lunes, 31 de mayo de 2021

Las niñas que soñaban con ser vistas, de Pablo Rivero

Editorial: Suma, 2021
390 páginas
19,90 €
Ebook; 8,99 €

Argumento:

Mientras acude a un evento de empresa, Pablo se obsesiona con la desaparición de una adolescente.

Comentario:

Se supone que una novela de misterio ha de tener eso: giros, sorpresas, revelaciones inesperadas… Quizá por eso llama la atención que tanto en la sinopsis, como en las entrevistas al autor, e incluso en la obra, que empieza con una frase que hace anticipar alguna de las supuestas sorpresas, parezca no tenerse muy en cuenta.

Alguien que haya leído unas cuantas historias del género, y lo haya hecho de forma activa, intentando adelantarse tanto al autor como a su protagonista en la resolución de las tramas, no tendrá mucha dificultad en deducir casi todo lo que pasa (cuando se intenta sorprender a costa de perder la “credibilidad” es imposible adivinarlo todo), sobre todo según transcurre la narración, centrada en un personaje principal y, casi, en un solo escenario principal.

En Las niñas que soñaban con ser vistas, es de imaginar que de forma involuntaria, la forma en la que el autor cuenta lo que sucede, las situaciones en las que insiste repetidamente, logran eliminar buena parte del factor sorpresa. Lo que pasa durante el evento para celebrar el aniversario de la agencia para la que trabaja Pablo es significativo, desde la insistencia en que haga algo a su situación posterior. 

En cuanto a los personajes, aunque la obra está escrita en tercera persona, al único que se “conoce” es al protagonista, mientras que al resto (Lisi, Elvira, Ángel, Urdanegui, Jaime…) se les muestra a través de sus impresiones. Lo “malo” es que Pablo no cae demasiado bien: desde el principio se muestra egoísta, egocéntrico, capaz de ocultar y mentir cuando le conviene, autoindulgente…

La novela se hace larga. Más allá de la pormenorizada descripción de la Torre Iberdrola o la historia de la creación de Mamá, la enorme araña situada junto al Guggenheim, y la obsesión de Pablo por ella, que podría considerarse como parte de la ambientación, es la reiteración de situaciones similares, que parecen indicar hacia qué y quiénes dirigir las sospechas, más allá de las apariencias, lo que alarga en exceso la historia.

Por otro lado, pese a titularse Las niñas que soñaban con ser vistas, da la impresión de que Laura García Hernández, la adolescente que desaparece al principio de la obra, es un recurso para hablar de otras cosas, relacionadas con el poder, la crueldad humana o la personalidad y psicología de Pablo. Incluso la resolución de su caso resulta poco satisfactoria, tras un gesto tan espectacular como absurdo por parte del protagonista que en realidad no soluciona, ni cambia, nada. 

La serie de “sorpresas” finales (absurdas en su escasa credibilidad, el clásico intento de que no se pueda adivinar lo que va a pasar que tanto gusta a algunas personas), confesión pormenorizada incluida, la decisión de Pablo y la última escena, que sugiere un final abierto, en algunos aspectos, que puede resultar desalentador, no contribuyen a mejorar lo leído hasta entonces.

Mencionar la breve referencia a Jon Márquez y su serie Killing neighbors, de la anterior obra del autor, Penitencia, con la que tiene en común protagonistas con quienes resulta difícil empatizar, que tardan en arrancar”, escenas desagradables (que no aportan otra cosa que producir rechazo a modo de recurso facilón)  y repetitivas, previsibilidad... También hay alguna mención a la primera novela, No volveré a tener miedo, de la que, quizá, revela demasiado...

En resumen, Las niñas que soñaban con ser vistas es una novela correctamente redactada, a ratos repetitiva y demasiado obvia, excesivamente larga, que resulta menos sorprendente de lo que pretende, y no acaba de convencer en la forma en la que comunica lo que se supone que es el mensaje que pretende transmitir.


***T***

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