Editorial: Amazon
220 páginas
2,25 €
Argumento:
Mena recuerda a su madre, Jimena, tiempo después de su
defunción.
Comentario (con SPOILERS):
Mujeres de agua es una de esas obras difíciles de reseñar: son tantas las cosas por
comentar, los ejemplos que señalar, que inevitablemente quedará algo sin
mencionarse.
Publicitada como segunda parte de En un rincón del alma (aunque se puede
leer de forma independiente, ya que en esta se cuentan los principales hechos
de la anterior), la historia, narrada esta vez por Mena en primera persona,
ocupa buena parte de su extensión en recordar a Jimena, lo que hizo, la
relación con su marido e hijos, las consecuencias de sus actos (huída,
accidente) etc.
En lo formal se aprecia cierto caos, sobre todo en el
primer tercio, tanto en el orden en que se relatan los hechos (la novela
«salta» de una escena a otra de manera, en apariencia, arbitraria), como en la
secuencia temporal (no se indica en qué fecha ocurre cada cosa. En un momento
se sugiere que Adrian y Steven no pueden casarse, por lo que sería antes de
2005, y más tarde se menciona la crisis, a partir de 2008, pero son
«pistas» que no ayudan a saber cuánto tiempo transcurre desde el fallecimiento de
Jimena) o los escenarios en los que se mueven los personajes (muchas veces
parecen situados en el vacío, debido a la casi total carencia de ambientación u
otras indicaciones), lo que puede producir confusión y desconcierto, además de
requerir un esfuerzo de concentración para intentar situarse en el tiempo y el
espacio.
También contribuye a dificultar la lectura, restándole
fluidez, el uso de palabras que se dirían fuera de contexto, dando lugar a
frases extrañas cuyo significado se hace difícil desentrañar .(«Pero su
belleza y duración son, a veces, una impronta indebida.», «Mi padre permaneció
dos meses en un limbo anodino.», « La familia, a veces, es más ajena y
distante que el vecino trashumante de la habitación de un hotel.», «Que los
hechos, dentro de una familia, son como los de una civilización, tienden a
redundarse con los años.»).
La inclusión de palabras poco comunes («inquirió»,
«apostilló» «resoluta»), los párrafos que incluyen frases contradictorias («Presentí
que tal vez no volviera a verle más. A saber de él. Al menos no como el Adrian
que era para mí, que había sido. Sentí que mi hermano se iba, que se había ido
en el momento en que leyó el diario de nuestra madre. Algo de lo que recogían
sus páginas le había hecho cambiar. Quizá siempre había sido de aquella manera
y yo no me había dado cuenta…») o el uso, erróneo en castellano, del «su»
para referirse a partes del cuerpo, además de las múltiples erratas (unas
palabras por otras, comas que parecen caídas sobre el texto a su capricho,
ausencia de tildes, puntuación…) y cambios de los tiempos verbales de una frase
a otra, contribuyen a aumentar la confusión en una narración ya de por sí
desordenada y liosa.
Repite información en distintos momentos (la compra
del herbolario, la infidelidad paterna, la publicación de las cartas de Jimena,
la historia de Adrian, etc), la narración de Mena en primera persona, con las
limitaciones que esto conlleva se transforma, cuando le conviene (el relato de
la relación romántica/intima entre Remedios y Gonzalo, o entre Amanda y su ex)
en omnisciente, relatando pensamientos, sentimientos y todo tipo de detalles
que la narradora no podría conocer, algo muy común en novelas escritas en
primera persona.
Sin embargo, quizá lo que más llama la atención son
las incongruencias y contradicciones de la trama: ¿por qué es negativa la
relación entre Jimena, su marido y Sara, y no se cuestiona la de Remedios, su
marido Eduardo y Gonzalo? ¿Cuándo se publican los diarios de Jimena? ¿Por
qué no cuenta Mena a Amanda lo de la runa ni le muestra la nota de su marido?
¿Por qué no avisan a la policía? ¿Qué dificultad real hay para que Mena y Jorge
estén juntos (algo más creíble que una diferencia de edad de siete años entre
ellos, ya que no ven problemas en los quince que hay entre Adrian y Steven)?
Mención especial merece que el hecho de recuperar el
herbolario que compartían Jimena, Remedios y Sheela en la anterior novela, En
un rincón del alma, utilizado aquí como leit motiv y homenaje a los
personajes, apenas se aprovecha más allá del relato de su restauración y
posterior destrucción, sin que su nueva existencia sea significativa.
La última parte de la novela, tras demorarse en frases
tan melodramáticas como llenas de obviedades, con menor contenido y profundidad
de lo que aparentan, parece una carrera hacia el final, un resumen apresurado
en el que las protagonistas toman decisiones tan absurdas como apresuradas.
En resumen, Mujeres de agua parece un
borrador sin editar, que puede interesar a quienes disfrutasen con la
lectura de En un rincón del alma y a incondicionales de su
autora.
Cita de Mujeres de agua:
«―Andreas, ¿por qué la llamabas mujer de agua? —le
inquirí.
—El agua es el origen de la vida, como vosotras, como
todas las mujeres. Se mimetiza con las energías que la rodean, toma mil formas,
igual que lo hacéis las mujeres. Además tu madre decía que todos los días
importantes de su vida estaban pasados por agua —sonrió—. Ella era todo agua,
todo energía y vida. Siempre pensé que algún día se perdería bajo la lluvia,
porque el agua era su origen. Cuando se lo decía ella respondía que para
protegerse de la lluvia tenía el paraguas rojo que le regaló Sheela.»
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