El canibalismo como sistema cultural
Divine Hunger, Cannibalism as a Cultural System
Peggy Reeves Sanday
Editorial Lerna
Traductor: Gaspar Ibáñez Monje
347 páginas
Divine Hunger, Cannibalism as a Cultural System
Peggy Reeves Sanday
Editorial Lerna
Traductor: Gaspar Ibáñez Monje
347 páginas
Argumento:
Un análisis antropológico sobre el sentido de los rituales de canibalismo y sus simbolismos y valores morales.
Comentario:
El libro que nos ocupa no es una obra de divulgación ni tiene el menor ánimo didáctico, pues se trata de una obra científica de alto nivel, no asequible a todo tipo de lectores.
La autora analiza a través de diversos pueblos y sociedades del mundo la práctica del canibalismo y la relación de esta con sus sistemas culturales, como el propio título indica. Así pues hace un repaso de dichas prácticas desde el canibalismo mortuorio de los Hua o los Gimi, hasta los elaborados rituales del sacrificio humano azteca, pasando por las curiosas torturas de los Iroqueses.
En la introducción se establecen las tres hipótesis principales para el abordamiento de la cuestión caníbal, que serían la hipótesis psícogena (que la explica como una forma de satisfacer necesidades psicosexuales), la hipótesis materialista (como adaptación al hambre y a la falta de proteínas concomitante), y finalmente una vía que llama hermenéutica donde el canibalismo es considerado como parte de la lógica cultural de la vida, la muerte y la reproducción humana.
Ante la variedad de posturas, la autora niega que se pueda tratar la cuestión caníbal desde una óptica unitaria y defiende que varía tanto en el contenido cultural como en su significado. Es decir, que va más allá del mero hecho de comerse a una persona, ya que, según ella, está demostrado que si bien en períodos de hambre se ha dado canibalismo, también los ha habido sin tales prácticas. El hambre no implica el canibalismo, que fuera de los sistemas de creencias y regulaciones rituales de estos pueblos es considerado una práctica repugnante y antisocial (lo de comer gente por hambre, digo).
En cuanto a los tipos de sociedades analizadas las divide en tres categorías: las que realizan un canibalismo ritual, las que tienen canibalismo institucionalizado y aquellas donde se da el miedo al canibalismo (representado por hechiceros y brujas caníbales).
Por la procedencia de las víctimas se habla de exocanibalismo (más frecuente) y endocanibalismo.
En el primer caso (comerse a gente ajena al grupo, enemigos, etc), se trataría de una forma de asimilar la fuerza del enemigo, mientras que en el segundo caso, hablamos de una manera de transmitir ciertos valores a las siguientes generaciones a través de la ingestión de los muertos.
La autora nos explica a continuación la hipótesis psicógena de Sagan, que defiende el canibalismo como una forma elemental de agresión institucionalizada, según las teorías de Freud (frustración-agresión). Así pues, el canibalismo representaría la fase primitiva del desarrollo social, donde comerse al enemigo demostraría la agresión, y al pariente, la frustración provocada por su muerte.
En relación con esto, Sagan cree ver una relación entre la prolongación de la crianza en estas sociedades y la dependencia infantil a la madre, que los haría más propensos a la frustración y la agresión oral. De este modo, el varón adulto de autoafirmaría su virilidad e independencia por medio de la agresión caníbal.
En cuanto a la hipótesis materialista, cita las ideas de Harner y Marvin Harris sobre el mundo azteca que achacan las más de 250.000 personas sacrificadas anualmente en México en esa época a la falta de proteínas. Avala su afirmación con los testimonios de algunos conquistadores y clérigos españoles que relataban que también se compraban y vendían personas (niños) para consumir aparte de los rituales. Harner asegura que los aztecas recluían a los prisioneros en jaulas y los cebaban.
Como respuesta a esta visión materialista, el culturalismo de Sahlins les reprocha que ignoren en contenido cultural del sacrificio, que era, en el mundo azteca, un sacramento que permitía la comunicación y comunión con los dioses, y poseía un carácter sagrado. El sacrificio pues, era una necesidad sociocultural, mezclada íntimamente en las relaciones sociales, políticas y económicas de este pueblo.
Tras exponer estas cuestiones introductorias, la autora dedica los siguientes capítulos a entrar en más detalles sobre algunos de los casos de canibalismo anteriormente mencionados.
Empieza con el canibalismo mortuorio de los Hua y los Gimi. Para los Hua se consigue la cohesión social a través de esta práctica. Su religión centrada en el cuerpo reconoce la existencia de una fueraz vital llamada NU que se puede perder o incrementar. Cuando fallece un pariente se le consume para evitar que su NU se pierda, y de este modo pase a la comunidad.
Los Gimi por su parte, utilizan a los cerdos como sustitutorios del sacrificio de personas, y celebran rituales femeninos orgíasticos, relacionados con su creencia en el poder destructor de lo femenino.
Más inquietante resulta el capítulo dedicado a los Iroqueses, donde se nos narra su tortura ritualizada, en la que se tomaba un prisionero que era adoptado por la familia que había perdido a un guerrero, para ser luego torturado, tras una fiesta de despedida. Durante estas torturas, detalladas por los testigos jesuítas que las contemplaron, se les hacía de todo, hasta quemarlos, y cuando perdían el conocimiento se les reanimaba para poder seguir con la práctica, hasta que era finalmente devorado.
Los dos últimos casos tratados en extenso, serían el de las islas Fidji, donde estaría vinculado con el tabú del incesto, según su mito fundador. El canibalismo generaría el orden social a partir del caos y al tiempo resolvería la tensión edípica en las sucesivas generaciones; y el caso azteca, donde el sacrificio humano era una manera de mantener en funcionamiento el universo y comunicar con los dioses.
En resumen, un libro muy arduo de leer, con un lenguaje bastante técnico, pero que puede interesar a los aficionados a la antropología cultural.
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