lunes, 24 de marzo de 2014

Mr. Gwyn, de Alessandro Baricco

 Mr. Gwyn
Alessandro Baricco
Traducción: Xavier González Rovira
Anagrama
184 páginas



Argumento:

Mr. Gwyn, escritor de varias novelas de éxito, lleva a The Guardian, diario británico, un documento donde explica que va a dejar de escribir. Su agente trata de convencerlo de que es una mala idea, pero el autor se aferra a su decisión. Tras un tiempo de no hacer nada, empieza a hacer retratos escritos de las personas. Por extraño que parezca, se hace famoso con esta extraña actividad y hasta tiene clientes que pagan miles de libras...


Comentario:

La última novela del exitoso escritor italiano Baricco se centra en un literato, el Mr. Gwyn del título, que, de pronto y sin que sepamos por qué razón, decide dejar de escribir. Pero como se aburre (o se siente vacío, según dice el narrador), decide inventarse el oficio de "copista" o hacedor de retratos escritos de las personas.

Viendo la premisa de partida ya se puede uno imaginar que la cosa se va a decantar por el lado surrealista, dando por verdades universalmente admitidas lo que no son más que meras conjeturas de Baricco. Por ejemplo, el tal Mr. Gwyn decide que para hacer un retrato escrito lo mejor es que la persona pose para él desnuda, a modo de metáfora supongo, pero luego deduce que todos sus clientes desean contacto físico con él (como escritor supongo de nuevo, o creador o copista de una realidad oculta bajo los oropeles de la ropa que nos define como animales sociales).

A lo largo de varios capítulos se nos describen algunas de las sesiones con diferentes clientes, creando un efecto de repetición que tendrá su explicación en el desenlace, ya que es base para un seudomisterio que resuelve el otro personaje de la novela, Rebecca, secretaria del agente del escritor, con un cierto sobrepeso y un novio medio tonto, según explica el autor.

Digo seudomisterio porque tanto el argumento como el mensaje del libro tienen un tinte metaliterario y autorreferencial que a mí me parecido poco relevante. Como tantos otros libros últimamente, se sobrevalora el poder de la creación literaria, el valor de la literatura y, por ende, la importancia de los escritores. En este caso parece haber también una cierta crítica al autor-marca en detrimento de la obra en sí.  E incluso de la fama como impedimento para crear con libertad, y una reivindicación del anonimato y la huida social. Sin embargo, me ha parecido bastante convencional en sus conclusiones o reflexiones.

La novela, narrada en tercera persona con el punto de vista de Mr. Gwyn y de Rebecca, es breve y se lee fácilmente, incluso no interesando mucho el tema, con capítulos cortos y una prosa con ciertos alardes ingeniosos, transida de un sutil sentido del humor e irrealidad. Sin embargo, a mí no me ha calado en absoluto ni me ha perturbado, alterado o convencido de las virtudes de este escritor, que en el fondo, me parece algo superficial y facilón en sus artificios narrativos.


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