Varios miembros de una familia acuden al pantano que anegó su pueblo para arrojar en él las cenizas del abuelo. Y no pasa nada más.
Comentario:
De un tiempo a esta parte, autores de cierto prestigo en el pasado están sacando libros que no están a la altura de lo esperable. No hace mucho comenté la última obra de Luis Landero, que solía ser bueno. O la de Vargas Llosa, quien también tuvo mejores épocas. Ahora le toca el turno a Llamazares, aunque este autor no lo había leido antes y, por lo tanto, solo puedo comparar su obra con la fama que le precede.
En un principio, el tema y la estructura planteados me resultaban atractivos. Una anécdota, como el funeral de un hombre mayor, reune a toda su familia en el pueblo de origen, cubierto por las aguas de un pantano, y a raíz de ella cada uno cuenta su versión de los hechos, o su perspectiva (las diferentes formas de "mirar el agua"). Pero ya nada más empezar, observamos que la prosa es demasiado sencilla, casi lindante con la no ficción o el estilo periodístico.
Aunque eso no es en sí un defecto, no tardamos en percatarnos de que el contenido tampoco es para tirar cohetes, pues se limita a la repetición de lugares comunes (el desarraigo de la gente trasladada a otro pueblo, el cambio de un modo de vida rural por otro urbano, la idealización de ese mundo rural supuestamente idílico...). Es decir, ideas comunes tratadas de forma común sin ningún tipo de destello genial o elemento brillante y distinto.
Las diferentes voces narrativas, dieciséis creo, no aportan nada. Todas repiten lo mismo, todas hablan igual (con un exceso de exclamaciones, recurso facilón y típico de los estilos pobres), tanto si son jóvenes como viejos como pueblerinos como urbanitas. Si no pusiera el nombre de quien habla al inicio parecería un monólogo repetido en forma de bucle. En este caso, el multiperspectivismo no sirve para sorprendernos con informaciones nuevas que ayuden a construir una visión más compleja de la personalidad del difunto. Más bien al contrario, cada voz refuerza a la anterior en un tópico y endeble retrato idealizado de ese hombre.
Intuyo además, que se trata de temas y asuntos ya tratados por el autor y muy relacionados con su propia biografía (los lugares que se citan están próximos a su pueblo de origen), que es como decir que se repite con el mismo soniquete nostálgico y elegiático, en lugar de innovar o buscar nuevos caminos.
Podría haber sido interesante un retrato de múltiples facetas, luminosas y oscuras de un personaje que fallece, pero no es el caso. A la pobreza en lo formal se une el vacío en el fondo. Lo mejor que se puede decir de esta obra es que es muy breve.
En resumen, una obra prescindible. Lo mejor, el título y las pocas páginas que tiene.
Yo sí que he leído a Llamazares, en concreto tres libros que recomiendo a cualquier persona que disfrute con la buena literatura: Luna de lobos, La lluvia amarilla y Las lágrimas de San Lorenzo. Respecto a éste, comparto por completo la opinión que nos das.
ResponderEliminarSaludos
Me lo estoy acabando. No había leído nada de Llamazares pero me parece que es un libro que aunque pelin lento no esta mal. Me quedo por tu blog, un beso.
ResponderEliminarHe llegado hasta aquí buscando reseñas sobre el libro. Lo estoy leyendo y opino lo mismo que tú. Esta vez Llamazares no me está convenciendo en absoluto. Después de Las lágrimas de San Lorenzo, por ejemplo, este libro no me aporta mucho.
ResponderEliminarUn saludo
Pues estoy plenamente de acuerdo con la crítica que haces de este libro, que me he leído a trancas y barrancas, decepcionado con un Julio Llamazares que destacó hace años con Luna de Lobos y La lluvia amarilla, y que ya me decepcionó con El cielo de Madrid (creo que era este el título). Ahora vuelve a decepcionarme y creo que no lo hará más, no le daré oportunidad. No expongo mi opinión, porque creo que la tuya la recoge bastante bien. Un saludo
ResponderEliminarSeguiré insistiendo con Llamazares a pesar de que este libro me ha decepcionado más de la cuenta. Historia y personajes empiezan y terminan en unas pocas frases hechas, sin hondura ni perfiles ni matices que nos vayan algo más allá de los tópicos del desarraigo. El manejo del lenguaje tampoco es como para tirar cohetes, o será que no he sabido apreciar la poética del autor. Además, el tema lleva inevitablemente a Delibes, y la lectura te hace notar, por contraste, la falta de la ternura, la humanidad, la riqueza y la ironía con que lo hubiera podido escribir el gran don Miguel.
ResponderEliminarLlamazares tiene varios relatos muy buenos pero quiero hablar de uno poco conocido y valorado Se llama "Nocturnidad" y es muy divertido e inteligente, con una muy acertada y acida critica de muchas de las bobadas de lo politicamente correcto
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