Editorial:
Destino, 2015
Colección:
Áncora y Delfín
450 páginas
20 €
Ebook: 9,99
€
Argumento:
Una
editorial publica una transcripción de las entrevistas realizadas por el
escritor George Meliet a varias personas que presenciaron los hechos sucedidos
en Biarritz durante el verano de 1925.
Comentario:
Es difícil
discernir si Cabaret Biarritz es una novela «literaria» o de género
(misterio), ya que parece intentar ser ambas cosas con diferente fortuna.
La trama de
intriga es clásica, así como la forma de ir dosificando la información (y la
desinformación) a lo largo de la novela, ordenando cada testimonio para crear
el efecto buscado. Incluso hay varias entrevistas cortadas o acabadas con
cierta brusquedad y de forma poco convincente para intentar mantener el interés.
Es quizá la
parte más literaria la que ocasiona más dificultades. En primer lugar por
cuestiones de credibilidad: ¿Quién puede recordar con tantos detalles (atuendos
de las personas, paisajes, diálogos, emociones) hechos sucedidos más de una
década antes de relatárselos al periodista? Tal vez aquellas personas que se
vieran más afectadas, pero el resto difícilmente. Si bien es algo que
puede justificarse por necesidades narrativas, llama la atención.
En cuanto a
los testimonios en sí mismos, cabe destacar la gran capacidad del autor para
dotar a cada uno de los personajes de personalidades contrastadas y
reconocibles, distintas formas de «hablar» dentro de las limitaciones del
recurso utilizado (la mayor parte son monólogos, aunque hay alguna carta) y un
subtexto (a veces poco sutil) que permite captar cuándo el personaje miente, exagera
o proporciona alguna pista.
Aunque
varias de estas narraciones en primera persona están «recortadas» (alguna de
las innumerables ―115―, y muchas veces innecesarias y cansinas, notas al pie de
página indican que se han eliminado pasajes que no tienen que ver con lo
sucedido en Biarritz), sigue habiendo muchas digresiones, de interés desigual,
utilizadas tanto para recrear una época y una sociedad como para criticar e
ironizar sobre diversos temas, entre ellos la literatura o el arte.
Destaca
además el carisma de alguno de los personajes, en especial Beatrix (Trixie) Ross Buttgereit-Dientzenhofer, cuya
personalidad e inteligencia (sus hipótesis sobre lo sucedido) y su relación con
el periodista Paul Villequeau (Vilko) son recurrentes en casi todos los demás
testimonios.
En resumen, Cabaret Biarritz es una novela ambiciosa en lo
formal y más sencilla en lo que cuenta, con indudables méritos y capacidad para
mantener el interés de principio a fin a pesar de los diferentes escollos que
se presentan durante el desarrollo.
Nota: Cabaret Biarritz es la obra galardonada con el Premio Nadal de
novela 2015.
Citas de la
novela
«El inmenso
trabajo de Miet, por tanto, quedó abandonado a su suerte, en la oscuridad más
deplorable que pueda imaginar un autor: que nadie sepa que ha escrito algo, que
nadie esperara que lo hubiera escrito y que, además, nadie tuviera el más
mínimo interés en leerlo.»
***
«Sinceramente
se lo digo, Miet: a pesar de ostentar honrosamente el cargo de presidente de la
ASLB, no creo que haya en el cuerpo social un gremio más asqueroso que el de
los escritores. Vanidosos, mezquinos, ruines, groseros, egoístas, envidiosos,
corruptos, viciosos, soberbios, caprichosos, aniñados, y siempre con ese aire
de superioridad recocido al calor de las faldas de sus madres..., precisamente
las que deberían haberles inculcado la voluntad de estudiar más que el deseo de
fingir una ciencia e inteligencia literaria de las que obviamente carecen.
Altaneros sin motivos, orgullosos sin razones, presumidos sin pudor: los
escritores de nuestro tiempo —y seguramente de los tiempos venideros— son la
desdicha de la sociedad, y mil veces me he preguntado por qué Dios habrá
escogido a esos seres despreciables para comunicar la belleza de la palabra y
la poesía al mundo. He de creer en la parábola clásica, según la cual en los
muladares también nacen flores.»
***
«El arte,
mi querido Miet, no surge de estas cabezas vacías de chorlitos, pagadas de sí
mismas y confiadas en su propia imaginación, sino de las lecturas, del estudio
y las muchas horas de trabajo. Sólo un espíritu simple, inocente como un gazapo
de granja, puede creer que las obras de arte nacen ex nihilo; y es un
chascarrillo sin ninguna gracia ese que asegura que Dante o Cervantes
compusieron sus obras maestras sin haber leído previamente la Divina Comedia o
el Quijote. Cualquier espíritu destripaterrones puede comprender que si
compusieron esos libros fue porque habían leído y estudiado a Homero, a
Cicerón, a Séneca, a Tito Livio, a Horacio, a Virgilio, y a toda la santa
estirpe del Parnaso. En fin, señor Miet: no voy a repetir lo que ya debería
saber a sus años, aunque me temo que usted también cree que puede componer un
libro sin haber dado cincuenta vueltas tras la mula en la era de trillar.»
***
«¿Cómo es
eso que dices siempre, Vilko?», le pregunté.
«¿Qué?».
«Sí..., eso
de que el presente no es...».
«El
presente era innecesario».
«Sí, claro.
Eso es», murmuré para mis adentros, atisbando por primera vez aquel verano la
verdadera esencia del amor que enlazaba a aquellos dos seres perdidos en un
mundo del que ya apenas comprendían nada. El tiempo, como un torrente
implacable y sucio, los había arrebatado de su adolescencia: la única época de
sus vidas que tenía sentido. En el tortuoso y caótico caudal de los días y los
años habían vuelto a encontrarse, pero apenas eran capaces de verse como eran
antaño, salvo cuando creían reconocer en el otro una sonrisa, o un gesto, o una
palabra de los viejos tiempos. Había un algo trágico en aquella relación, señor
Miet. Era como si aquellos dos seres hubieran estado amándose siempre, desde
que tenían quince años, y sin embargo jamás hubieran tenido el valor o la
suerte de haber emprendido juntos el camino. Bueno, supongo que algunos amores
desgraciados son así..., ¿no le parece?»
***T***
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