Argumento:
Una misteriosa mujer, recién enviudada, encarga al librero Inchbold la búsqueda de un manuscrito llamado el Laberinto del Mundo, para lo cual solo dispone de un exlibris. Tras una larga y enrevesada trama descubrirá que el texto es algo más que un tratado hermético rosacruz: encierra toda una conspiración global que incluye espionaje, navíos hundidos, tesoros, los intereses de varias naciones, el duque de Buckingham...
Comentario:
El libro me ha resultado aburrido y pesado. De hecho, lo he compaginado con otro y lo dejé de leer durante días debido a que no me enganchaba en absoluto.
El punto de partida no puede ser más interesante, aunque como es casi lugar común en este tipo de novelas, hay dos tramas paralelas que se juntan al final, pero de un modo insatisfactorio, ya que si elimináramos una de ellas, la del pasado, no afectaría para nada al argumento. En esta se narra la huida de Praga de los padres de la viuda, en la cual el autor no nos ahorra vicisitudes: persecuciones, cañonazos, naufragios en el hielo (eso sí, muy plásticos), etc...
El autor parece dominar bien la historia del siglo XVII, y también los temas herméticos, pero los explica de un modo un poco tedioso, con largas parrafadas que solo sirven para hacer un compendio de los conocimientos de la época, que pueden resultar más o menos interesantes, pero no hacen avanzar la trama. Es como si el autor quisiera mostrar todo lo que ha investigado para el libro y no se midiera en absoluto.
Aunque parece realizar un esfuerzo en la descripción del personaje principal, Inchbold, que cuenta el relato en primera persona, todo se queda a medias; nos cuenta su vida en fascículos, pero eso no tiene ninguna función narrativa.
Además, el autor empieza el libro de la peor de las maneras posibles, con larguísimas descripciones tanto de lugares como de la biografía del protagonista. A lo largo de todo el libro el exceso descriptivo se repite, logrando un texto denso e impenetrable, que no está mal escrito, de todas formas. Esto, unido a los pocos diálogos, hace que la lectura se alargue y canse.
Además, la investigación de Inchbold resulta a veces un poco farragosa de seguir, por no mencionar los “golpes de suerte” que le hacen descubrir ciertos locales en Londres y otras pistas.
En cuanto a la otra trama, pues la verdad aburre soberanamente, sobre todo porque no se le ve el objetivo.
El final es lo único movidito, una escena de lo más “gótico”, con destrucción de mansión incluida, agua por todas partes, gente huyendo, disparos... Muy heavy.
Lo mejor: las descripciones de la mansión de Alethea, la biblioteca, los volumenes que heredó de su marido, y algunas anécdotas históricas.
Lo peor: la manera tan plomiza de narrar.
No me ha despertado el interés en ningún momento, aunque podría gustar a adictos al género y a personas interesadas en la historia.
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