jueves, 11 de febrero de 2016

El inocente, de Mario Lacruz

 El inocente
Mario Lacruz
Ediciones Generales Anaya
202 páginas



Argumento:

Virgilio Delise es acusado de la muerte de su padrastro. Durante el traslado policial, se da a la fuga. La policía se moviliza para atraparlo, aunque es inocente.



Comentario:

Mario Lacruz fue un escritor poco prolífico que tuvo cierta repercusión en la postguerra española con esa novela, "El inocente", ganadora de un premio e inmediatamente traducida a varios idiomas. Hoy en día no es muy conocido, pero en su momento fue considerado el precursor de la novela policial española, aunque la obra que nos ocupa, origen de tal etiqueta, no encaje de manera exacta en lo que entendemos por "policiaco".

Ambientada en un lugar imaginario (que podría ser España), en ciudades llamadas Escala y Fuente-Lidia, desarrolla la historia de un musicólogo, Delise, que es acusado de la muerte de su padrastro, aunque él no lo ha hecho. El personaje, sin embargo, se considera a sí mismo "culpable", en un modo abstracto y general, siendo este detalle determinante para que la novela trascienda la temática y entronque con el existencialismo, más sutil y rebajado que en otras novelas europeas de la misma corriente. Las técnicas policiales y la investigación en sí no se desarrollan mucho. Hay menciones a autopsias, sin detalles, y se nos cuenta el punto de vista de los policías, pero eso no es lo importante de la obra.

Más interesante que el argumento (no deja de ser una persecución) son la técnica y el estilo literarios. Narrada en tercera persona durante casi toda su extensión, nos muestra el punto de vista de todos los personajes que aparecen, variando de unos a otros sin separaciones. Esto produce en el lector una cierta sensación de distanciamiento, como de ver la acción desde un punto de vista superior y ajeno. Sin embargo, también hay partes más intimistas, que contrastan con la acción pura, y donde se nos van revelando las diversas motivaciones e historia de los personajes. En realidad, se trata de pinceladas muy breves, y quizás algo superficiales.

Aunque se recurre a la narración temporal lineal, el texto está cuajado de flashbacks, muy bien colocados, y cambios de localización. Sin embargo, la estructura es claramente circular, pues comienza con cierto episodio que se repite al final, pero con distintas consecuencias.

Destaca sobremanera el estilo de la prosa, sencillo, pero muy ajustado y preciso, con frases despojadas de todo adorno que no dan lugar, sin embargo, a un texto seco. Gracias a la limpieza de la prosa, a la ausencia de descripciones largas y su carácter casi cinematográfico, la novela se lee en un momento.

Los personajes (bastante numerosos teniendo en cuenta la breve extensión de la novela) están solo esbozados, así como sus conflictos internos y aspiraciones. De todas formas, parece contener mucho más que lo que se ve a simple vista, apuntándose hilos que no se desarrollan pero que quedan ahí para que el lector complete (la relación entre Delise y su hermanastra, entre este y su cuñado, etc). El propio autor, en una entrevista que se incluye al final del libro, habla de que le hubiera gustado desarrollar más personajes como el del inspector Doria, pero que por motivos de censura (la obra se publicó en los años 50, durante la dictadura de Franco) no lo pudo hacer. También se aprecian ligerísimas alusiones a la política, con algún personaje que parece haber estado en guerrillas maquis (el eufemismo utilizado en la obra es "la causa"). El autor, en la entrevista citada, alude a los trucos para burlar la censura, que incluyen el extranjerizar los nombres y situar la acción en una localización no claramente española o ambigua (eso explica los nombres extraños como Lucius, Demetriu, Selbi y similares).

Para finalizar, hago notar el fantástico trabajo de la editorial Anaya, en esta colección de clásicos para jóvenes (de la cual tuve algunos tomos en mis tiempos), donde no solo se incluye el texto, enriquecido con ilustraciones, sino también, al final, un interesante apéndice con el marco socio-cultural de la novela, del autor, entrevista con este y bibliografía. Nótese la abrumadora diferencia entre esta edición y las que hacen ahora para jóvenes, crepúsculos y similares...

En resumen, un libro que, según los estudiosos, representó uno de los primeros acercamientos de la literatura española al género policiaco, aunque también bebe del realismo (pese a cierta ambientación un poco onírica en ocasiones) y del existencialismo, de trama un poco floja, pero que se lee bien y diría que no ha quedado desactualizado en absoluto.


¿Qué te ha parecido la reseña? ¿Te apetece leer este libro? ¿Ya lo has leído? (Los comentarios están moderados con lo cual tardan un poco en salir. Gracias por tu opinión)

1 comentario:

  1. El inocente
    En el setenta y uno he leído el inocente de Mario Lacruz. Me encanto, la recuerdo como si fuera hoy. Para mí es más una novela psicológica que policiaca, a pesar de que es un premio Simenon. En la policiaca el lector hace de detective y quiere encontrar al criminal, en esta tiene que hacer el papel de Jung (no digo de otros psicólogos siquiatras porque es más bien un paciente de Jung que de otros) y buscar la causa de la neurosis que lo lleva a escapar de la policía, la clave es una frase del atormentado Julien Green, que dice así: (la digo de memoria) “Inconscientemente tenía sentimientos de culpabilidad, por algo, por algún delito ya olvidado que no es menos grave por el hecho de no acudir a mi memoria; por ello, sin duda, me fue imposible quejarme o sublevarme contra mi destino” El lector tiene que buscar que es lo que hay en esa parte oscura llamada inconsciente. El, no atiende al viejo que le pide ayuda, lo abandona marchándose de casa, era el ultimo recurso que le queda para salir del apuro, es lógico que le diera un infarto y rodara por las escaleras. Virgilio tenía una formación cristiana, de niño se sentaba a leer la biblia. El padrastro era un maleducado, lo apocaba. Un día, jugando con su hija pasa una asquerosa rata y el niño se inquieta como lo haría yo a pesar de los años; y el viejo cascarrabias le dice: ¡Mira, les tiene miedo a las ratas! Anda, súbete a una silla como una señorita; ¿Verdad que tu no le tienes miedo a las ratas? le dice a su hija. Yo si contesta la niña, Galanteándose con el niño, ¡Ah mira que galán!, contesta el cascarrabias. Todo esto apoca a un niño que ya de por sí, era apocado y eso se clava en el alma, más, en un niño que no se levanta y va a jugar un partido de fútbol con los demás niños y se olvida de todo. En otra ocasión le dice a la madre, o su esposa: Tu primer marido no debió de ser ningún atleta, quería aprovechar sus trajes y ninguno me vale. El lector tiene que ponerse en el sitio de niño y ver lo maleducado que es. El niño tiene una idea formada de la persona como tenemos todos y a cada cual la tratamos según el concepto que tenemos sin ponernos a reflexionar. No lo socorre, pero esto no aflora a la conciencia, pero está en el alma, en la mente, en la parte oscura, de ahí la neurosis. Haz bien y no mires a quien. Mario no fue comprendido, no me extraña que no quisiera publicar más que esos tres libros y luego dedicarse a editar. Tenia 24 años cuando lo publicó; forzosamente tenía que haber leído a Jung para crear ese complejo personaje. También yo tenia 24 años cuando he leído este libro, y si no supiera nada de Jung tampoco lo entendería. Jung nos cuenta que un chico muy inteligente, le fue con un manojo de folios muy bien escrito y corregido como para llevar a la imprenta, que sabía que estaba sufriendo una neurosis y le dice: Haber, donde está la causa de mi neurosis que no la encuentro. Después de leer todo aquello se pregunta quien costea aquella estancia en Niza; y se entera por detrás de él, que era una pobre maestra de escuela que se privaba de muchas cosas para favorecer a él. Cuando se lo dice, le contesta que ese dinero se lo entregaba de una forma espontánea. Jung se entera que la chica vivía loca perdida por él y esa falta de escrúpulos era la causa de su neurosis de la que él no tenía conciencia, pero estaba en la parte oscura de su alma. Sabido es que uno de los medicamentos que más venden las farmacias son los recetados por los psiquiatras, y también ahora los receptan los médicos de cabecera. Mucho Prozac y nada de Platón

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