Editorial: Lumen
Traducción: Miguel Temprano García
298 páginas
20,90 €
Traducción: Miguel Temprano García
298 páginas
20,90 €
Argumento:
Victor Stanworth aparece muerto en la biblioteca de su casa. Uno de sus invitados, Roger Sheringham, sospecha que el aparente suicidio puede ser un asesinato y comienza a investigar.
Comentario:
Lo primero que llama la atención es la carta del autor al comienzo de la novela, según la cual: "... he intentado que el caballero encargado de resolver el misterio se comporte en lo posible como sería de esperar que lo hiciera en la vida real. Es decir, que no parezca una esfinge y que cometa uno o dos errores de vez en cuando. Nunca he creído demasiado en esos individuos de ojos de halcón y labios apretados que prosiguen su avance silencioso e inexorable hasta la solución del misterio, sin tropezar ni una sola vez ni seguir una pista equivocada; y no veo por qué en un relato detectivesco no se va a poder crear un ambiente natural, igual que en cualquier otra obra de ficción".
O: "Igual me gustaría hacerte notar que he mostrado sin más todas las pruebas a medida que van descubriéndose, a fin de que el lector disponga de los mismos datos que el detective. Me parece la única manera correcta de hacerlo. Ocultar hasta el último capítulo una prueba vital (que, dicho sea de paso, normalmente sirve para que la solución parezca de lo más simple), y sorprender al lector haciendo que el detective arreste al culpable antes de dejarle vislumbrar siquiera las pruebas en que se basa para hacerlo no es, en mi opinión, jugar limpio".
Esta especie de declaración de intenciones (cumplida) mediante la que el autor pretende establecer un juego con sus lectores puede suponer un interesante desafío a quien le guste "competir" con el protagonista de una historia de misterio para adelantársele en la resolución del caso. En la novela, se sigue casi en todo instante a Roger Sheringham (excepto un par de escenas protagonizadas por Alec) con la "complicidad" de un narrador que relata con un desparpajo en ocasiones demasiado coloquial tanto algunas características de su personalidad como las conclusiones a las que llega mediante la observación e interpretación de hechos y situaciones tras decidir, en apariencia con poco más que su deseo de desentrañar un misterio, que lo que parece un suicidio con nota incluida es un asesinato.
La presencia constante de Roger y su amigo Alexander (Alec) Grierson, se erige en un arma de doble filo. Mientras la parte dedicada a la acumulación de evidencias, su interpretación a veces errónea y las especulaciones del protagonista, cuestionadas por su Watson particular (en ocasiones se llaman mutuamente como los personajes de Conan Doyle y establecen la relación tradicional detective inteligente/ayudante obtuso), sigue las clásicas convenciones de la novela detectivesca, se descuidan otros aspectos. Entre ellos crear alguna trama paralela a la resolución de un caso que ni siquiera está claro que exista, como la interacción con el resto de los personajes, en su mayoría comparsas al servicio de Sheringham y su aleatoria elección de sospechosos, pendientes de ser interrogados y sin vida ni escenas propias (en varios casos ni se concreta lo que ocultan).
Ni siquiera Roger y Alec se desarrollan mucho más allá de lo necesario para establecer la dinámica Holmes/Watson que hace avanzar la investigación. El romance de Grierson con Barbara Shannon (una de las invitadas que, pese a la importancia de su cometido, pronto desaparece de escena) o las comparaciones ligeramente metaliterarias de Sheringham entre los detectives literarios y los reales ocupan una parte mínima de la historia que quizá hubiera merecido ser ampliada.
Quizá lo más interesante ocurre en el último capítulo, con el caso cerrado como suicidio y Roger a solas con el asesino confeso, el protagonista se erija en jurado y juez de lo sucedido, tomando una decisión con tintes morales que no le corresponde, cuestionada levemente por un culpable reticente a aceptar la solución propuesta.
En resumen, en "El misterio de Layton Court" su autor cumple con lo que "promete", presentando una historia al estilo de sus contemporáneas (los años 30 del siglo XX, con Agatha Christie y Dorothy L. Sayers como exponentes destacadas) en la que realmente cuenta todo lo que ve y piensa su protagonista, Roger Sheringham, con las consecuencias que esto conlleva (es difícil que alguien con amplias lecturas del género no deduzca casi desde el comienzo la identidad de un asesino obvio en quien el protagonista no piensa hasta el final), consiguiendo una primera novela un tanto sencilla, sin muchas complicaciones, de lectura ágil y entretenida.
Nota:
Como es cada vez más habitual, en la novela hay alguna errata y frases "confusas", como una de la página 21: "Una segunda notita encantadora había seguido la estela de la segunda"... (Es de suponer que sigue la estela de la primera...)
*** Thersuva ***
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