Ediciones Península
320 páginas
Quizás podría salvarse la parte final, cuando por fin, llegamos a los tensos momentos vividos con las últimas elecciones y las dudas sobre la formación de gobierno, y sobre todo, a la crisis de Cataluña (el intento de referéndum independentista y la fallida declaración de independencia de dicho territorio). Ahí, por fin, el relato toma consistencia y forma más o menos narrativa. El autor deja entrever su españolidad sin fisuras, tal vez para acallar las críticas que lo acusan de "querer romper España", con la insistencia de su apoyo a Rajoy en la aplicación del artículo 155 de la Constitución a Cataluña (mediante el cual el gobierno central se hizo con el poder en la comunidad autónoma). Pedro Sánchez declara ser el primer candidato del Psoe en usar una bandera española para una campaña electoral, lo cual no es que nos hable bien de él, sino más bien nos habla bastante mal del Psoe anterior a él...
En resumen, una obra de discreto valor literario y bajo interés político, salvo el supuesto morbo de ver cómo se defiende con las letras el presidente de España, con poca información reveladora y mucho auto bombo. Pedro, que se sabe guapo, nos dice que eso no significa que también sea frívolo. Ha venido para quedarse, créanlo. Su resistencia es más fiera que la de los antiguos numantinos. Hay Pedro para rato.
Fragmentos:
LA PROGRESIÓN HACIA EL PODER DE PEDRO S.
Fueron unas jornadas de pura política española: un debate intenso que provoca frustración en el PP y Cs, pero que al mismo tiempo genera una enorme ilusión en una mayoría parlamentaria y social que quería pasar página de la etapa Rajoy.
Pensé que necesitábamos luz y transparencia en aquella casa nuestra del socialismo. Necesitábamos deshacernos de aquellos cortinajes grises, pesados y opacos, llenar de plantas toda la casa, que entrara la luz y el aire fresco. Necesitábamos respirar más oxígeno.
La historia de esos tres años, mi historia, es, en realidad, la del triunfo de la democracia dentro del PSOE.
Se ha escrito mucho sobre aquellas primarias. Entonces empezó todo, pero lo cierto es que nada ocurrió según estaba previsto, ni por mí ni por nadie. Y al mismo tiempo, casi podría decirse que todo lo que ocurrió era previsible, pues cuando los mecanismos democráticos se desencadenan —sea en una organización o en un país—, cobran vida propia y siguen su curso al margen de las decisiones de nadie, ni siquiera de quienes los desencadenaron.
En aquellas elecciones de 2011 sacamos solo diez diputados por Madrid. Mi nombre ocupaba el puesto undécimo de la lista, así que me quedé fuera. Ya me había ocurrido en 2008. Es una incertidumbre difícil de manejar, pero ya tenía experiencia: consiste en encontrar un trabajo con la suficiente flexibilidad como para poder dejarlo si un buen día corre la lista y eres llamado a ocupar el escaño.
Una de las primeras cosas que necesitaba era darme a conocer, por dos razones. La primera es que había llegado a secretario general siendo escasamente conocido y el PSOE necesitaba que su líder fuera un rostro familiar para el cien por cien de la sociedad.
Aquella fue la época de «Pedro el guapo», cuyo mensaje implícito decía: como es guapo, es frívolo.
También por aquellos meses fui a El Hormiguero y —más sonado aún— hice Planeta Calleja, en el que Jesús Calleja me planteó dos retos realmente innovadores para un político: primero, descender de un aerogenerador de 70 metros; después, escalar el peñón de Ifach. Me lo pasé muy bien, y de hecho, de aquella época conservo una buena amistad con Jesús Calleja.
Por un lado, había un componente elitista e incluso clasista, según el cual ciertos programas, y ahora estoy pensando en Sálvame, tienen un público de mujeres mayores e incultas.
Los socialistas con carné son imprescindibles, sin ellos el partido sencillamente no funcionaría y, de existir, tendría enormes dificultades; pero los socialistas sin carné son muchos más, millones de españoles de todas las profesiones y niveles socioeconómicos que se identifican con nuestro proyecto y desean que ganemos porque creen que es lo mejor para el país.
Hay muchos candidatos que dicen estar por encima de las fronteras de la izquierda y la derecha porque buscan encarnar algo nuevo, fuera del sistema, e inclasificable de acuerdo a los viejos patrones. Todos ellos, al final, cuando llegan al poder acaban poniendo en marcha políticas conservadoras.
Puede sonar presuntuoso, pero me doy cuenta de que me crezco en las situaciones difíciles.
Suele decirse que en los momentos difíciles es cuando se conoce verdaderamente a las personas. En aquellos días intensos, don Felipe y yo tuvimos la oportunidad de conocernos de verdad, en lo más personal, en una situación que ninguno de los dos buscábamos ni esperábamos, y en la que nos colocó la irresponsabilidad de otros. Enseguida nos reconocimos mutuamente como las personas que íbamos a sacar al país del riesgo de bloqueo. Conectamos de forma especial, confiamos el uno en el otro y se estableció una relación muy franca. Hablábamos por teléfono de manera regular. Una corriente de confianza
La prueba de la relación estrecha que tejimos aquellas semanas me la dio unos meses después, cuando dimití como secretario general. Me llamó para darme ánimos. Es un gesto que lo humaniza como persona y que revela esa complicidad especial que tejimos aquellos días de enero y febrero de 2016.
Mis padres y Begoña asistieron desde la tribuna. Sé que estaban muy orgullosos. Por supuesto, sabían que no iba a salir elegido, pero estaban convencidos de que había hecho lo correcto, y por eso se sentían orgullosos.
Quienes defendían la abstención debían hacerlo abiertamente y llevar a la organización a esa abstención si creían que era la decisión correcta.
Viví todo aquello con mucha tristeza, por el daño que le hizo al partido y porque pensaba que una parte de los dirigentes socialistas no estaban entendiendo los cambios que se habían producido en el país. Había una resistencia en ellos a entender que el sistema político había dado un vuelco, y la presión sobre mí era enorme, en los medios y en el partido. En cambio, lo que me encontraba por la calle, la frase que más me repetía la gente era: «Aguanta, Pedro, aguanta».
Un día un taxista me coge, yo llevaba las gafas de sol puestas; él aparentaba unos cuarenta años. Me doy cuenta de que me mira por el retrovisor, curioso, hasta que me dice: «¿Es usted quien es?». Le contesto: «Soy quien soy». «En los medios de comunicación parece usted Atila —me espetó—, pero no haga caso. Siga, siga usted como ahora, que va bien, que estamos todos muy contentos, aguante usted.»
Me impactaron sus palabras. En aquellos días me llamaba mucha gente, venían diputados del «no» a mi despacho, porque se encontraban en una posición dificilísima, y querían mi consejo. Yo tenía un dolor de cabeza perpetuo, desde que me levantaba hasta que me acostaba.
Después me fui directo al garaje del Congreso, donde tenía el coche aparcado. Me embargaba la emoción y más aún cuando vi allí, en los sótanos, a mi equipo más cercano, la gente que ha trabajado conmigo con absoluta lealtad: Juanma, Maritcha, Patricia…, que había bajado para despedirse. Fue emocionante pero lo más sorprendente fue la reacción de las señoras de la limpieza del Congreso, que también empezaron a aparecer allí en el garaje. Me impresionó mucho su gesto. Ellas, como todo el personal administrativo y de servicios del Congreso, mantienen una exquisita neutralidad, pero aquel día todo se desbordó. Se acercaban a mí, me daban dos besos, me pedían que volviera.
Casi siempre los medios de comunicación abordan las luchas internas de los partidos como meras luchas por el poder. Está claro que tienen ese componente, y deberíamos tomarlo con naturalidad puesto que uno de los aspectos de la política es esa batalla, interna o externa, por alcanzar el poder. No deberíamos escandalizarnos: uno puede tener unos ideales maravillosos, pero si no tiene el poder no podrá transformarlos en realidad. Para desarrollar las políticas en las que uno cree, debe ganar
Del acto tan emotivo en Xirivella, Renato, un extraordinario pintor, hizo un cuadro precioso, en el que las cabezas de una multitud de personas, arracimadas en torno a mí, casi fundidas entre ellas, se asemejan a rosas rojas. Entonces no teníamos ni idea, pero aquel cuadro, serigrafiado y reproducido cientos de veces, nos serviría durante la campaña de primarias para recaudar fondos.
Lo más significativo fueron los silencios. Personas que te habían apoyado y de repente dejan de hacerlo, pero no te dicen nada, simplemente dejan de mandarte mensajes o llamarte. Algunos silencios resultaron más elocuentes para mí que muchos discursos.
Me encontraba mucha gente de distintas generaciones, una madre cuyo hijo se había ido a Podemos y ahora se acercaba a contarme que volvía al PSOE, porque estábamos nosotros ahí luchando en las primarias.
Recuerdo especialmente uno en Mérida en el que acabé empapado. Les había dicho a los de la plataforma que se movilizó allí que la previsión del tiempo daba lluvia. Ellos insistieron en que no, y que no me preocupara. Al final, cayó una tromba de agua y el técnico de sonido me dijo: «Pedro, no podemos hacer el acto». Había riesgo de que me electrocutara con el micrófono, así que solo me dio tiempo a hacer un discurso rápido, de diez minutos.
Todos los socialistas están en Facebook. Yo me encontraba a gente en los actos que se me acercaba y me decía: «Nos conocemos, Pedro, soy Fulanita, de Facebook».
El votante y el militante del Partido Socialista no están tan lejanos; de hecho, conviven en las familias, los grupos de amigos, incluso en el café de media mañana en el bar.
El día que me entrevistó Jordi Évole en Salvados, solo le pedí una cosa: que me permitiera mencionar en un momento de la entrevista que tengo una página web en la que se pueden inscribir quienes quieran ayudarme.
Lograr una base de datos de 30.000 personas en apenas unas horas te da indicios bastante ciertos del movimiento que hay detrás.
Cuando faltaban cinco días para que acabara el plazo, ya habíamos recogido 40.000, pero aún en esas últimas jornadas nos llegaron otros 17.000. El día de la entrega era el 4 de mayo. Las dos noches anteriores, Koldo, un miembro de la candidatura, se quedó a dormir en la oficina para custodiarlos.
LOS MEDIOS LE ATACAN CON FAKE NEWS COMO A TRUMP
La periodística es una élite temerosa del cambio, que defiende un statu quo que ya no existe. La realidad le es ajena, y esto es dramático cuando hablamos del periodismo, que debe estar en contacto directo y cercano con la realidad existente, porque es la materia prima con la que hacen su trabajo. Ellos, sin embargo, han decidido ignorarla.
COSAS PERSONALES Y ENTRAÑABLES QUE NOS HUMANIZAN COMO PERSONAS (SIC)
Soy un gran amante de los animales —tengo una perrita y dos tortugas—, desprecio el maltrato animal y soy partidario de erradicarlo, no solo porque detesto ver sufrir cualquier ser vivo, sino también porque creo que maltratarlos nos deshumaniza como personas.
Carlota (hija de P.S.) estaba más triste, porque la casualidad quiso que en aquellos días ella se presentara a delegada de clase y no saliera elegida. Algún compañero le dijo: «¡Como tu padre!». Los niños pueden llegar a ser crueles. Lo sorprendente es que ella no me contó nada, fue Begoña quien me alertó. La fortaleza de mi hija me impactó gratamente.
Sobre la crisis catalana (intento de referendum y fallida declaración de independencia) y el nacionalismo en general:
Mi experiencia en Sarajevo me vacunó contra los destrozos del nacionalismo y la política identitaria. Vi a políticos sin escrúpulos, que no calibran las consecuencias de sus discursos de odio, ni las sociales ni las políticas ni las económicas. Mejor dicho, no es que no las calibren, es que alimentan lo peor de sus pueblos, porque ellos viven a costa de esa confrontación. Cuando hablaba allí con la gente de a pie, me decían que hasta la guerra civil ellos no habían tenido conciencia de tener una determinada identidad.
La paradoja es que los más perjudicados son esos ciudadanos ensalzados por sus líderes nacionalistas: les hacen sentirse diferentes, exaltan esa diferencia, que luego se torna superioridad, incluso supremacismo. Convencen al pueblo de alejarse del otro y odiarlo, y en los casos extremos, como allí, aquello acaba en crímenes de guerra. El sedimento que ha dejado en la sociedad aquel nacionalismo excluyente y brutal es nefasto y durará generaciones.
Siempre he creído que la bandera y los símbolos constitucionales son de todos, que no pertenecen a ninguna ideología, pues representan nuestros derechos y libertades. El error de la izquierda española es no haber lucido esos símbolos como sí lo ha hecho la derecha.
Hubo bulos, fake news e imágenes falsas, tomadas de otros días y otros acontecimientos. Las cargas no tuvieron la magnitud que pretendieron los independentistas.
Por otro lado, ni el pueblo de Cataluña participó mayoritariamente ni de aquella jornada emanó mandato alguno, como repiten con tanta frecuencia. Según sus propias cifras, participó un 30 % del censo. Desde el momento en que salieron por la mañana con aquel invento del censo universal, aquella votación sin garantías perdió toda legitimidad. Obtuvo oxígeno de las cargas policiales y de las imágenes que se difundieron a todo el mundo. Le Monde publicó un artículo unos días después deconstruyendo una a una todas las noticias falseadas, todo el fake, las fotografías falsas que se difundieron en redes…
Su discurso fue el propio de un jefe del Estado, por eso defendió la integridad del Estado. Ha habido críticas desde el mundo independentista pero la pregunta es: ¿qué pensaban ustedes que iba a hacer el rey? ¿Santificar la ruptura del país?
Hay una fractura social que el independentismo nunca ha querido reconocer, pero que existe. En aquellos momentos a los concejales y alcaldes del PSC no solamente les atacaban las sedes, sino que les pinchaban las ruedas, los insultaban por la calle, a ellos e incluso a sus hijos.
En Estados Unidos, por su parte, ha habido dos intentos de celebrar sendos referéndums de autodeterminación —en Alaska y en Texas— y ambos fueron frenados por el Tribunal constitucional.
Cuando ofrecía datos como que en el referéndum del que supuestamente emana un mandato de independencia había participado un 30 % de la ciudadanía catalana, según los propios independentistas, se desmoronaba su relato; incluso alguna gente se sentía engañada y, desde luego, se le empezaba a resquebrajar la imagen de mártires que tenían de los independentistas. La tenían porque el Gobierno no trabajó un relato internacional de España acorde con la realidad.
Yo lo hubiera hecho: el independentismo se nutre sobre todo del victimismo.
Aquel era el momento de buscar soluciones para todos y demostrar que muchas de las situaciones que en Cataluña consideran maltrato del Gobierno de Madrid, y describen como agravios en su discurso victimista, en realidad son problemas extendidos por toda España.
PÁJARO DE MAL AGÜERO
Por pura previsión le dije mi mujer y a mis hijas que lo mejor era irnos a Cataluña y así lo hicimos. Alquilamos una casa rural en Lleida, donde estuvimos muy bien. Entonces, el 17 de agosto se produjeron los terribles atentados, en la Rambla de Barcelona y en la localidad tarraconense de Cambrils.
Creo que lo has dicho todo... sin más comentarios que añadir. Un abrazo
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