Traducción: Bernardo Moreno
Editorial: Alba
Colección: Alba Oscura
540 páginas
12€
Argumento:
Un joven y borracho Michael Henchard vende a su mujer. Dieciocho años
después, cuando él está bien situado, se reencuentran.
Comentario:
La historia se cuenta como si se tratara de un hecho real que el autor
relata a quien lo lee de forma casi personal. El propio Hardy (que publicó la
novela en 1886) sitúa la acción al menos cuarenta años antes, como recordando
lo sucedido.
Después de los dos primeros capítulos en que se consuma la venta de Susan y
la búsqueda de Michael, cuyo arrepentimiento le hace prometer no beber en 21
años:
«-En esta mañana del dieciséis de septiembre, yo, Michael Henchard juro ante
Dios aquí, en este lugar sagrado, que no probaré ninguna bebida alcohólica
durante los siguientes veintiún años, es decir, los años que llevo vividos. Y
esto lo juro ante el libro que hay, delante de mí; y que me quede mudo, ciego y
lisiado si quebranto esto juramento.»
Hardy traslada la acción directamente a Casterbridge, donde llegan Susan y
su hija Elizabeth-Anne.
Además de Michael y su familia, hay otros personajes de importancia en la
historia, como Donald Farfrae y, más adelante, otra parte del pasado de
Henchard: Lucetta Le Sueur, o Templeman. Entre estos personajes que rodean al
protagonista se desarrolla la historia de sentimientos, pasiones y tragedia que
narra la novela.
De alguna forma dividida entre los que tienen secretos (Henchard, Susan,
Lucetta) y los «inocentes» (Elizabeth-Anne y Farfrae) a los que hasta cierto
punto manipulan buscando ya sea su propia conveniencia o conservar su amor, la
historia se centra sobre todo en la historia del Alcalde y su, al parecer,
inevitable destino.
Aunque se deduce lo que va a pasar y se adelanta la resolución de los
misterios (en parte gracias a las pistas deliberadas del autor), esto no afecta
al interés y disfrute de la novela, sostenida en gran medida por la psicología
de los personajes.
Una de las principales relaciones de la historia se desarrolla entre
Henchard y Farfrae, que hubiera podido ser el hijo que no tuvo, o quizá él
mismo, que de amigo pasa a enemigo sin saber cómo, convirtiéndose en una
especie de némesis del protagonista sin darse cuenta ni participar en ello y
conservando su inocencia y bondad durante toda la novela.
También hay otras relaciones importantes, como las de Elizabeth-Anne tanto
con Lucetta como con Farfrae que están muy bien desarrolladas.
De hecho, se muestran las personalidades de los cinco personajes
principales, aunque en menor medida el de Farfrae, cuya vida interior es la que
se trata en menor profundidad.
Casterbridge (en realidad Dorset, donde el autor escribió la novela y en
que se basó para la descripción física de la ciudad y cuyos escenarios aún
pueden reconocerse), sus paisajes y lugares, sus habitantes (que «ayudan» a
desencadenar la tragedia con una cencerrada de broma), son parte de los
personajes de la historia y se unen a los principales.
En momentos cruciales el propio pueblo está presente como parte de la
escena:
«En la parte baja de la ciudad había dos puentes... Existía una marcada
diferencia de estatus entre los que frecuentaban el puente próximo, de
ladrillo, y los que frecuentaban el puente más alejado, de piedra. Los más
plebeyos preferían el primero, adyacente a la ciudad; no les importaba la
mirada del ojo público. Sus éxitos no habían sido demasiado grandes, y, aunque
pudieran sentirse descorazonados, no veían su fracaso con ninguna sensación de
vergüenza.»
«Los ‘misérables’ que frecuentaban el puente más alejado eran de una estofa
más distinguida. Entre ellos figuraban ciudadanos en quiebra, hipocondríacos,
personas de las que se decía que habían «perdido su situación» por culpa propia
o por mala suerte, los fracasados en las profesiones liberales, gente culta
pero mal vestida que no sabía cómo librarse de las horas engorrosas entre el
desayuno y el almuerzo...»
«De los hombres sorprendidos mirando de aquella manera se
podía afirmar que el mundo no los había tratado bien por una u otra razón.
Mientras que a los desgraciados del puente más próximo a la ciudad no les
importaba que los vieran, y tenían la espalda hacia el parapeto para poder ver
así a los transeúntes, los que se acercaban a este otro nunca miraban hacia la
calzada ni se volvían al oír pasos, sino que, enfrascados en su mundo,
observaban la corriente siempre que se acercaba un extraño, como si algún pez
les interesara, aunque hacía ya muchos años que cualquier cosa con escamas
había sido presa de pescadores furtivos.»
«A este puente acudía Henchard, como habían acudido otros desafortunados
antes que él...»
Esta es, pues, una novela de personajes, de seres
humanos contradictorios, ni buenos ni malos, cuyas acciones muchas veces
parecen inútiles ante la fuerza de la predestinación y la tragedia.
«El Alcalde de Casterbridge» se publicó en 1886, primero por entregas en la
revista inglesa «Graphic» y en la norteamericana «Harper's Weekly», y luego en
forma de libro, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos.
***T***
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