T.O.: Let’s Kill Uncle, 1963
Editorial: Impedimenta, 2014
Traducción:
Raquel Vicedo
316 páginas
22 €
Argumento:
Barnaby
Gaunt, un niño de diez años, cree que Tío quiere asesinarle para quedarse con
su dinero. Con la ayuda de su amiga Christie MacNab, a quien ofrece como
recompensa un millón de dólares de su herencia, planea adelantarse y asesinarle
él antes.
Comentario:
Matemos al
Tío es una de
esas novelas con tantas facetas que es posible pasar alguna por alto. Tras la
apariencia de una lectura casi infantil, entre la aventura, el misterio y lo
gótico, hay una historia con mucho subtexto, que profundiza más allá de lo
aparente en situaciones que van desde las más obvias, como es la posibilidad de
que el Tío del título sea un asesino, a otras más sutiles, entre las que se
encuentra la reflexión sobre la supuesta inocencia de la infancia, las
consecuencias de la guerra en una pequeña comunidad (en la Isla no hay otros
niños que los protagonistas ya que todos los jóvenes, excepto Albert,
fallecieron) o el amor incondicional (tanto el que siente el sargento Coulter
por la señora Rice-Hope como el de los niños hacia él).
La
capacidad de la autora para crear una atmósfera que solo es idílica en la
superficie (las abundantes comidas que cocina la señora Nielsen para los niños,
la belleza de un paisaje exuberante que sirve como escenario de travesuras
infantiles) es uno de los principales alicientes de este juego de apariencias,
en el que hechos, personas y escenarios que parecen inocentes se convierten en
amenazas potenciales cuando los niños deciden acabar con Tío: las armas que
guarda en su casa Lady Syddyns, la medicación de la señora Brooks o la apatía
de un aterrorizado Una Oreja contribuyen a crear expectativa, a sospechar,
incluso temer, el desarrollo de los acontecimientos.
Así, entre
excursiones por la Isla, calor y comilonas, la autora da a conocer a unos personajes
con matices y personalidad entre los que destacan tanto Christie como Barnaby o
Tío, pero también los Brooks y su negativa a aceptar la pérdida de su hijo
Dickie años atrás, el atormentado Una Oreja, que teme comportarse como el puma
que es o el sumiso agradecimiento de Pobre Desmond, aunque el más complejo es
el sargento de la Real Policía Montada del Canadá, Albert Coulter (su vida
solitaria, una casa llena de libros y música anticuados, las cartas que
escribe a la señora Rice-Hope y destruye sin entregar, la relación epistolar
con el decepcionante señor Hobbs, el ser el único hombre superviviente de su
generación…), que empieza odiando a los niños y va evolucionando hasta
encariñarse con ellos.
Que apenas
mediada la novela se sepa con certeza si Tío es, o no, el monstruo que describe
Barnaby no disminuye el interés por lo que harán los protagonistas, sino que
intensifica la reflexión sobre el bien y el mal, sobre la moralidad de ciertos
actos que quieren llevar a cabo Barnaby y Christie (en especial los
relacionados con Pobre Desmond) o la intencionalidad de lo que parecen
travesuras (la destrucción de los paneles del invernadero de Lady Syddyns,
pintar lunares azules al Duque de Hierro, el toro de concurso del señor Duncan,
o lo ocurrido a Fletcher, el pájaro de la señorita Proudfoot), creando una
sensación de inseguridad y duda en torno a las motivaciones de los
protagonistas.
Y es que
quizá lo más interesante de Matemos
al tío está en la ambigüedad,
las apariencias, en la dificultad para confiar por completo en la ingenuidad de
Christie y Barnaby, en ese ambiente tan logrado que casi obliga a sospechar de
todo y de todos o en ciertas situaciones casi surrealistas narradas con humor
negro. Y también en esa frase final que podría dar lugar a otra historia,
desarrollada en la imaginación de quien la lee, acerca de cómo llegará a
suceder lo que anuncia.
Destacar la
ilustración de la cubierta, en la que aparecen Barnaby, Christie y Una Oreja,
original de Edward Gorey para la primera edición de la novela.
Observación: en la nota al pie nº3, en la página 157, hay
una errata, la palabra «dese» en lugar de desde. También hay un par de
ocasiones en las falta el guión de diálogo.
Citas:
Capítulo 9, página 104:
«―Siempre intentas que las cosas parezcan peor de lo que son.
¿Quién era Rodney y por qué lo mató tu tío?
―Escúchame ―dijo Barnaby de todo corazón―.Soy malo. ¿Y sabes
por qué? Por culpa de él. Te voy a contar una cosa que nadie creería jamás.
―¿Qué?
Se inclinó hacia ella.
―Me pega.
―Vaya, no me digas –se burló Christie―. A muchos niños
les dan azotes. Mi madre me da bien fuerte si no me porto bien.
―¡No lo entiendes! ¡Solo me azota si me porto bien! Si
soy malo me hace regalos. Está loco y nadie lo sabe excepto yo. Es la verdad,
Christie, solo me pega si soy bueno.
Hizo una pausa y añadió con tristeza:
―No me pega muy a menudo.»
***
Capítulo 9,
página 106:
«―¿Qué voy a hacer, Christie? ¿Qué voy a hacer? Tengo tanto
miedo…
Christie se quedó pensativa, entornó los ojos y apretó los
labios en una fina línea.
―Bueno –dijo finalmente―, para empezar, deja de
comportarte como un bebé. Si es tan malo como dices, y que conste, Barnaby
Gaunt, que no estoy diciendo que me crea todo lo que dices porque siempre lo
exageras todo, pero si es tan malo, solo nos queda una opción.
―¿Y cuál es? ¿Qué vamos a hacer, Christie? ¡Haré lo que sea!
―Tendremos que asesinarlo a él primero –dijo Christie.»
***T***
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