Al llegar a su casa, Mercedes encuentra a su sobrino Ricardo sentado al piano, congelado. Sale a avisar a la policía, que se encuentra con que el cuerpo ha desaparecido, para aparecer más tarde en otro lugar.
Comentario:
Doce abuelas es una novela de misterio que, sin aportar novedades al género, y siguiendo sus normas, se ve perjudicada por la forma en que está redactada, en este caso en primera persona y presente, excepto el primer capítulo, alternando las "voces" de Genoveva y Adolfo, más la de él, tan similares que, de no ser porque se indica al comienzo de cada punto de vista, y sus diferentes vivencias, casi parecerían protagonizadas por el mismo personaje, dada la poca personalidad con la que está redactada la obra. Tampoco faltan las ocasionales intervenciones, en cursiva, del personaje que ha cometido el crimen, asépticas, sin mencionar nombres, para que no se sepa ni si es hombre o mujer.
La narración en primera persona y presente puede presentar problemas si no está bien redactada, como es el caso, en especial en los capítulos protagonizados por Adolfo. Cuando "habla" Genoveva, aun con ciertos excesos en cuanto al relato de lo que hace, sigue los pasos lógicos que llevaría a cabo alguien cuya pareja ha desaparecido y con quien no puede comunicarse. Llama a familiares, acude al lugar donde se supone que tenía que estar su marido, habla con posibles testigos, con la policía, etc...
Sin embargo, los pasajes de Adolfo son menos convincentes y perjudican a la novela en varios aspectos. Por un lado, la alarga con demasiados datos que no parecen necesitar todo el espacio que ocupan, detalles que en muchos momentos se tornan tan explicativos que llaman la atención, en parte por su escasa credibilidad, lo que puede hacer sospechar que se trata de pistas y que se adivinen algunas cosas mucho antes de que lo haga el protagonista, eliminando el supuesto efecto sorpresa.
Detalles que en una narración en tercera persona no suelen justificarse tanto, ocupan varios párrafos, a veces páginas, en el relato de Adolfo, destacando la escasa coherencia y lógica de muchas de las cosas que dice y hace, o las que da por ciertas porque él quiere que sean así.
A partir de cierto capítulo, el protagonista decide quien ha hecho qué, con pruebas circunstanciales o incluso sin ellas, hasta que se demuestra que no es posible, y va cambiando de sospechosos según habla con los habitantes del lugar, con la misma absurda convicción sin motivos, cada vez que se demuestra que no acierta, y son varias, hasta que por fin acierta. Y lo hace, como en sus especulaciones anteriores, con argumentos un tanto caprichosos, que podrían, o no, ser acertados.
El giro absurdo en el último capítulo, breve y poco creíble, parece un afán de dar la sorpresa a última hora mas que un comportamiento acorde con lo que se sabe de uno de los personajes, aunque en su mayoría no tienen mucha profundidad, pese a que hay varios con potencial no desarrollado. Destacan Genoveva y, sobre todo, Adolfo, que puede llegar a caer mal en muchos momentos.
En resumen, Doce abuelas (título poco acorde con el contenido), es una novela cuyo fondo se ve perjudicado por la forma, que hubiera podido ser más entretenida si estuviera mejor redactada. Se agradece que el autor de pistas, algunas tan obvias que, como se ha señalado, permiten adelantarse demasiado a la principal "sorpresa".
***T***
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Si bien la trama me ha parecido interesante, el desenlace ha sido muy repentino. Demasiado embarullado por uno de los personajes, Adolfo, que va de mata en mata buscando una solución que le cuadre. Redunda en las descripciones. La verdad es que me ha costado terminarlo.
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