
ego de la autora (ambas son periodistas, han escrito una novela, son madres…) suma
interés a la parte metaliteraria de «No soy un monstruo», que incluye reflexiones
sobre el mundillo literario:
«Como a toda persona medio famosa, hacía años que las editoriales me perseguían. Escribe, escribe, escribe. Te damos el argumento, me decían algunas. Te damos las ideas que quieras, me decían otras. Te ponemos a un escritor que te ayude, me propusieron también. Yo sabía —para qué nos vamos a engañar— que no me perseguían solo porque supiera contar muy bien las historias, sino porque querían aprovechar la fama que me daba la tele. Para vender más libros, claro. El mercado literario está así de jodido y si eres famoso, vendes más. Da igual lo que hayas escrito.»
La autora ha declarado
en varios medios que lo primero que escribió de la novela fue el final, basado,
como el inicio, en noticias que ella misma había contado en el informativo, y
se nota. La estructura de la historia es impecable, los giros en la
investigación, la mayoría sorprendentes e inesperados, están justificados de
forma creíble, los momentos en que se pospone una revelación no se alargan en
exceso, y todo fluye hacia una conclusión narrada de forma progresiva, permitiendo aceptar poco a poco la realidad, que impulsa a releer ciertos pasajes
para comprobar si se habían dado pistas de lo que iba a suceder. Y si, a veces son
muy sutiles, pero ahí están.
En resumen, «No soy un monstruo» cuenta una historia de misterio de las que «obligan»
a seguir leyendo para conocer lo que pasa (sobre todo en el último tercio), y la dota de profundidad con la inclusión de
otras tramas, como la metaliteraria y la crítica social. Y además está bien
escrita.
«No soy un monstruo» es la obra ganadora del Premio Primavera
de Novela 2017.
***T***
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