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Argumento:
Keilan debe conseguir que María se enamore de él. Tiene una semana para conseguirlo.
Comentario:
Desde el comienzo se diría que la novela está dividida en dos partes, una de ellas compuesta por los dos primeros capítulos, situados en otra época, y el resto ambientados en la actualidad.
Quizá esto se deba al desequilibrio en la narración de los hechos. En los del pasado apenas se dan datos (la “creación” del mundo de Keilan se limita a un pie de página explicativo, los motivos de Grunontal son imprecisos y contradictorios hasta el absurdo, en lo de Florencia se omite cualquier justificación, lógica o no, a la situación de los personajes). En la actualidad, tanto en los capítulos que transcurren en Águilas como durante el viaje en coche se aportan detalles de paisajes, descripciones de lugares etc… que sugieren un mayor interés de la autora por lo que cuenta.
Aunque en principio parece haber cierto conflicto en la vida de María (su abuela quiere casarla contra su voluntad a los 16 años, quizá el único motivo para hacer que sea gitana, puesto que no influye en nada más), la narración pronto se centra en la relación entre los protagonistas (todos están pendientes de que se consume un amor que se utiliza como principal motivo y excusa para una guerra entre el Bien y el Mal no exenta de cierto maniqueísmo).
Ese viaje que ha de unirles o separarles para siempre se erige en única razón de ser de la novela, lo que, puesto que ella se siente atraída por él en cuanto le ve, dispuesta a viajar con un desconocido en el que parece confiar por poco más que su belleza, elimina desde el comienzo cualquier conflicto real más que dote de interés a una obra que desde el comienzo se revela como el clásico trío en el que dos mujeres, una buena y otra mala, aman al mismo hombre…
Mediante diálogos y pensamientos superficiales y reiterativos (la comparación que hace María entre la estatua del ángel y Keilan al sentirse atraída por ambos, ese tira y afloja que parece protagonizado por adolescentes irreflexivos pese a que él suma varios milenios de edad) la historia transcurre a trompicones, trufada por situaciones y obstáculos de diferente interés, bastantes de ellos incluso irrelevantes, en el sentido de que no afectan a las supuestas dificultades de los protagonistas para consumar su amor y acabar con la “maldición” que les separa.
Este tipo de escenas que literariamente no aportan nada a la obra es uno de los lastres de la novela, de los que se pueden citar varios ejemplos: María salvando a un niño y pagando una deuda que no se concreta, el caso de Verónica y Juan, el intento de seducción de Pili, el grupo musical The Angels y la inclusión de las letras de sus canciones o las páginas en las que Keilan recoge y viaja con varios fallecidos en carretera, entre otras.
Hay además otro tipo de pasajes, los que se alargan en exceso prácticamente anulando cualquier posibilidad dramática que pudieran tener, como la conversación entre Grunontal y Nitya, en la que el continuado maltrato de la primera a la segunda acaba tomando un cariz casi ridículo o la pelea entre Keilan y el hombrecillo del escarabajo dorado, que también se incluiría entre las escenas “inútiles”.
A esto se suma cierto capricho y arbitrariedad al definir los poderes de los personajes, su capacidad para ejercerlos o la a veces simple y torpe forma de solucionar los conflictos. Un ejemplo sería el enfrentamiento de Grunontal y el dóberman con María y Keilan: la villana no puede salir de una estrella de cinco puntas dibujada en el suelo aunque sí enviar su poder sobre el ángel, un camión que pasaba por allí acaba con el perro y, como colofón se dice “Grunontal aprovechó un descuido de María para desaparecer del lugar.”
Otro ejemplo sería la decisión de Larma de intervenir sin una motivación concreta, podría haberlo hecho igual antes o después, quizá debido a que la autora no encontró otros obstáculos que oponer a los protagonistas, utilizada para contarle su propia historia a una María a quien no parecen haber ayudado los recuerdos de otras épocas que ha tenido durante el viaje (excusa para incluir escenas románticas que se deslizan progresivamente hacia una culminación física siempre frustrada sin un motivo verosímil) ni cierta similitud entre su nombre, María de los Ángeles, y el de su supuesta rival, Maer-Aeng.
La batalla final oscila entre lo caótico y lo absurdo. A la mezcolanza de ángeles con vampiros, hombres lobos y genios se añade una redacción estática en la que la autora cuenta los hechos sin mostrarlos, creando situaciones carentes de emoción hasta llegar a un epílogo digno de una novela romántica en el que los problemas familiares de María se solucionan sin esfuerzo además de intuirse la posibilidad de una continuación.
Además, resalta la poca revisión del texto, tanto en la repetición de conceptos y situaciones ya mencionada como en la sobreabundancia de erratas, adverbios acabados en –mente, frases desordenadas o a las que faltan palabras, o mencionar los nombres de los personajes con mayor frecuencia de lo necesario, lo que dificulta la lectura y produce la sensación de que la novela no ha sido corregida en profundidad.
En resumen, una novela en la que no se ha tenido en cuenta la lógica ni la credibilidad de las situaciones que se relatan, lastrada por un exceso de páginas y una trama demasiado leve, convencional y previsible.
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