El Anacronópete
Enrique Gaspar y Rimbaud
Círculo de Lectores, S. A
221 páginas
Argumento:
En el París decimonónico, un inventor español presenta al público el "Anacronópete", una máquina para viajar en el tiempo. Pronto, él mismo, acompañado por un grupo de excéntricos viajeros del tiempo, pondrá a prueba las potencialidades del artefacto en diversas épocas de la historia.
Comentario:
Aquí tenemos la típica novela que es más famosa o relevante por ser pionera en un campo, en este caso el de la ciencia ficción hispana (e incluso el de la ciencia ficción a secas, pues por primera vez, antes incluso que Wells, presenta la premisa de una máquina para viajar en el tiempo), que por sus valores literarios, que son más bien escasos. También es conocida por aparecer el susodicho aparato en un capítulo de la serie española "El Ministerio del Tiempo", donde se le hace un homenaje a la obra de Gaspar y Rimbaud. Ni qué decir que dicha aparición estelar explota los pocos detalles de la historia que merecen un poco la pena.
El caso es que la novela comienza más o menos bien, con una descripción bastante vívida de la exposición universal parisina donde se presenta la máquina, prolija, en el estilo de la época, pero aceptable. Sin embargo, pronto nos damos cuenta de los fallos y el nulo rigor científico de la obra cuando se explican las bases del funcionamiento del Anacronópete. No es que no sean "científicas", es que directamente se van por lo surrealista y lo absurdo, no tratando en ningún momento de revestir el invento con un halo más o menos "creíble", como por ejemplo sí hacían autores como Wells o Verne, muy documentados en la ciencia de su época. Porque Verne te puede soltar que unos señores se van al centro de la tierra y que se lo creas (aunque sepas que es imposible), pero aquí ni se intenta buscar una mínima verosimilitud ni ese juego de "suspensión de la incredulidad" con el lector.
La historia, a partir de los viajes en el tiempo, hacia el pasado siempre (incluyéndose épocas no estrictamente "históricas", como la de Noé y el Diluvio), se hace muy ardua de seguir, sobre todo debido a dos factores que lastran la novela de principio a fin: los personajes, muy numerosos, chuscos y sin contenido, y la falta de una historia o trama medianamente armada, que, para colmo, tarda en avanzar. El estilo, además, es poco lucido, aunque no es lo peor, desde luego.
Otro grave lastre, relacionado con la falta de trama consistente, es que cada vez que llegan a una época tiene lugar una aventurilla irrelevante, trufada de inmensas dosis de digresiones históricas o notas eruditas, más o menos interesantes según sea el gusto del lector por la historia, pero en todo caso, muy mal introducidas. El autor puede que esté bien documentado (como se nota en la parte que transcurre en China y en la de la antigua Roma), pero su manera de expresar esos conocimientos no es la más ágil ni la más literaria.
Pero lo peor es que cuando por fin sucede cierto episodio que te mantiene en intriga sobre qué pasará... el autor te lo dinamita con el peor y más brusco desenlace posible, que hace que odies la obra hasta el extremo. Pasada la irritación inicial no puedes sino mirar con cierta condescendencia tal final, ingenuo, por usar palabras suaves, que hoy en día sería considerado una auténtica puñalada en el corazón de los lectores.
Entre lo salvable, algunas consideraciones acerca de lo que supone el viaje en el tiempo y sus efectos sobre los viajeros, bastante originales, así como la introducción del "fluido García", un curioso antídoto contra los indeseados "efectos" anteriormente citados.
En resumen, una novela que es más bien una curiosidad que un entretenimiento, que acusa su origen teatral (casi de zarzuela, a juzgar por el cariz de los personajes). Quizás pueda hacer gracia a los fans de los viajes en el tiempo, si son lectores con un nivel de exigencia bajo, comulgan con el humor de la obra y saben bien a qué se enfrentan. En todo caso, bien por Gaspar y Rimbaud por inventar este tópico de la ciencia-ficción antes que Wells. Para algo que inventamos los españoles... Por cierto, viene con simpáticas ilustraciones, que son de lo mejor del libro, así como la portada.
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Creo que el autor concibe El Anacronópete como parodia de la literatura cientificista de su tiempo. Hay que leerlo teniendo en cuenta eso. Además es una obra con unas pretensiones cómicas claras (es una zarzuela convertida en novela y en los personajes se nota). El final me parece bien porque así con esa explicación se da coherencia a la ciencia inverosímil que hay en la obra.
ResponderEliminarNo es tan mal libro, metiéndole en su contexto.