Editorial: Ediciones B, 2015
430 páginas
19 €
Ebook: 7,99 €
Argumento:
Bert Amandale, escritor en crisis, decide visitar a su amigo
Chucks tras varios días sin verle. Este le cuenta una historia con
consecuencias imprevistas.
Comentario:
Alguien que haya leído la anterior novela del autor, La última noche en Tremore Beach, no
tendrá dificultad para advertir los parecidos entre ambas obras: las dos están
narradas en primera persona por hombres que están en crisis creativa (Peter es
músico, Bert escritor), se han trasladado a vivir a otro lugar, tienen una familia a la
que proteger (dos hijos uno, esposa e hija el otro), vecinos misteriosos y sueños
extraños, de distinto origen, entre otras similitudes.
A favor de El mal
camino cuenta una mayor revisión formal en la que apenas se aprecian algunas
palabras fuera de contexto y, si bien al principio se pueden encontrar algunas
escenas demasiado largas, hay pocas digresiones que saquen de situación en
cuanto al tema principal, aunque el relato tras los hechos, como en la otra
novela, puede restar parte de dramatismo a los hechos, si bien tanto Bert como
su familia (Miriam, Britney, e incluso Chucks) despiertan más simpatía e interés que los de La última noche en Tremore
Beach.
Como nota menos favorable está la previsibilidad de
casi todo lo que sucede: es fácil adivinar quién será un traidor o la identidad
de los villanos (dos de ellos se «confiesan» ante el protagonista, sin motivo, revelando
demasiado pronto ciertos detalles), y el intento de sembrar la duda sobre la
cordura de Bert, y antes la de Chucks (ambos adictos al alcohol y otras sustancias), es la única maniobra de
despiste en una historia carente de sorpresas o grandes revelaciones.
En resumen, aunque las similitudes de personajes, argumento, evolución
y estructura que hay entre La última
noche en Tremore Beach y El mal camino pueden restarle «originalidad»,
esta es una novela correcta que cumple con su cometido de entretener y
enganchar pese a la previsibilidad de su desarrollo y conclusión, y muestra un apreciable progreso narrativo respecto a la anterior obra del autor.
Así empieza El mal camino:
Todo comienza con Chucks no cogiendo el teléfono durante días,
ni respondiendo al e-mail, ni dando señales de vida en el WhatsApp, lo que
probablemente significaba que estaba metido en su sótano, grabando sin parar y
durmiendo en un sofá.
Pero ¿y si le hubiera pasado algo?
Le escribí un mensaje el miércoles y después le intenté
llamar el jueves por la noche, pero no tuvo el detalle de decir: «Perdón.
Ocupado.» Y esa semana yo tampoco había estado muy ocioso que dijéramos: cuando
no atendía las llamadas de la prensa, era Miriam y sus viajes a tiendas para comprar
mantelerías, baúles, candelabros de bronce y otras chucherías para recargar
nuestra ya de por sí recargada cueva provenzal. Así que no había sabido nada de
Chucks en siete días y eso me preocupó.
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***T***
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