Carlos Augusto Casas
320 páginas
Ediciones B
Argumento:
En una España distópica futura (2030), creada después de la Gran Pandemia, el ministerio de la Verdad es el verdadero poder en la sombra, al cual solo se oponen unas pocas personas, entre ellos un viejo periodista que cree que hay algo que no cuadra en el anuncio del gobierno de abrir nuevas residencias de ancianos seguras a cambio de quedarse con su pensión. Su hija se implicará en el asunto al ver que han desaparecido todos los artículos escritos por su padre y este, supuestamente, se ha suicidado.
Comentario:
Una novela estilo thriller, y que, por lo tanto, se lee fácil. La prosa es correcta y funcional, sin florituras, pero tiene un toque distintivo respecto a otras historias, y es la gran carga crítica que arrastra y de la que no se libra prácticamente nada, ni siquiera la democracia (elecciones amañadas con programas informáticos, etc), o la prensa (los periodistas están vendidos y no pueden escribir de lo que quieren).
Aunque la acción se sitúa en el futuro, es inevitable ver paralelismos con la situación actual, con todas sus prohibiciones y merma de derechos, pero, sobre todo, en la manipulación de masas y medios. No es muy sutil el autor en su homenaje a 1984 y a Fahrenheit 451.
La obra comienza bien, pero por desgracia va de más a menos, llegando a un desenlace, a mi modo de ver, insatisfactorio y bastante previsible.
La novela, en general, es deprimente, como todas las historias que reflejan en mayor o menor grado la situación actual. Y lo más deprimente no es la censura o los recortes de derechos, sino la falta de consciencia de la gente al respecto. En la novela solo las personas mayores, que han conocido como era la vida anterior, y poco más, son capaces de oponerse al sistema. El resto lo asumen sin problemas.
Dejando aparte la loable intención del autor, también hay aspectos negativos en la obra. En primer lugar, la ambientación es un poco retro para ser del año 2030. No solo no se siente que haya avanzado la tecnología sino que incluso parece ambientarse en épocas pasadas o bien atemporales. Quizás sea algo buscado, no lo sé, pero queda un poco raro. Sin embargo, parece existir un cierto grado de inteligencia artificial y de algo que el autor cita al menos cuatro o cinco veces de forma errónea como "logaritmo" y que yo entiendo que se trata de "algoritmo".
También hay situaciones un poco surrealistas como que se presente como novedoso o "extraño" que haya residencias de ancianos que alojen a la gente a cambio de su pensión. Eso sí, el autor presenta estos centros como si fueran el horror. De hecho, en la novela, se engaña a la gente con publicidad falsa para convencer a las masas, en especial a los ancianos que aún protestan por los derechos perdidos (que por cierto, no terminan muy bien).
Hay demasiadas muertes en la novela que, lejos a aumentar el dramatismo, crean una situación repetitiva.
Los villanos son bastante lineales, como de opereta. En realidad, todos los personajes siguen líneas clásicas de actuación en este tipo de novela, tanto los protagonistas como los antagonistas.
La novela podría haber sido mucho mejor de haber incidido más en la crítica, de forma más sutil y efectiva quiero decir, sin caer en el sermón como ocurre aquí, y dejarse llevar menos por crear escenas efectistas, algunas de las cuales caen incluso en el ridículo, como la recepción de la periodista protagonista por su jefe al final de la novela, con aplausos incluidos.
En resumen, una novela que empieza bien, con homenajes a los clásicos incluidos, y toques de nostalgia por un mundo que se ha sustituido por una distopía donde el concepto de verdad es sumamente dudoso y se manipula, censura y mata a gente para mantener el discurso oficial. Pero que termina siendo bastante ineficaz debido a la inexistencia de misterios que involucren secretos más concretos o trascendentes, y al uso de discursos y sermones para expresar la crítica.
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