lunes, 28 de julio de 2014

La señorita Hargreaves, de Frank Baker

T.O.: Miss Hargreaves, 1940
Editorial: Alba
Colección: Rara Avis, nº 13
Traducción: Pilar Vázquez
430 páginas
22 €

Argumento:

Norman Huntley y su amigo Henry Beddow se inventan a una simpática y excéntrica octogenaria, la señorita Constance Hargreaves. Poco después, la dama aparece en Cornford, la ciudad donde residen ambos jóvenes.

Comentario:

«La señorita Hargreaves» parte de una idea interesante y atractiva (que un personaje ficticio cobre realidad), y lo hace creando expectativa desde un comienzo en el que Norman, protagonista y narrador en primera persona, se sitúa en un futuro desde el que relata lo que ocurrió.

A partir de ahí comienza a relatar de manera tan pormenorizada que a veces se pierde de vista lo que se supone el tema principal de la narración, el origen de la señorita Hargreaves, una creación en la que colabora su amigo Henry Beddow aportando algún detalle necesario (la bañera con la que viaja la señora).

La inclusión de nuevos personajes, entre los que se cuentan algunos habitantes del pueblo y la familia de Norman, testigos de su relación con la dama, alargan la trama con escenas que en ocasiones son tan irrelevantes  como repetitivas, por ejemplo las conversaciones entre excéntricas y surrealistas que mantiene Cornelius Huntley con su hijo en la librería familiar.

También hay pequeñas dosis de humor, tanto en la relación del protagonista con su creación, y la distinta percepción que tienen de ella otros personajes, como en la que mantiene con Marjorie, su novia, o momentos para criticar la hipocresía social (cuando opinan sobre la obra de Constance) que elevan ocasionalmente el interés en la lectura.

Es en la última parte, tras el incidente del cisne y la  conversión de la señorita en Lady Hargreaves, cuando la historia parece revivir, evolucionar, con el intento de rebelión de la dama, de enfrentarse a Norman al ser consciente de ser una creación del joven y temer por su existencia. Lamentablemente, el autor no profundiza en lo que se diría el tema central de la novela, o el más interesante, la relación entre creador y criatura, resolviendo la situación, y cerrando el círculo (regesan al lugar donde nació Constance) de forma casi precipitada y carente de emoción o creatividad.

En resumen, «La señorita Hargreaves» es una novela bien redactada, con momentos de humor, reflexión y crítica, no carente de interés y de lectura fácil y agradable, perjudicada por las expectativas que crea su argumento y un comienzo casi intrigante.


Cita de «La señorita Hargreaves»:

«Enseguida me tiré al agua. Zambulléndome en ella, recuperé la compostura. No sé si les pasa a otros, pero yo siempre puedo creer en mí mismo bajo el agua. No tener agallas, pero poder seguir viviendo con varios galones de esa sustancia acuosa sobre mí, siempre me da confianza en mí mismo. Últimamente había empezado a dudar de muchas cosas. De si la vida no sería un largo sueño; de si los sueños no serían realmente la vida; de si yo mismo existía realmente. Bajo el agua, sabía, de un modo u otro, que existía, y lo sabía porque, si permanecía allí abajo mucho más tiempo, dejaría de existir. Una extraña manera de probarlo, pero no por ello menos prueba.
Salí a la superficie, resoplé y miré a mi alrededor. De nuevo, volví a dudar de todo. La señorita Hargreaves... ¿era real? La había visto comer. Pero ¿era de verdad la comida que comía? ¡Maldita sea! ¡Era todo una pesadilla! Volví a sumergirme y buceé hasta el fondo del río. ¿Y si muriera? Entonces sabría que había existido. Bueno, pues ¿y si la matara? Me colgarían. No quería que sucediera semejante cosa. A mis padres no les gustaría. Marjorie saldría en la prensa. No. ¿Y si deseara con todas mis fuerzas que se alejara para siempre? Nunca podría hacerlo, a no ser que me convenciera de que no era real. ¿Había creído en ella cuando le di vida? Sí, firmemente; y había crecido más y más con cada nueva cosa que me inventaba sobre ella. ¿Podría obligarme a comportarme como si no estuviera viva? Henry y yo lo habíamos intentado, pero ahora habíamos incumplido el pacto.
Recordé una frase de mi padre: «Igual que yo, no te molestas en controlar lo que creas». Supongamos que terminara ella por controlarme a mí: me rondaba por la cabeza esta espantosa posibilidad.»


***T***

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