martes, 9 de abril de 2019

La Red Púrpura, de Carmen Mola

Editorial: Alfaguara, 2019
430 páginas
19.90 €
Ebook: 9.99 €

Argumento:

La inspectora Elena Blanco y su equipo investigan la organización Red Púrpura, a la que cree relacionada con la desaparición de su hijo, Lucas, ocho años atrás.

Comentario (con SPOILERS):

Si de la anterior novela de la autora, «La novia gitana», se podía decir que era previsible, que utilizaba los tópicos de las historias con asesino en serie que comete crímenes macabros, de «La Red Púrpura» se puede decir lo mismo, en esta ocasión con bastante menos dosis de escenas desagradables, aunque todavía hay alguna.

Quizá la principal diferencia entre ambas obras sea que, en la segunda, el caso se ha convertido en algo personal, con lo que eso conlleva en el tratamiento de situaciones y personajes. Se agradece, además, el relativo cambio argumental, del asesino en serie a la organización criminal, aunque tampoco esta vez se libra de los tópicos del género y da como resultado una historia que es incluso más previsible que la primera.

Que se pueda prever lo que va a suceder no tiene que ser necesariamente algo negativo. En «La Red Púrpura» la autora da las pistas necesarias para que alguien que haya leído unas cuantas novelas similares sea capaz de adelantar lo que va a ocurrir, casi cada giro, lo que elimina el factor sorpresa casi por completo, aunque también evita engañar a quien lee con la única finalidad de sorprender.

No es difícil intuir lo que ocurrirá con la trama de Orduño o cómo se resolverá la relación entre Elena y Lucas (la más lógica, casi la única posible y, desde luego, la mejor a nivel emocional y dramático). Incluso se puede deducir la identidad del personaje responsable de la organización (no hay muchas opciones).

A excepción de la protagonista y el mencionado Orduño, cuyo relativo protagonismo se origina en las «exigencias del guión», el resto de los personajes, como en la novela anterior, carecen casi por completo de personalidad o interés, siendo uno de los más perjudicados Zárate, quien pasa a ser mero comparsa, confundido entre el resto de los componentes de la BAC, dedicados a tareas de interrogatorios y poco más.

Curiosamente, algunos de los secundarios tienen una misión más interesante, aun sin estar muy desarrollados, al servicio de la historia principal, la que subyace por debajo del caso, la relación entre madres (y padres) y sus hijos (e hijas). Así, lo que sucede en la familia compuesta por Soledad, Alberto y su hijo Daniel, se utiliza para que Elena Blanco reflexione sobre lo que puede ocurrir si encuentra a Lucas, en cómo reaccionaría ella, ¿haría como Soledad, o como Alberto?

Incluso Lucas, durante su secuestro, se encuentra con personas que ejercen de figuras materna y paterna, y se habla del máximo responsable de la Red Púrpura como el Padre (y tiene su propia historia familiar con raíces en el pasado).

También el caso de Mar Sepúlveda, decidida a recuperar a su hija Aurora, se relaciona con la búsqueda de Blanco y la afecta a nivel emocional, volviéndola, al contrario de lo que cree Orduño −No, Chesca, es peor que eso. Elena nos trata como si fuéramos piezas de un engranaje. Para ella no somos personas. Ha perdido por completo la capacidad de empatizar.»), más humana, capaz de identificarse con el sufrimiento de otras personas. La búsqueda de su hijo convierte a la protagonista en un personaje más interesante y «real» que en «La novia gitana», y la evolución, lógica y creíble, que sufre a lo largo de la historia, en lo más interesante de la novela.

Una redacción tan convencional como falta de personalidad, para bien y para mal, y una sucesión de hechos que siguen el orden adecuado, con ocasionales excesos, más evidentes en las dos ocasiones en las que un personaje está en peligro (es evidente que no le va a pasar nada grave) y el resto se dedica a buscarle, alternando las escenas con la finalidad, no del todo lograda, de crear tensión e intriga.

El clímax final, consistente en dos partes: el reencuentro entre Elena y Lucas y la identidad de el Padre, se resuelve con desigual interés. Por una parte, está el reconocimiento de la identidad y el relato presuntuoso de todo lo que ha hecho y por qué en una escena muy vista. Por otro lado, da la impresión de que falta algo en la última escena que comparten madre e hijo, quizá algo que le dé más profundidad.

En resumen, «La red púrpura» es una novela sencilla, previsible, entretenida, que no aporta novedades al género pero tampoco es su peor exponente, siendo su mejor baza la evolución de la protagonista.


***T***


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