sábado, 22 de febrero de 2014

Gothika, de Clara Tahoces

Editorial: Minotauro 
396 páginas 
19,50 € 

Argumento: 

Analisa es una vampira que trata de pasar desapercibida en la Madrid actual. Por desgracia para ella Alejo, aspirante a escritor, recurre a Darío, hermano de su novia y gótico practicante, para que le sirva de guía sobre la creencia en la existencia de vampiros camuflados entre su comida. 

Comentario (con spoilers): 

La historia comienza mostrando a la protagonista durante una cacería. Lo primero que se percibe es cierta indecisión por parte de Analisa, quien menciona el cuidado necesario para cazar sin ser descubierta, sobre todo si se trata de piezas de gran tamaño, a la vez que habla de su fuerza superior y su capacidad de presentir la cercanía de otras personas y dice obedecer a un instinto superior que le indica cuándo debe atacar. Esta indecisión, muchas veces contradictoria, está presente a lo largo de toda la trama, sobre todo en lo que se refiere a las costumbres y preferencias vampíricas, que no se sabe cómo puede conocer, dado que no ha conocido a ningún otro de su especie. 

Al continuar la lectura se nota cierta predilección por acumular adverbios acabados en «-mente». No es que aparezcan en todo el texto, sino, sobre todo, que lo hacen amontonados, tres o cuatro en un breve párrafo, lo que les destaca demasiado. 

Poco a poco se ve también que la autora tiende a ser explicativa, tanto en el relato de las costumbres de los vampiros como en la descripción de lo que significa ser gótico, entre otros temas. 

Además se observa que no le importa repetir una palabra varias veces en poco texto mientras otras busca sinónimos que a veces parecen poco adecuados al resto de la frase. 

O pasajes expresados de forma quizá errónea, como: «Su madre no entendía por qué había heredado aquel carácter macabro.» (pág. 36), donde quizá lo más adecuado sería poner «de quién» en lugar de «por qué». 

Sin olvidar las rimas tipo: «Alejo estaba perplejo» (pág. 129) 

O bellas imágenes de tipo «Se puso rojo con un tomate», que debe repetir al menos un par de veces. 

Cuando se consigue apartar la atención de los adverbios y dejar de contarlos, se comprueba que la historia, relatada con el clásico alternar capítulos de unos personajes a otros, incluyendo el origen de Analisa, está escrita de forma anodina, desapasionada, y es incapaz de despertar cualquier emoción, desde el posible miedo a lo que hace la protagonista (todo lo más asco en algunas escenas cercanas al gore) hasta interés por unos personajes de escasa entidad con quienes resulta difícil empatizar. 

Tras el primer capítulo, la autora retrocede hasta finales del siglo XVIII en la Estepa, donde ha llegado la joven para visitar a su tía Emersinda, muy enferma, en cuya casa comienza a vivir experiencias turbadoras… sólo para ella. 

Quizá se deba a que desde el comienzo queda claro que se trata de una novela de vampiros, pero lo cierto es que la aventura de Analisa y Emersinda, las jóvenes desaparecidas y la sirvienta Patro resulta de lo más previsible y desangelada, en parte debido al mencionado estilo explicativo de la narración, y la carencia de imágenes que permitan visualizar el progresivo terror de la protagonista. 

La autora pretende crear intriga o confusión acerca de qué o quién es lo que está sembrando la muerte en los alrededores, intentando que se sospeche de Patro tras escuchar pasos en la noche: que si Emersinda es inválida, que si Patro no puede haber sido porque siempre lleva zapatos bajos, que quizá sí sea la criada porque aparecen los zapatos de la tía manchados de barro y como ella no puede andar… El caso es que en ningún momento se consigue engañar sobre lo que sucede, por mucho que se alargue la historia dando vueltas sobre lo mismo. 

Entre los personajes de la actualidad, Alejo sirve tanto de semental como, por medio de sus aspiraciones literarias, para hacer breve crítica de los programas del corazón y lamentar la imposibilidad de escribir sobre lo que desea, obligado como está a escribir libros de jardinería y otros temas que no le interesan, para sobrevivir. 

Violeta/Darky, se define a sí misma como un trasunto de Renfield (aquí escrito Rendfield, aunque en el «Drácula» de Stoker aparece sin la primera d) y mantiene con Ana una relación ambigua, como se puede leer en una conversación de la pag. 73, cuando por fin se ven en persona tras un par de charlas en un chat con las correspondientes faltas de ortografía: 

-¿Qué tal el viaje? 
-¡Un coñazo! Viajar sola es lo peor, Nébula. 
-No me llames así. Puedes llamarme Ana. 
-Yo prefiero que me sigas llamando Darky. Violeta no me gusta. 
La joven estaba muerta de miedo. Mientras su anfitriona estaba cómodamente sentada, la joven permanecía de pie en un rincón de la habitación. Su mirada le producía escalofríos, Sentía que la estaba escudriñando. Tenía la sensación de que detrás de aquella apariencia de fragilidad se escondía un ser poderoso e implacable. Jamás debió pisar aquella casa, y ahora se encontraba dentro de la boca del lobo. 

Y aún tiene valor, en medio del terror, para pedirle que la llame de tal o cual manera o hablar sobre el viaje. 

Silvia sirve para incluir el fragmento de un innecesario e indescriptible  diario, homenaje a la novela de Stoker, es de suponer, y poco más. 

Tampoco los capítulos de Mariana, con su maldad de manual, revisten el menor interés. La pequeña es una especie de calco sin interés de la Claudia de «Entrevista con el vampiro», de Anne Rice, cuya aparición, al contrario de lo que se pretende, no consigue humanizar a Analisa, como tampoco lo hace Jeromín, el inocente que acompaña a la vampira durante algún tiempo. 

En cuanto a ese intento de crear misterio que es la desaparición de una tal Alejandra Kramer (seudónimo que utilizó Tahoces cuando se presentó al concurso), parece que es tan absurdo incluso para la autora, que olvida resolverlo, aunque se pueda deducir que es una víctima de Analisa. 

Sobre cómo intenta la autora mostrar, y cambiar, la mitología que describe a los vampiros como seres nocturnos, a quienes les repelen los ajos y los crucifijos, casi mejor no hablar… Resulta ridículo leer cómo se maravilla Analisa cada vez que descubre errores en la tradición, como poder moverse a la luz del día, utilizados antes y mejor que en esta novela. 

La evolución de Analisa de víctima traumatizada incapaz de aceptar lo que es hasta su conversión en un ser implacable, que podría haber sido interesante, se resuelve con el mismo tono distante que el resto, por lo que ni su ternura hacia Jeromín ni sus intentos de educar a Mariana para distinguir entre el bien y el mal consiguen conmover ni simpatizar con la protagonista. 

La incapacidad de la autora para crear ambientes inquietantes o terroríficos (el desaprovechado comienzo en la casa de la tía) la alejan del género de terror en que supuestamente debería enmarcarse (hay una sesión de Oujia en un cementerio...). 

Lo peor (aparte del nombre de Emersinda) es que la cosa, tras intentar sin éxito dar una docena de sorpresas en las últimas veinte páginas, acumulando vueltas de tuerca que se prevén casi desde el primer capítulo, deja un final abierto. Ay. 

En resumen, una novela tan entretenida como fácil de olvidar. 

«Gothika»  ganó el IV Premio Minotauro. 


Enlace de interés: Web de Clara Tahoces 


*** T *** 

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jueves, 20 de febrero de 2014

Estudios sobre el miedo, de Lou Carrigan

Editorial: Bruguera, 1978
Colección: Selección Terror, 290
Ilustración de cubierta: Enrique Martín
94 páginas

Argumento:

La doctora Eleanor Marsh y el doctor Wendell Parkinson acuden a una vieja mansión en busca del doctor Chapman. En su interior se encuentran con algo inesperado y terrorífico.

Comentario:

Sí, en «Estudios sobre el miedo» aparece un científico loco (algo recurrente en la obra del autor) que ansía dominar el mundo utilizando para ello el «Ratox», un gas cuya composición no se detalla, aunque, como dice el propio Chapman, ejerce sobre las ratas el mismo poder que la flauta en el relato «El flautista de Hamelin».

La protagonista absoluta de la novela es la doctora Eleanor Marsh, una heroína de la estirpe de la espía Brigitte «Baby» Montfort, el personaje más famoso de Lou Carrigan, quien aparece en cientos de historias. Como ella, es hermosa, inteligente, dulce, luchadora, con una gran capacidad para adaptarse y sobreponerse hasta a las más terribles situaciones.

A su lado, el villano Horace Archibald Chapman, y el «interés romántico» Wendell Parkinson quedan casi desdibujados, sobre todo el último, que apenas aparece al principio y al final para protagonizar poco más que una escena sentimental y otra de acción.

Entre los secundarios, los secuaces del médico loco: Hagerty, Jones y Benny, son apenas distinguibles entre sí, utilizados para informar, a Eleanor y a quien lee, de datos como el origen de la «locura» de Chapman, detalles sobre los experimentos que realizan, etc...

Es «Minnie», la rata («bautizada» así por Eleanor), el personaje más… «original»: su primera escena, la «conversación» con la doctora Marsh, muestra el alcance de la inquebrantable personalidad de la protagonista.

Si bien se puede echar en falta una mayor «complejidad» en la historia, más ambientación y descripciones, incluso que se expliquen de forma plausible bastantes de las cosas que suceden en la novela y que son poco o nada creíbles (las motivaciones de los ayudantes de Chapman, lo poco que parece afectar a Eleanor cierta «experiencia»),  en realidad, debido al tipo de relato que es, no se trata de verdaderos defectos o carencias, sino convenciones del género al que pertenece.

Además, Carrigan cuenta en un espacio necesariamente breve una historia completa, consigue mediante leves sugerencias que se llenen los huecos argumentales y escenas que no se relatan (o que ni siquiera importe que falten), utiliza una prosa visual e intensa que permite «ver» las terribles escenas que se describen, mantiene la tensión y hace que se desee continuar leyendo hasta conocer el final.  

Fragmento de la novela:

El cuerpo de Eleanor se estremeció. No pudo evitarlo. Fue una sacudida de miedo. No...: De pavor. De espanto. De terror. Tenía que controlarse más aún. Más.
Se pasó la lengua por los labios.
—¿De modo que no hablas inglés? —murmuró.
La rata volvió a mirarla.
—Puedes llamarme Eleanor —dijo ésta—. Es un nombre bonito, ¿no te parece? Lástima que no hables inglés, pues me dirías cuál es tu nombre. Veamos... ¿Te gustaría llamarte... «Minnie», por ejemplo? Es un bonito nombre, yo diría que incluso más que Eleanor. ¿Te gusta? Además, es muy apropiado para una ratita, aunque tú seas auténtica, y no un dibujo animado. De todos modos, no hablas inglés. Ni creo que hables alemán, o ruso, o francés, o...
Apareció un rostro sobre ella.
De pronto, brusca, inesperadamente.
Por un brevísimo instante, Eleanor quedó inmóvil, sin reaccionar, pues la emoción que prevaleció fue la sorpresa.
Pero ese instante fue brevísimo. En seguida, Eleanor Marsh palideció, respingó, dando una sacudida terrible a todo su cuerpo, y lanzó un incontenible alarido de fortísimas vibraciones, tan palpitante de súbito terror, que la rata saltó de encima de ella, desapareció.
Sólo quedó el rostro.
¿O no era un rostro? No, aquello no podía ser un rostro humano...
 
Enlaces relacionados:



***T***


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La vida en las ventanas, de Andrés Neumann

 La vida en las ventanas
Andrés Neumann
Espasa - Calpe
200 páginas
Género: novela joven, intimista.

 
Argumento

Net es un joven que envía multitud de cartas a una tal Marina, con quien tuvo una relación hace tiempo. En ellas va contando la vida en su hogar, su relación con Xavi, el dueño de un bar, amigo suyo, de turbias costumbres, sus amores con Cintia; además, de hacer de vez en cuando algunas reflexiones sobre la vida y el amor.

Comentario

Lo más llamativo de esta novela es su estructura. Está organizada según el clásico modelo de literatura epistolar con algunas variantes, como el hecho de que no se trate de un intercambio de correspondencia sino más bien de un “monólogo”, que no recibe respuesta de la destinataria; como anécdota, el medio del que se vale Net para enviar sus mensajes es el correo electrónico. De ahí el título del libro. Las ventanas a que hace referencia son naturalmente las de Windows, a través de las cuales él ve el mundo. Al final del libro hay una escena en la que el protagonista se asoma a una ventana real, y observa la ropa tendida de sus vecinos a la vez que fantasea sobre sus vidas, el deseo de contemplar algún crimen, etc, es decir, el deseo de romper una rutina que se le hace insoportable.

Porque de monotonía y rutina se trata. Net nos desvela una vida aburrida y sin sustancia, muy común, muy típica de joven de su edad, con sexo, romances, coqueteos con las drogas, discotecas, etc. De todas formas, la novela se detiene más en las relaciones familiares del protagonista. Asistimos desde el inicio de las cartas al relato del desmoronamiento de su hogar. Padres que no se comunican, la típica hermana, adolescente rebelde, gente que se va de casa, trabajos basura donde te explotan, paseos por centros comerciales. Resulta un poco tópico y no está contado con emoción ni entusiasmo.

La prosa es sencilla, aunque con ciertos toques poéticos que dan al texto en algunas ocasiones poca naturalidad. Quiero decir, que sí, vale, el joven es universitario, pero se expresa de un modo que no parece muy común entre la gente de su edad. Y no solo él. Además, algunas de esas cartas son bastante largas, lo cual no encaja con la realidad del correo electrónico. Más que emails, parecen entradas de un diario bastante prolijo. También es cierto que entre una y otra parece que pasa mucho tiempo, lo cual puede hacer pensar que Net tiene tiempo para redactarlas de ese modo. La estructura me ha gustado, pero el libro en sí lo veo un poco fallido, sobre todo a la hora de relacionar la historia de la familia con la de Xavi.

El papel que juega Xavi en el relato no me ha quedado muy claro. Desde el inicio se nos muestra como una especie de artista maldito (referencias a Rimbaud, Max Estrella, Marqués de Bradomín, etc, acentúan la imagen) que regenta un bar y que debido a su mal humor va poco a poco quedándose sin clientela; cae en las drogas, incluso en la venta de sustancias ilegales. Su casa es un caos de desorden. Se supone que es el mejor amigo de Net, pero no se profundiza en la relación. Tampoco vemos por qué es un artista, qué tiene de especial.

El distanciamiento, no sé si buscado o no, es constante en todo el libro. Se cuentan cosas, algunas de ellas muy graves, sin que se refleje una emoción en el narrador-personaje.

Tal vez esta sea una de las “moralejas” de la novela: la incomunicación a pesar de contar con cada vez más medios para transmitir ideas y mensajes. Uno de los pasajes más reveladores coloca a Net ante el ordenador de su hermana, entrando en su correo electrónico y leyendo algo que él piensa que ella ha querido que lea, y por eso le ha dejado la clave a la vista. Ella no puede decírselo directamente, sino a través del email.

Es un libro digno que podría haber dado mucho más de sí.

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La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa

La tia Julia y el escribidorLa tía Julia y el escribidor
Mario Vargas Llosa
Editorial Alfaguara
466 páginas
Género: humor, autobiográfico, costumbrista.



Argumento

El joven de dieciocho años Mario Vargas trabaja en una radio peruana, cuyos jefes han traído desde Bolivia al más exitoso escritor de radioteatros, Pedro Camacho, un individuo excéntrico que aparte de escribir sus libretos, también los interpreta. Al tiempo, Marito se enamora de la tía Julia, una pariente política suya, divorciada y de treinta años. Ese amor prohibido desafía a la amplia familia del aspirante a escritor que inicia toda una odisea para poder consumarlo...

Comentario

Un libro muy curioso donde se van intercalando capítulos correspondientes a la historia de Mario y Julia con las historias de los radioteatros de Pedro Camacho. El tono de los libretos radiofónicos es el de Pedro Camacho, ampuloso, redicho y truculento; mientras que el de la historia principal es más ágil y natural. Es un gran mérito del autor, dotar de diferentes voces narrativas a estas dos partes.

También está muy bien expresada la dicotomía entre la alta literatura y la literatura de consumo, representada por los dos personajes, Mario, que admira a los grandes autores y quiere ser un escritor serio y vivir en una buhardilla en París, y Pedro Camacho, que incluso revela cierta ignorancia libresca, pero que vive totalmente para escribir, como un esclavo, horas y horas. Se muestra la admiración del aspirante a escritor por el "escribidor", pese a considerar inferior esa rama folletinesca de la literatura.

El humor salpica todo el libro, pero sobre todo la parte de los radioteatros, marcados por los tópicos del género, con sus truculencias y desgracias, los galanes de cincuenta años "en la flor de la vida", sus existencias al límite, los incestos, los amores contrariados e imposibles, la religión, los insultos a los argentinos... ; y que al final del libro, en paralelo con la propia degradación mental de Pedro Camacho, se vuelven surrealistas y tremendistas, rayando el absurdo y el ridículo, al mezclar personajes de folletines anteriores, o al repetir los nombres con diferentes personajes, formando historias realmente hilarantes y descabelladas.
La historia de Julia también es interesante, y creo que casi autobiográfica, y bastante próxima en sus avatares a una radionovela de Pedro Camacho. En ella el autor aprovecha para hablar de la burguesía y las clases altas limeñas de los años cincuenta, y de sus costumbres.
La ironía, la gracia y la gracilidad de la prosa nos llevan a través de la historia con facilidad, si bien, es un libro largo que en algunas partes resulta un poco reiterativo.
Memorable el excéntrico Pedro Camacho, ídolo de multitudes, prolífico autor que usa disfraces para meterse dentro de sus personajes.

Para mí este libro revela lo que es la literatura: contar una historia interesante con gracia.





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martes, 18 de febrero de 2014

Las catilinarias, de Amélie Nothomb

 Las catilinarias
 Les catilinaires
Amélie Nothomb
Traducción: Ana María Moix y Concha Serra Ramoneda
1997
134 páginas
Género: humor, filosófico. 



Argumento

El matrimonio de jubilados formado por Émile y Juliette se va a vivir a una casita de campo para cumplir su sueño de alejarse del mundanal ruido, pero pronto reciben la visita de Palamede, el médico local, su vecino más cercano, que les hará la vida imposible...

Comentario

Me he reído mucho con este libro de Amélie Nothomb, que rezuma humor cruel, inteligencia y surrealismo. Pero bajo la máscara jovial esconde una visión pesimista del ser humano y le da un repaso a los convencionalismos sociales, sobre todo a los de hospitalidad, educación, buenas formas... 

A través de una serie de situación surrealistas nos va introduciendo en la pesadilla de un profesor civilizado que tiene que enfrentarse con un hombre que es casi infrahumano y que no siente gusto por nada en la vida, ni siquiera en fastidiar al prójimo. Ese hombre no tiene ni conversación, y sin embargo, busca la compañía de sus vecinos, con exactitud paranoica, de cuatro a seis, casi como una rutina, aprovechándose de la idea, arraigada en el profesor, de que es imposible y de malas personas abrir la puerta a quien llama con insistencia. Y eso que bastaría simplemente con no abrir para librarse del infierno. Al final vemos como se da un vuelco a la idea de lo que es bueno y lo que es malo, con la realización de un mal que actúa como bien.

Los personajes de Nothomb pese a ser tan extraños, ejercen una tremenda fascinación sobre el lector, que los percibe como verdaderamente humanos, pese a ese supuesto aspecto de caricatura. Le terminas por tomar cariño a la mujer del médico Palamede, descrita de un modo implacable y pleno de vitriolo, como si fuera un monstruo (mole, tentáculos, etc). 

Las notas filosóficas y las citas literarias que son costumbre en la autora, trufan el relato sin recargar, siempre al servicio del argumento, cuya trama se desarrolla como un reloj, con exactitud, sin que sobre prácticamente una sola palabra. Nada es convencional en esta autora, que es capaz de tomar conceptos conocidos y gastados y renovarlos con sus ideas propias. 

Un libro que desasosiega porque hace pensar, como logra toda muestra de buena literatura, y que a pesar de su brevedad es muy contundente.

Recomendable.

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