T.O.: La Vérité sur l'Affaire Harry Quebert, 2012
Alfaguara, 2013
Traducción: Juan Carlos Durán Romero
666 páginas
22,00 €
Argumento:
En 2008 el escritor en crisis Marcus
Goldman decide escribir sobre un asesinato sucedido 33 años antes, del que
acusan a su mentor, Harry Quebert.
Comentario:
«La verdad sobre el caso Harry Quebert»
es una novela que puede adscribirse a diferentes géneros y temas (misterio,
amor, metaliteratura), lo que permite varios niveles de lectura y la
posibilidad de interesar a un amplio tipo de personas.
La historia, que no solo abarca
distintos géneros, sino que sucede en tres épocas principales (1975, 1998 y
2008) y cuenta con varias «voces», que van desde Marcus y Harry en primera persona
hasta la narración en tercera para los hechos «objetivos»: cartas, fragmentos
de las obras de los protagonistas, extractos de interrogatorios etc…, que
además se alternan entre sí, podría verse perjudicada por todo esto si no
contara con un esquema bien planificado.
Aunque pudiera parecer que se trata de
una novela compleja debido a su estructura no lineal, una cuenta atrás que
comienza ocho meses antes de la publicación del libro de Goldman, la inclusión
de fechas y lugares en cada cambio de escenario y una narración sencilla en la
que abundan los diálogos, hacen que sea difícil perderse entre las complicadas
relaciones de los habitantes de Aurora, New Hampshire.
En cuanto a los géneros, y aunque gran
parte de la trama gire en torno al amor entre un adulto de 34 años y una
adolescente de 15 que recuerda a Nabokov (Lo-li-ta / N-O-L-A), y al cambio de
percepción que tienen tanto la imagen como la obra de Quebert al conocerse lo
sucedido entre ellos, quizá no es la parte más conseguida de la novela, al
estar narrada con cierto desapego, contando más que mostrando los sentimientos
de Nola y Harry. Incluso las citas de Los orígenes del mal, la novela,
calificada de obra maestra, que cuenta su amor, y ha sido famosa durante
décadas, parecen un tanto convencionales.
La novela de misterio está más
conseguida. El autor consigue crear una expectativa creciente apoyado en las
continuas revelaciones, equívocos, detalles interpretados de una u otra manera,
pistas, fragmentos del pasado que pueden ser, o no, como se cuentan. Algunas de
las sorpresas son más previsibles que otras, y el autor juega con cierta
ambigüedad en la forma de relatar algunas cosas que consigue que algunos
detalles pasen desapercibidos. Si bien no se le puede acusar de mentir, ya que
una lectura atenta permite darse cuenta de que hay algo extraño en varias de
las cosas que se dan por seguras no se dan suficientes datos para deducir todo
lo que ocurrió aquel 30 de agosto de 1975… y antes, y después, aunque sí es
posible resolver alguno de los enigmas del caso, adelantándose al protagonista.
Sin embargo, lo que más destaca no es la
historia de amor poco convencional ni una trama de misterio que engancha hasta
el punto de querer seguir leyendo hasta saber cómo se resuelve el asesinato de
Nola Kellergan, sino la trama metaliteraria, íntimamente unida a las otras, al
punto de ser inseparables, dotando a la novela de una profundidad que de otra
manera no tendría.
El inicio de cada capítulo, con un breve
diálogo entre Goldman y Quebert, la literatura como manipuladora de emociones,
la forma en que las grandes editoriales publicitan las obras que publican, la
búsqueda de inspiración, de gloria, de inmortalidad, la dicotomía entre hacer
lo que agrade a la mayoría o la sinceridad, la inevitable decepción que produce
el profundo conocimiento de un mentor que no es como se le suponía, la
evolución de un Goldman torturado por su incapacidad de escribir una segunda
novela mejor que la primera, que supere a esa Los orígenes del mal que ha
pervivido durante décadas, la madurez alcanzada tras la búsqueda de la verdad,
la honestidad final del protagonista como escritor y como persona. Eso es lo
que hace de La verdad sobre el caso Harry Quebert una novela que trasciende el
género, convirtiéndola en algo… diferente.
Citas de La verdad sobre el caso Harry
Quebert:
31. En los abismos de la memoria
«El primer capítulo, Marcus, es
esencial. Si a los lectores no les gusta, no leerán el resto del libro. ¿Cómo
tiene pensado empezar el suyo?
—No lo sé, Harry. ¿Cree usted que algún
día lo conseguiré?
—¿El qué?—Escribir un libro.—Estoy
convencido de ello.»
***
—Marc, no lo entiendes: eso podríamos
haberlo hecho hace unos meses. Ésa era la estrategia: aprovechar tu éxito,
alimentar al público, darle lo que pedía. El público quería a Marcus Goldman,
pero como Marcus Goldman se marchó a tocarse las narices a Florida, los
lectores han ido a comprarse el libro de otro. ¿Has estudiado algo de economía,
Marc? Los libros se han convertido en un producto intercambiable: la gente quiere
un libro que les guste, les relaje, les divierta. Y si no se lo das tú, se lo
dará el vecino, y tú acabarás en la basura.
***
—¿No ha escrito nada? ¿Hace tres semanas
que está usted aquí y no ha escrito nada?
Perdí los nervios:
—¡Nada! ¡Nada! ¡Nada que valga! ¡Nada
más que ideas para una mala novela!
—Pero por Dios, Marcus, ¿qué es lo que
quiere escribir si no es una novela?
Respondí sin pensarlo siquiera:
—¡Una obra maestra! ¡Quiero escribir una
obra maestra!
—¿Una obra maestra?
—Sí. ¡Quiero escribir una gran novela,
con grandes ideas! Quiero escribir un libro que deje huella.
Harry me contempló un instante y se echó
a reír:
—Me fastidia su ambición desmesurada,
Marcus, hace mucho tiempo que se lo digo. Se va a convertir usted en un gran
escritor, lo sé, estoy convencido desde que le conozco. Pero le voy a decir
cuál es su problema: ¡tiene usted demasiada prisa!
***
—Pero ¿cómo lo hizo usted, Harry? Su
libro, en 1976, Los orígenes del mal. ¡Es una obra maestra! Era sólo su segundo
libro... ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo se escribe una obra maestra?
Sonrió tristemente:
—Marcus: las obras maestras no se
escriben. Existen por sí mismas. Y además, si quiere saberlo, para mucha gente
es el único libro que he escrito... Me refiero a que ninguno de los que escribí
después tuvo el mismo éxito. Cuando se habla de mí, se piensa más bien, y casi
exclusivamente, en Los orígenes del mal. Y eso es triste, porque creo que si
con treinta años me hubiesen dicho que había llegado a la cima de mi carrera,
me habría tirado al mar con toda seguridad. No tenga usted tanta prisa.
***
—¿Va usted a votar a los demócratas,
Goldman?
—Por supuesto que voy a votar a los
demócratas.
—Ya verá la de fantásticos impuestos que
les van a clavar a los ricachones como usted. Y entonces será demasiado tarde
para llorar. Para gobernar América hacen falta cojones. Y los elefantes tienen
los cojones más grandes que los burros, así de simple, es genético.
—Qué edificante es usted, Roth. De todas
formas, los demócratas tienen ya ganadas las presidenciales. Su maravillosa
guerra ha sido lo suficientemente impopular como para inclinar la balanza.
Esbozó una sonrisa socarrona, casi
incrédula:
—¡Pero bueno! ¡No me diga que se cree
ese cuento! ¡Una mujer y un negro, Goldman! ¡Una mujer y un negro! Vamos, es
usted un tío inteligente, seamos serios: ¿quién va a votar a una mujer o a un
negro para dirigir este país? Escriba un libro sobre eso. Una estupenda novela
de ciencia ficción. Y la próxima vez ¿qué? ¿Una lesbiana puertorriqueña y un
jefe indio?
***
—En el fondo, ¿por qué quiere usted
escribir, Marcus?
—No tengo ni idea.
—Eso no es una respuesta. ¿Por qué
escribe usted?
—Porque lo llevo en la sangre... Y
cuando me levanto por la mañana, es la primera cosa que me viene a la mente. Es
todo lo que puedo decir. ¿Y usted, por qué se convirtió en escritor, Harry?
—Porque escribir dio un sentido a mi
vida. Por si no se ha dado cuenta todavía, la vida, en términos generales, no
tiene sentido. Salvo si se esfuerza usted en dárselo y lucha cada día que Dios
nos da para llegar a ese fin. Tiene usted talento, Marcus: dele sentido a su
vida, que el viento de la victoria haga ondear su nombre. Ser escritor es estar
vivo.
—¿Y si no lo consigo?
—Lo conseguirá. Será difícil, pero lo
conseguirá. El día en el que escribir dé un sentido a su vida, será un
verdadero escritor. Hasta entonces, sobre todo, no tenga miedo de caer.
***
Y entonces perdí el control de un libro
que ni siquiera existía. A primera hora de la mañana del jueves 10 de julio,
descubrí los titulares sensacionalistas de la prensa: todos los periódicos
nacionales mostraban, en primera página, fragmentos de lo que había escrito
pero cortando las frases, arrancándolas de su contexto. Mis hipótesis se habían
convertido en odiosas afirmaciones, mis suposiciones en hechos comprobados y
mis reflexiones en infames juicios de valor. Habían desmontado mi trabajo,
saqueado mis ideas, violado mi pensamiento. Habían matado a Goldman, el
escritor redimido que intentaba trabajosamente volver al camino de los libros.
***
4. Sweet home Alabama
«Cuando llegue al final del libro,
Marcus, ofrezca a sus lectores un giro argumental de último minuto.
—¿Por qué?
—¿Por qué? Porque hay que tener al
lector en vilo hasta el último momento. Es como cuando juega a las cartas: debe
guardar algunos triunfos para el final.»
**T***
Los comentarios están moderados con lo
cual tardan un poco en salir. Gracias por tu opinión.
Lo de la conversación política chirría casi más que los extractos de la "obra maestra". Y la trama policial tiene tantos giros argumentales que yo ya casi esperaba que la muerta se hubiera asesinado a sí misma, con una doble personalidad.
ResponderEliminar