Solaris
Stanislav Lem
Traducción de Matilde Horne
234 pp
Editorial Minotauro
Argumento:
El psiquiatra Kris Kelvin es enviado a la estación permanente que tiene la Tierra en el planeta Solaris para estudiar el enigmático océano que lo cubre, que no es precisamente de agua. A su llegada Kris se encuentra con que de los otros tres estudiosos, uno ha muerto, Gibarian, y los otros dos, Snaut y Sartorius, viven sumidos en el terror y la paranoia hacia "algo" que los visita y que no tarda en visitarle a él también... En su caso, se trata de su esposa Harey, que años atrás se había suicidado. Kris tratará de averiguar qué tipo de criaturas son esas que se encarnan en sus seres queridos y cómo librarse de ellas...
Comentario:
Normalmente no me gusta la Ciencia Ficción, y mucho menos la denominada Hard, es decir, la pura y dura, que se basa en ideas o en inventos científicos, y no en aventuras (tipo space opera). Sin embargo, este libro me ha gustado y lo he encontrado muy interesante.
Claro está que la trama no es lo más importante, aunque no carece de interés. Lo verdaderamente destacable es el despliegue de fantasía en lo relativo a la descripción de ese curioso océano pensante del planeta Solaris, y a las extrañas formaciones que se dan en su superficie, y que reciben nombres tales como mimoides, longus, asimetriadas, etc... Lem las describe con todo lujo de detalles, con cierto lirismo y con mucha extensión, a veces demasiada, que ocupa una buena parte de la novela, así como también la descripción que hace de los tratados de Solarística, citando la bibliografía completa de los estudios sobre el planeta, las teorías de los autores e incluso la historiografía del proceso de análisis y conocimiento del planeta a lo largo de los siglos. Todo esto, aparece, además, trufado por las propias reflexiones de Kelvin acerca de la naturaleza del ser humano, cuyo único objetivo es, según él, conquistar planetas, e imponer el dominio del hombre. Otro de los personajes, Snaut, también se explaya lo suyo en lo referente a la metafísica de Solaris y su océano, al que dota de una cualidad casi divina, con una concepción de Dios materialista y científica.
Lo he notado más bien frío en lo tocante a las emociones. Cuando Kelvin recibe la visita de la que parece su mujer (aunque él descarta enseguida tal posibilidad, en buena lógica), no se nos describe la tormenta emotiva que esto podría haber causado. Su relación con esa Harey que no es Harey parece más bien de recelo, aunque al final del libro él declara que la ama. No obstante, eso no se aprecia. Los sentimientos no están bien tratados en la novela. Lem no parece interesado en profundizar en la historia de amor de ellos, ni la presente ni la pasada.
Resulta muy peculiar el personaje de Harey, que se ha generado a partir de los recuerdos de Kelvin, quizás por ese océano pensante, con intenciones que permanecen oscuras durante toda la novela. Harey se muestra como un simulacro de ser humano, que resulta prácticamente inmortal (trata de suicidarse y no lo logra), y que lejos de ser tonta, toma pronto la consciencia de saberse "rara" y de reconocer que en realidad no es Harey, con el consiguiente trauma emocional. Es una criatura de fin desconocido que sufre por no ser quien debería ser, ya que ella se siente Harey.
Los tratados de Solaristica que mencioné anteriormente crean un cierto escollo en la fluidez de la novela, sobre todo al final, cuando después de haberse explayado convenientemente, los retoma y vuelve a dar otra lección magistral, que resulta, en esa parte, repetitiva, como si el autor hubiera querido alargar la novela, y repitiera fragmentos anteriores.
Sin embargo, la fuerza evocadora de sus ideas, imágenes y reflexiones sobre Dios, la mente, la naturaleza y destino del ser humano, sobre la identidad, la necesidad humana de conquista y de "contacto" con otras civilizaciones, temas muy propios de la Ciencia Ficción clásica, barnizado todo por un toque lírico, salvan la novela, que se convierte así en un libro de impresiones más que en una historia con trama clásica. De hecho, el final queda bastante abierto, o por decirlo de otra manera, no explicado. Un clásico de la CF.
Existen dos películas basadas en este libro:
Solaris (2002) de Steven Steven Soderbergh
Solaris (1972), de A. Tarkovsky
Stanislav Lem
Traducción de Matilde Horne
234 pp
Editorial Minotauro
Argumento:
El psiquiatra Kris Kelvin es enviado a la estación permanente que tiene la Tierra en el planeta Solaris para estudiar el enigmático océano que lo cubre, que no es precisamente de agua. A su llegada Kris se encuentra con que de los otros tres estudiosos, uno ha muerto, Gibarian, y los otros dos, Snaut y Sartorius, viven sumidos en el terror y la paranoia hacia "algo" que los visita y que no tarda en visitarle a él también... En su caso, se trata de su esposa Harey, que años atrás se había suicidado. Kris tratará de averiguar qué tipo de criaturas son esas que se encarnan en sus seres queridos y cómo librarse de ellas...
Comentario:
Normalmente no me gusta la Ciencia Ficción, y mucho menos la denominada Hard, es decir, la pura y dura, que se basa en ideas o en inventos científicos, y no en aventuras (tipo space opera). Sin embargo, este libro me ha gustado y lo he encontrado muy interesante.
Claro está que la trama no es lo más importante, aunque no carece de interés. Lo verdaderamente destacable es el despliegue de fantasía en lo relativo a la descripción de ese curioso océano pensante del planeta Solaris, y a las extrañas formaciones que se dan en su superficie, y que reciben nombres tales como mimoides, longus, asimetriadas, etc... Lem las describe con todo lujo de detalles, con cierto lirismo y con mucha extensión, a veces demasiada, que ocupa una buena parte de la novela, así como también la descripción que hace de los tratados de Solarística, citando la bibliografía completa de los estudios sobre el planeta, las teorías de los autores e incluso la historiografía del proceso de análisis y conocimiento del planeta a lo largo de los siglos. Todo esto, aparece, además, trufado por las propias reflexiones de Kelvin acerca de la naturaleza del ser humano, cuyo único objetivo es, según él, conquistar planetas, e imponer el dominio del hombre. Otro de los personajes, Snaut, también se explaya lo suyo en lo referente a la metafísica de Solaris y su océano, al que dota de una cualidad casi divina, con una concepción de Dios materialista y científica.
Lo he notado más bien frío en lo tocante a las emociones. Cuando Kelvin recibe la visita de la que parece su mujer (aunque él descarta enseguida tal posibilidad, en buena lógica), no se nos describe la tormenta emotiva que esto podría haber causado. Su relación con esa Harey que no es Harey parece más bien de recelo, aunque al final del libro él declara que la ama. No obstante, eso no se aprecia. Los sentimientos no están bien tratados en la novela. Lem no parece interesado en profundizar en la historia de amor de ellos, ni la presente ni la pasada.
Resulta muy peculiar el personaje de Harey, que se ha generado a partir de los recuerdos de Kelvin, quizás por ese océano pensante, con intenciones que permanecen oscuras durante toda la novela. Harey se muestra como un simulacro de ser humano, que resulta prácticamente inmortal (trata de suicidarse y no lo logra), y que lejos de ser tonta, toma pronto la consciencia de saberse "rara" y de reconocer que en realidad no es Harey, con el consiguiente trauma emocional. Es una criatura de fin desconocido que sufre por no ser quien debería ser, ya que ella se siente Harey.
Los tratados de Solaristica que mencioné anteriormente crean un cierto escollo en la fluidez de la novela, sobre todo al final, cuando después de haberse explayado convenientemente, los retoma y vuelve a dar otra lección magistral, que resulta, en esa parte, repetitiva, como si el autor hubiera querido alargar la novela, y repitiera fragmentos anteriores.
Sin embargo, la fuerza evocadora de sus ideas, imágenes y reflexiones sobre Dios, la mente, la naturaleza y destino del ser humano, sobre la identidad, la necesidad humana de conquista y de "contacto" con otras civilizaciones, temas muy propios de la Ciencia Ficción clásica, barnizado todo por un toque lírico, salvan la novela, que se convierte así en un libro de impresiones más que en una historia con trama clásica. De hecho, el final queda bastante abierto, o por decirlo de otra manera, no explicado. Un clásico de la CF.
Existen dos películas basadas en este libro:
Solaris (2002) de Steven Steven Soderbergh
Solaris (1972), de A. Tarkovsky
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