Salambó
Salammbô
Gustave Flaubert
Edición en ebook
Sinopsis
Los
mercenarios contratados por Cartago se rebelan contra la ciudad y
exigen su pago. Al no ser satisfecho, estalla la guerra. El galo Matho
roba el velo de la Diosa de los cartagineses, objeto de gran valor
simbólico, y se convierte en el lider de los mercenario. Ante el acoso
de la ciudad y el robo sacrílego, se hace llamar a Amílcar Barca, quien
enseguida toma las riendas de la guerra. Sin embargo, no es suficiente, y
tendrá que ser su hija, la mística Salambó, de la cual se ha prendado
Matho, la que sea enviada a recuperar el velo...
Comentario
Tras
leer "La educación sentimental, "Madame Bovary" y "La tentación de San
Antonio", me quedaba la asignatura pendiente de "Salambó", la ambiciosa
novela histórica escrita por Flaubert, y que supone un cierto cambio
temático con respecto a sus otras novelas. Según he leído, la obra fue
un éxito de público cuando se publicó, pero no de crítica, pues algunos
le echaban en cara falta de rigor (que luego no se probó ) o el hecho de
regodearse en lo más cruel del ser humano (la pretensión del autor no
era la reconstrucción histórica, sino aplicar a esta el estilo de la
novela psicológica moderna).
Salambó
podría catalogarse, a primera vista, como novela histórica, pues
reconstruye un hecho real, la llamada Guerra de los Mercenarios,
acontecida en el siglo III a.C, y que involucró a la ciudad de Cartago.
La ambientación parece buena (desconozco la época y sus
características). Al parecer, Flaubert trabajó mucho en la búsqueda de
documentación para esta obra sobre una época de la que hay pocas
fuentes. Las descripciones son sumamente detalladas, tanto en lo que
concierne a ropajes, calles, ciudades, batallas, ropa militar, como a
rituales y costumbres. Ciertamente, se trata de una obra muy descriptiva
y visual, tanto que mientras la lees se te representa una
superproducción hollywoodense de las más caras. Los diálogos, por su
parte, no son muy abundantes, aunque definen con precisión a los
personajes, a los que se ve como auténticos habitantes de ese pasado, y
no como sucede en muchas novelas históricas modernas donde se les
"actualiza" en su forma de pensar y actuar.
La
obra, por consiguiente, está llena de violencia, de crímenes, sangre,
de largas y detalladas batallas, plenas de espectacularidad, de
torturas, crucifixiones, sacrificios humanos, etc... vamos, que recoge
muy bien el espíritu de la época y de los guerreros. Cuando creíamos que
Flaubert había llegado a lo más brutal, nos deja para el final otra
oleada de crucifixiones y un siniestro episodio de canibalismo.
“Entonces,
los garamantes empezaron lentamente a rondar a los muertos. Eran seres
acostumbrados a la soledad y que no respetaban a dios alguno. Al fin, el
más viejo de la banda hizo una señal, y echándose sobre los cadáveres,
con sus cuchillos, cortaron trozos; luego, sentados en cuclillas,
comían.”
Contraponiéndose
a esta parte tan violenta, tenemos a Salambó, el único personaje
femenino, hija de Amílcar, donde el autor simboliza valores más místicos
y espirituales, casi arrebatados o extáticos. Salambó ansía unirse con
la diosa, elevarse, tiene grandes miras, desea un conocimiento
prohíbido, en la reclusión de su palacio. Precisamente son las partes de
descripción espiritual (incluidas algunas apariciones iniciales de
Amílcar) donde Flaubert echa el resto y nos fascina con su maravillosa
escritura, tan poética, sin ser cursi, tan elaborada y creativa.
“La
luz del día penetraba a través de las hojas de vidrio negro.
Arborescencias, montículos, torbellinos, contornos de vagos animales se
dibujaban en su diáfano espesor, y la luz llegaba, terrible y pacífica
sin embargo, como debe ser por detrás del sol, en los lúgubres espacios
de las creaciones futuras. Barca se esforzaba en alejar de su
pensamiento todas las formas, todos los símbolos y los nombres de los
dioses, a fin de comprender mejor el espíritu inmutable que las
apariencias ocultan. Algo de la vitalidad de los planetas se infiltraba
en él, en tanto que sentía por la muerte y por todos los azares del
desdén más profundo y más íntimo.”
“Era
como la alegría de un cabiro, y los grandes rayos luminosos que herían
su rostro se le antojaban la extremidad de una red invisible que, a
través de los abismos, lo ligaba al centro del mundo.”
La
obra es monumental y épica, pero requiere de cierta paciencia, sobre
todo al principio, con las larguísimas descripciones, que la hacen
similar a una crónica antigua. A mí no me ha costado pero para muchos
lectores podría hacerse algo cuesta arriba ese inicio donde Flaubert nos
detalla el banquete de los mercenarios hasta el menor detalle, y los
largos episodios de la historia.
Podría
considerarse esto como un punto negativo. La obra tiene un argumento
algo limitado para la cantidad de páginas que ocupa, y algunos
personajes están desaprovechados, como la mentada Salambó, que incluso
da título al libro. Pese a ello, no deja de ser un personaje muy
secundario. Todo lo relativo a su participación se descuida a favor de
las batallas y escaramuzas y pasajes sádico-violentos, descritos con
todo lujo de detalles que nos regala el autor y que ríete tú de Canción
de Hielo y Fuego de Martin, que parece un cuento de hadas al lado de
esta historia truculenta.
“Se
los azotaba a dos manos; las correas zumbaban, arrancando las cortezas
de los plátanos. La sangre salpicaba los follajes como si fuese una
lluvia roja, y masas sanguinolentas se retorcían aullando al pie de los
árboles. A quienes se marcaba, se clavaban las uñas en la cara
arrancándose la piel. Se oían crujir los tornillos de madera; resonaban
golpes sordos; a veces un grito agudo desgarraba el aire de repente. Del
lado de las cocinas, entre jirones de ropa y cabelleras desgreñadas,
unos hombres avivaban con soplillos los carbones, y apestaba el olor a
carne quemada. Los flagelados desfallecían, pero retenidos por las
ligaduras que sujetaban sus brazos dejaban caer su cabeza sobre los
hombros, cerrando los ojos.”
“Llegada
la noche, unos perros de piel rojiza, esas bestias inmundas que siguen a
los ejércitos, aparecieron calladamente en medio de los bárbaros.
Empezaron a lamer los coágulos de sangre de los muñones aún tibios, y
enseguida se pusieron a devorar los cadáveres, empezando por el vientre”
“A
continuación llegaron los hombres y los atormentaban desde los pies,
que se los cortaban por los tobillos, hasta la frente, de la que les
arrancaban tiras de piel para ponerse sobre la cabeza. Los comedores de
cosas inmundas inventaron mil atrocidades. Enconaban las heridas echando
en ellas polvo, vinagre y trozos de cacharros de barro o loza; otros
esperaban detrás de ellos: la sangre corría y todos se regocijaban como
hacen los vendimiadores alrededor de las cubas de mosto.”
Sin
embargo, en cuanto a personajes, el mercenario Matho (desgarrado entre
el amor hacia Salambó y el deseo de venganza cruel), el esclavo Spendius
(que ahora se siente libre al lado de Matho y su revuelta) y el líder
cartaginés Amílcar, están mejor retratados, con mucha potencia.
En
ciertos pasajes me ha recordado a la famosa película de Kubrick
“Espartaco”, sobre todo en el final, cuando Amílcar propone a los
mercenarios supervivientes que luchen entre sí, y la posterior
crucifixión de los rehenes mercenarios.
“A
Amílcar le costó trabajo reconocer a Hannón. Como sus huesos esponjosos
cedían bajo los taladros de hierro, porciones de sus miembros se habían
desgarrado… y solo quedaban en la cruz restos informes, parecidos a
esos fragmentos de animales que cuelgan de la puerta de los cazadores”
En
resumen, una obra irregular, dura, interesante, llena de violencia y
crueldad, todo un fresco histórico de una época poco conocida y de un
mundo que nos queda tan lejano que a veces recuerda a los descritos en
novelas de fantasía heroíca. A destacar las vistosas batallas con
elefantes y máquinas de guerra (onagros, escorpiones, catapultas,
helépolis y demás), y la increíble ambientación.
Los comentarios están moderados con lo cual tardan un poco en salir. Gracias por tu opinión.