La carte et le territoire
Michel Houellebecq
Traducido por: Jaime Zulaika
Editorial Anagrama
378 páginas
Michel Houellebecq
Traducido por: Jaime Zulaika
Editorial Anagrama
378 páginas
Sinopsis
Jed Martin, un artista solitario, con escasa vida social y familiar (exceptuando una comida navideña con su padre enfermo de cáncer) alcanza el éxito fotografiando mapas Michelin. Para la redacción del catálogo de una de sus exposiciones contrata al famoso escritor francés Michel Houellebecq, al que va a visitar. Más adelante, un brutal asesinato conmociona a Jed...
Comentario (con spoilers):
La última novela de Michel Houellebecq es la ganadora del Premio Goncourt, uno de los más prestigiosos de Francia. El autor ya quedó finalista de este premio con una novela anterior, según recuerdo.
A mi modo de ver, y a pesar de que muchos comentarios se refieren a que es "puro Houellebecq", esta novela es algo diferente de las otras del autor. M. H. siempre se ha caracterizado por su carácter rompedor, por su expresión politícamente incorrecta de temas que suelen levantar ampollas, como por ejemplo, la xenofobia o islamofobia en este caso. Ha sido acusado de misántropo, de misógino, de racista... vamos, de todo lo peor que se le puede llamar a una persona pública en estos tiempos. En "Ampliación del campo de batalla" exponía un curioso vínculo entre el capitalismo y el sexo, bastante brutal, leit motiv que repite en otras de sus novelas. En "Plataforma", por ejemplo el tema de la obsesión sexual ocupaba el centro de la novela, y en cierto modo también en "Las partículas elementales", la que, para mí, es su mejor obra hasta la fecha. Sin embargo, la forma de tratar el sexo en MH es casi biológica, en el sentido de que lo analiza como si fuera un etólogo, vinculándolo a otro de sus temas recurrentes: la inmortalidad.
En "El Mapa y el Territorio", no hay nada en absoluto de sexo (hay una escena ¡en elipsis!), lo cual me ha sorprendido, dado que a veces daba la impresión de que este autor se apoyaba en el sexo y la provocación xenófoba para vender. Con esta novela ha demostrado que puede escribir bien sin recurrir a eso, una forma de tapar la boca a mucha gente. Creo que es una buena señal que prescinda de esos aspectos digamos más "comerciales" y aun así siga interesando.
Lo que más me ha llamado la atención de esta obra es el soterrado sentido del humor que utiliza Houellebecq, y que se manifiesta en ironías, los títulos de los cuadros que pinta Jed Martin, protagonista de la obra (donde se pone de manifiesto una crítica al mundo del arte y el negocio que se mueve en torno a él, pero enfocado como metáfora del capitalismo), y sobre todo en el hecho de que uno de los personajes principales sea el propio Michel Houellebecq, del que tenemos un retrato bastante demoledor: es un misántropo que vive alejado del mundo, en una casa en el campo, es depresivo, solitario, está de vuelta de todo... Vamos, que Michel se despacha a gusto contra sí mismo, lo cual es una muestra de autoironía. También aparecen otros personajes reales como el escritor Beigbeder, o gente del mundo cultural francés que desconozco (presentadores de televisión, por ejemplo).
La estructura de la novela es muy curiosa. Está dividida en un prólogo, tres partes y un largo epílogo, que casi es otra parte. En la primera, intercalado con el acontecer del relato, se nos hace una descripción de la vida de Jed Martin y su formación académica, sus escasos amores, etc. Me ha recordado por la forma de redacción, salvando las distancias, a un bildungsroman clásico, a un relato de formación como los del siglo XIX, solo que mucho más resumido, claro. En la segunda se nos narra la exposición y contacto del personaje principal con Houellebecq. Lo realmente impactante ocurre en la tercera parte, y aunque sea un spoiler, me resisto a no comentarlo. Cuando pensábamos que la novela sería una serie de disquisiciones filosóficas sobre el arte, el capitalismo, los empresarios etc, de pronto ocurre un crimen, el asesinato del propio Michel Houellebecq y su perro, que te deja estupefacta. El autor no escatima detalles acerca de la descripción del escenario del crimen y del estado del cadáver, decapitado y cortado en trocitos. Es inevitable sonreir mientras lees lo que el autor se ha hecho a sí mismo en la ficción, así como las disposiciones relativas a su funeral y entierro, y sobre todo la conversión al catolicismo (sorprende en una persona a priori tan nihilista, el tono más bien amable, lindante a veces con la compasión, con el que habla de la iglesia, los curas, etc). En esta parte la historia se centra en la investigación criminal (relacionada con el cuadro que Jed le pintó a Houellebecq) y el foco se traslada a uno de los policías que llevan esta, que naturalmente, también filosofa, en este caso sobre el sexo, pero de esa forma impersonal típica del autor. Aquí nos damos cuenta de que el tema de la novela es de nuevo el deseo de inmortalidad del hombre, el sexo como fuente de problemas y con origen, a fin de cuentas, de la mortalidad. El papel del padre de Jed también se vincula con el mismo tema, ya que padece un cáncer terminal, y al final, recurre a la eutanasia, a la cual parece el autor criticar también. Hay un extraño y descacharrante episodio en la clínica donde se ha aplicado esta que resulta muy llamativo en el tono general de la novela.
Otro de los temas de la obra es la patria de MH, la pérdida de sus valores culturales, y una reivindicación de lo propio (que yo creo que se manifiesta en la descripción bastante detallada de la gastronomía, los vinos, etc), además de la crítica a la "turistificación" de las zonas rurales con esos pueblos donde no vive nadie y que son como decorados perfectos.
La prosa es muy buena, como es normal en el autor, y con cierta semejanza a la de novelas de hechura clásica (casi decimonónica). Está más comedido de lo habitual en cuanto a lo punzante o ácido. Se centra más en lo filosófico. Esto hace que la novela parezca tener un ritmo algo plano (hasta el crimen anteriormente descrito). Es una novela plácida, sin grandes altibajos, y que quizás al tocar temas diversos desprende un cierto aroma de indefinición o de dispersión. El tono distante además lo logra el autor con una técnica que ya utilizaba en "Las partículas elementales", el de narrar la historia desde el futuro, como si todo eso ya hubiera pasado hace mucho mucho tiempo. De hecho, a veces hay alusiones a Jed Martin como un gran artista del pasado, como si quien contara fuera un historiador del arte recordándolo. La impersonalidad se hace más patente hacia el final, cuando se cuentan los últimos años de Jed Martin y sus últimos trabajos de fotografías donde el ser humano se diluye en el paisaje, y como dice el autor, la vegetación lo cubre todo... Un pasaje metafórico sobre el fin de la humanidad en la naturaleza que me ha recordado aquellas famosas páginas de "Al Faro" de Virgina Woolf, donde se describía la degradación de la casa, una vez que han muerto varios de los protagonistas (algunos jóvenes) que aparecían al principio, dejándote un regusto de desolación...
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