Sam llega al Yukón para hacerse cargo
de la explotación minera de la familia. Allí se reencuentra con Allan, de quien
lleva años enamorada.
En una novela como «La joya del Yukón» es inevitable
mencionar las diferencias entre lo formal y el contenido como novela romántica,
puesto que lo primero condiciona lo segundo y afecta al resultado de manera
negativa.
Sería largo y difícil enumerar cada error: hay pasajes en los
que abundan los adverbios acabados en «-mente», otros llenos de gerundios, en
ocasiones faltan palabras, están mal escritas (todos los «sino» que aparecen deberían
ser «si no») o no significan lo que cree la autora, abusa de alguna frase hecha
(ojos abiertos como platos, en una ocasión casi de un párrafo a otro), distribución
incorrecta de las comas, desconocimiento de cómo redactar los diálogos, con la
consiguiente confusión acerca de quién habla en varias ocasiones, y un largo
etcétera de errores que una revisión concienzuda y unos conocimientos básicos
(ortografía, gramática...) lograrían disminuir notablemente.
Sin embargo, como novela romántica las cosas cambian, y la
autora da a sus lectoras en contenido que esperan: romance, equívocos, discusiones,
reconciliación, diálogos ingeniosos, personajes distinguibles y todo lo que se
pueda esperar en una historia del género al que pertenece, y lo hace dándole su
propia personalidad sin llegar a salirse de las normas establecidas.
Sam (Samantha) Wilcox es una protagonista poco convencional:
ingeniera de minas, segura de sí misma, valiente e independiente, no deja que
él (Allan Rutherford) interfiera en su trabajo, toma sus propias decisiones, se
gana sin esfuerzo la admiración de todo el pueblo y es capaz de enfrentarse
tanto a las dificultades en el trabajo como a otros peligros, llegando a salvar
la vida a un Allan que se muestra encantado con su personalidad y la admira.
En «La joya del Yukón» destacan los diálogos entre Sam y
Allan, ingeniosos y divertidos, aunque también los de ella con Big, con quien
mantiene una relación paterno filial poco convencional (destacar la
conversación sobre Allan en el hospital, con él presente, que «escandaliza» al
galán). Los personajes secundarios (George y Melvin, empleados de toda la vida,
o Gilli, la camarera del bar Peter's) cumplen su cometido de colaborar al
avance de la historia.
Si bien hay subtramas que no se aprovechan tanto como sería
posible (que todos creyeran que era un chico y de repente se enteren que es una
mujer o la facilidad con la que gana la apuesta) y situaciones que se solucionan
con demasiada facilidad (Marc y Lara) también
hay que señalar la credibilidad de lo relacionado con la
explotación minera (imposible saber hasta qué punto se equivoca, o no), y la
utilidad que tiene para hacer avanzar la narración, la simpatía de los
personajes y la facilidad con la que se avanza en la lectura pese a las
mencionadas dificultades formales.
En conclusión: es lamentable que una obra con potencial
se vea perjudicada por el aspecto formal y, en menor medida, por la elección de
una cubierta poco atractiva (aunque con un estilo reconocible), y que la
autora, éxito de ventas en Amazon, no intente dar un mejor acabado a sus
historias (esta parece un borrador sin revisar) en lugar de publicarlas tan seguidas.
Citas de «la joya del Yukón»:
«¿Allan la veía como había dicho esa chica? Daba igual,
tampoco podía hacer nada al respecto. Esa era la vida que le gustaba y no la
iba a cambiar por gustarle más a Allan Rutherford.»
—Cosas de hombres—
dijo su padre sorprendiéndola. Nunca le había dicho que algo era cosas de
hombres.
— ¿Cómo que cosas de
hombres?— se sentó de golpe mirando a su padre enfadada— No me vengas tú con
ese rollo, papá. ¡No te lo consiento!
Su padre se sonrojó
ligeramente— Hija, ha sido un lapsus.
— ¡Lapsus y una leche!
¡Soy tan hombre como podéis serlo vosotros! Más incluso.
Todos asintieron como
si estuviera chiflada y ella se enfadó más— ¡No me vengas a mí con esas
palabras machistas, porque creo que he demostrado todo lo que soy capaz de
hacer!
Después de hablar
durante varios minutos sobre la igualdad de los hombres y las mujeres les miró
señalándolos con el dedo –Así ¿qué es eso de lo que hablabais, de lo que
ya no me acuerdo pero da igual?
Allan se echó a reír y
la cogió por la nuca antes de besarla con fuerza. Cuando se separó de ella, Sam
se puso como un tomate— Mi padre está ahí— susurró mirándolo a los ojos.
—Me da permiso ¿verdad
Big?
¿Qué te ha parecido la reseña? ¿Te apetece leer
este libro? ¿Ya lo has leído? (Los comentarios están moderados con lo cual
tardan un poco en salir. Gracias por tu opinión)
Interesante! Conocí a la autora en el evento de Amazon y, desde luego, es un fenómeno de ventas. Lo añado a la lista!
ResponderEliminarHola, Isabel:
EliminarA mi lo de Sophie Saint Rose me parece fascinante, y no solo por su capacidad de producir una obra cada dos semanas, también por la cantidad de personas que están esperando impacientes la siguiente entrega.
Como digo en la reseña, me parece una autora con potencial, incluso con personalidad propia, que si dedicase más tiempo a revisar sus novelas mejoraría mucho. Aunque quizá si le va bien así ni se lo plantee.
En cualquier caso, no descarto leer más adelante otras novelas suyas.
Saludos.