El despertar de la señorita Prim
Natalia Sanmartín Fenollera
Planeta
336 pp
Argumento:
La
señorita Prim acude a una entrevista de trabajo en casa del "hombre del
sillón", quien necesita una bibliotecaria para poner orden en sus
libros. El pueblo donde habita está lleno de gente excéntrica que ha
renunciado a la modernidad en todos los sentidos y se refugia en valores
del pasado y en la cultura clásica. Los lugareños tratarán de convertir
a Prim a su culto sectario.
Comentario:
Lo
primero que llama la atención cuando se empieza a leer el libro es el
tono deliberadamente anacrónico que ha adoptado la autora para contar
esta historia de supuesta transformación interior. Anacrónico no solo en
el estilo literario sino también en las ideas que plasma.
Para
poder vender la novela a muchos países, no se indica dónde transcurre
la acción (se dice que se trata de un pueblo llamado San Ireneo de
Arnois, pero no se especifica el país ni la región, en consonancia con
su carácter de novela simbólica, alejada de todo realismo), así como
tampoco se nos ubica en unos parámetros temporales concretos, aunque se
intuye que transcurre en la actualidad, paradigma según la autora de
todos los males. San Ireneo podría verse como un espacio claramente
utópico, una sociedad perfecta (según lo que para la autora es perfecto y
deseable), donde todos son felices y comen perdices con su economía
autárquica, alejados de la civilización, disfrutan de los clásicos
griegos, y siguen las enseñanzas del venerable gurú de la región, un
monje benedictino que les inspira, ya que todo lo material es malo y
solo la contemplación platónica de la belleza es una virtud.
En
lo que respecta a la prosa sorprende su excelente calidad literaria. Es
un libro muy bien redactado; sin embargo, la historia en sí es sencilla
y parca en episodios novelescos, pudiendo considerarse que se trata de
un larguísimo diálogo platónico donde unos y otros hablan soltando
perlas filosóficas con un lenguaje elevado. En cierto modo me ha
recordado un poco a ciertas novelas francesas de moda como "La Elegancia
del Erizo", solo que la obra de Barbery es infinitamente más profunda,
compleja y anticonvencional, menos complaciente y algo más alejada de lo
que se considera un "bestseller de manual", o incluso a "La delicadeza"
(de Foenkinos), palabra que se cita varias veces en el libro como
virtud deseable en este mundo pasado de moda. A pesar de las
apariencias, no se trata de un libro denso, sino más bien todo lo
contrario. Está escrito con ligereza y contiene una alta proporción de
diálogos y escasas descripciones.
Como
dije al inicio, la autora huye de todo realismo y nos regala unos
personajes que hablan todos igual, en el mismo tono elevado, de
catedrático o filósofo, citando clásicos griegos, romanos, ingleses,
poemas, en diversas lenguas, incluidos, ojo, los niños, los cuales se
entretienen leyendo la Eneida en latín y representando Antígona. No en
vano todos poseen miles de carreras universitarias y conocimientos en
lenguas muertas y vivas que dejarían pasmado al profesor Lidenbrock. Es
difícil distinguir personajes cuando todos son capaces de citar a los
clásicos y tienen el mismo tono decimonónico de expresión, cosa que
resalta más al haber tantos diálogos. Estos son muy elaborados, y al
tiempo acartonados, como si esta gente solo supiera hablar de temas como
literatura, belleza, Teología, amor y, sorprendentemente, del
matrimonio y de la búsqueda de marido, en una especie de homenaje a la
literatura austeniana. Los hombres parecen no estar incluidos en estas
reflexiones, dado que se trata de una novela femenina (dirigida al
público femenino) donde el género masculino está solo para ocupar el rol
de posible marido o interés romántico.
Naturalmente,
y dado que la novela se va a vender en países extranjeros, los
habitantes del pueblo tienen todos nombres multinacionales. Imaginamos
que provienen de diversas culturas europeas, aunque como son tan
sumamente cultos y dotados del don de lenguas se entienden muy bien
entre sí. Sin embargo, es curiosa la selección de clásicos, sobre todo
literarios, que manejan en este pueblo, casi siempre obras de origen
anglosajón, como las de Jane Austen (¿Hay algún libro de esta clase
donde no se cite a Jane Austen? Dios mío, qué daño ha hecho esta
autora), Mujercitas, John Donne... La autora ningunea los clásicos de la
literatura en lengua castellana como si fuera una literatura inferior a
la inglesa, francesa, latina, italiana, alemana... Me ha parecido un
gravísimo desprecio, pero bastante frecuente hoy en día. Comprendo, una
vez más, que se trata de dar un aire internacional a la obra con objeto
de colocarla mejor por esos mundos...
La
mayor parte del libro se basa en el diálogo y confrontación entre el
"hombre del sillón", fundador del pueblo (colonia o especie de secta
estilo amish), dueño de una biblioteca inmensa, racional y al tiempo
espiritual, y la señorita Prim, caracterizada por la autora como "mujer
moderna, con muchas carreras (cómo no), pero engañada y atrapada en la
dinámica de ruido actual que impide disfrutar de las pequeñas cosas de
la vida". En realidad, el contraste no me ha parecido tan fuerte entre
estos dos personajes, ya que ella también conoce todos los clásicos y
también es elevada. Él cita, no sé, cualquier cosa, algo de Homero, y
ella sabe exactamente a qué se refiere. Habla de las obras de Beda el
Venerable, y naturalmente ella lo ha oído mentar, así como cualquier
referencia a libros desconocidos por las masas. Cada vez que se
enfrentan dialécticamente él sale ganando, ya que la señorita Prim está
súper engañada por la sociedad actual y el hombre del sillón (y las
personas del pueblo con las que habla) le demuestra una y otra vez cuán
errada va por la vida. Ellos siempre tienen la razón, que argumentan y
defienden del modo más dogmático posible y ella, pobrecita, ha de abrir
los ojos y "despertar" de su engaño.
Dejando
aparte sus conocimientos tan superiores y elitistas, los habitantes de
este peculiar pueblo tienen a gala su pensamiento cerebral, alejado de
pasiones nocivas, lo cual los hace parecer una especie de robots que
sueltan sentencias y tratan de aleccionar a la protagonista en sus (para
mi opinión) trasnochadísimas ideas, y concepciones despreciativas hacia
las mujeres "independientes" y "sin marido". Interesante frase al
respecto que ilustra bien el estilo de pensamiento de la novela:
"Por otra parte, debía reconocer que no le repugnaba del todo la idea del matrimonio. Ciertamente había dicho siempre lo contrario, pero como muchas mujeres de su especie, la señorita Prim solía despreciar aquello que secretamente temía no llegar nunca a obtener."
Me
parece loable que la autora exprese sus ideas sin rodeos, ideas tan
contrarias al espíritu actual, ya que denota una gran convicción y
valentía, pero no me gusta su tono de libro de autoayuda o de sermón. Es
curioso que no haya una voz discrepante o crítica que nos haga
relativizar lo expuesto. Eso lo convierte todo en dogmático, como si
ellos fueran los que tienen la razón y los que han elegido lo correcto.
La señorita Prim no defiende nada bien, a mi modo de ver, su postura, y
cae siempre rendida ante la dialéctica del niños, mujeres ancianas, el
hombre del sillón, por el que, además, siente un leve interés romántico,
que seguramente mantendrá a muchos lectores enganchados en la
esperanza, vana, de que ocurra "algo" entre ellos...
En
cierto modo esta novela ha supuesto para mí una decepción, por cuanto
el probado talento de la autora para la literatura se pierde en una
fábula en exceso simplista y previsible, con una pretensión de
profundidad que no es tal en cuanto se analiza un poco el mundo utópico
presentado, y que, además, se desinfla a partir de la mitad. Su idea de
retorno a la vida sin ruido, a la belleza, a los "buenos valores" de
antaño, podría ser válida si estuviera mejor argumentada, si hubiera
personajes diferentes con diferentes posiciones ideológicas, si dejara
al lector la valoración de las susodichas, si la autora no tuviera esta
concepción de lo cultural tan sumamente elitista y exclusiva, si hubiera
un poco de ironía... Para terminar, y esto ya es algo personal, a mí no
me convencen las teorías de la autora sobre lo ideal de esta vida
"utópica", algunas de las cuales desprenden un cierto aroma
reaccionario.
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