jueves, 21 de junio de 2018

La pequeña librería de los corazones solitarios, de Annie Darling


T.O.: The Little Bookshop of Lonely Hearts, 2016
Editorial: Titania, 2018
Colección: Titania Amour
Traducción: Helena Álvarez de la Miya
350 páginas
16,50 €
Ebook: 5.99 €

Argumento:

Posy hereda la librería Marcapáginas y tiene que convertirla en un negocio de éxito, especializada en novela romántica, mientras Sebastian Thorndyke, el nieto de su benefactora, intenta ponerle trabas… y coquetear con ella.

Comentario:

Aunque por el título pudiera parecer que «La pequeña librería de los corazones solitarios» es una historia acerca de los libros y el amor a la literatura, lo cierto es que esto, así como el relato del proceso por el que Posy transforma una tienda que apenas tiene ventas en la librería de sus sueños, especializada en su género favorito, son meras excusas para desarrollar una novela romántica llena de tópicos.

Una vez asumido que de  libros solo se darán unos cuantos títulos, sobre todo de obras actuales, y que la conversión de una librería de temática general en especialista en romántica están al servicio del «accidentado» romance entre Posy y Sebastian, se empiezan a notar ciertas carencias.

Una d ellas sería que los personajes no caen bien. Ni Posy, una joven pusilánime, indecisa, incapaz de plantar cara a nadie (al menos a los hombres), obsesionada con una pérdida familiar en cuyo trauma se insiste una y otra vez, ni Sebstian, autoritario, superficial, incapaz de escuchar o razonar. Que toda la novela esté narrada desde el punto de vista de ella perjudica tanto a su imagen como a la de él, y a la del resto de personajes, en su mayoría secundarios con un rol determinado y escaso desarrollo más allá de su cometido básico.

«—¡No puedo permitir que hagas eso, Morland! El futuro de la tienda no puede depender de los gustos literarios de un puñado de solteronas patéticas que son incapaces de conseguir un hombre y por eso se ven obligadas a leer sobre el asunto en las páginas edulcoradas de una novela romántica.»

Sam, el hermano de Posy es un adolescente egoísta y manipulador la mayor parte del tiempo (de pronto «madura» sin un motivo concreto). Verity es la tímida y Tom el silencioso, personal  de la librería. Nina es la típica guapa que solo interesa por su físico y tiene un gusto terrible con los hombres, capaz de ofrecerse hacer los mayores sacrificios: «Igual lo mejor es que me lo tire y punto —musitó Nina—, ya me entiendes, me sacrifico por el equipo, me lo tiro y ya está.». Piers Brocklehurst, antiguo compañero de universidad de Sebastian, tan atractivo como desagradable, exhibe el comportamiento más absurdo de todos, villano sin sentido ni motivo, porque sí, para rellenar páginas de una subtrama incoherente.

Que todas las escenas estén al servicio de la aparición de Sebastian para complicar la vida a Posy en continuas conversaciones en las que él se empeña en imponer su criterio contra la voluntad de una protagonista incapaz de hacerse escuchar, que actúa de forma cobarde simulando que él ha ganado y continuando con sus planes a sus espaldas, en una serie de repeticiones de diálogos, situaciones, reflexiones, dificultades etc… da una sensación de reiteración, de que la novela tiene demasiadas páginas para lo poco que pasa, de que no avanza ni hay comunicación entre los personajes.

Algunas de las reflexiones de Posy también chirrían por lo que implican:

«¡Fantástico! y ahora se ponía a hablar como la Posy de la extraña novela romántica del estilo de las ambientadas en la época de la Regencia que le había dado por escribir la otra noche, algo que achacaba completamente al síndrome premenstrual. O a haber comido demasiado queso.»

«Sebastian tenía razón, era una mujer patética, incapaz de hacer nada bien.»
   
 «Se rieron porque, la última vez que Posy había estado en «esos días del mes», se había echado a llorar porque el horno había empezado a echar humo… »

Hay pasajes de «Seducida por un canalla» que…:

«Thorndyke permaneció en el lecho de Posy hasta el amanecer. Le había arrebatado su virtud, su dignidad, todo cuanto poseía, y lo que él le había ofrecido por su parte era la transformación de pasar de solterona ansiosa a mujer en un estado perfecto de feminidad y dispuesta a ofrecerse una y otra vez, y otra vez.»

El final feliz, al estilo de los que le gustan a Posy, por los que da nombre a su librería (Finales felices) es tan abrupto como previsible, todo se soluciona con tal facilidad que no se entiende que no haya pasado mucho antes, sin que haya cambios destacables en los personajes, su relación o lo que piensan.

En resumen, «La pequeña librería de los corazones solitarios» es una historia correctamente escrita, en la que se mencionan (títulos de) novelas románticas (pero no trata de libros, ni de librerías), con protagonistas poco agradables (en especial Sebastian), en la que pasa muy poco (ni siquiera evoluciona el romance), con algunos aspectos cuestionables (¿Cómo se consideraría del comportamiento de Sebastian con Posy de no saberse que es "el  chico"?), que quizá interese a incondicionales del género.


Citas de la novela:


«Claro que en realidad Posy no debería estar generalizando así, porque ella odiaba que la gente generalizara sobre la novela romántica, pero verdaderamente tenía la sensación de que todas las novelas policiacas que había tenido en las manos venían con unas dosis altísimas de muertes y amenazas acechando por todas partes, y con el consabido expolicía con un trauma emocional pasado mal resuelto, atormentado por la muerte de un ser querido a manos de un asesino en serie al que habían conseguido encerrar sus buenos diez años, pero a quien al final habían tenido que dejar salir en libertad por un tecnicismo legal.»

«—La literatura de chicas no tiene nada de malo —anunció—. Lo único malo es que a esas novelas escritas eminentemente para mujeres, sobre mujeres y por mujeres se le atribuya con tono burlón y displicente el nombre de «literatura de chicas», como dando a entender que carece totalmente de mérito literario.»


«—¡Sí! ¡Agatha acabó en la cárcel de Holloway por encadenarse a la verja de Buckingham Palace, y yo me encadenaré a Marcapáginas si hace falta para impedir que la reduzcas a escombros!       —Sin intención de faltarle al respeto a mi bisabuela, he de decir que tú eres el ejemplo perfecto de por qué las mujeres nunca deberían haber conseguido el voto, Morland —dijo él mientras se pasaba la mano por la delantera de la chaqueta como si Posy le hubiera salpicado de saliva durante su apasionado alegato, cosa que no había hecho. O, cuando menos, esperaba no haber hecho—. Desde que conseguisteis el voto, no paran de ocurrírseos a todas un montón de ideas que os vienen grandes.»
 
 «...lo que la tenía cautivada era el final feliz. Era que el héroe y la heroína acabaran abandonando la página para dirigirse cogidos de la mano hacia el rojo atardecer que pintaba el cielo sobre el horizonte. En la vida real los finales no eran siempre felices, eso Posy lo sabía perfectamente, pero una buena novela romántica, en cambio, siempre tenía un final feliz y, si no era así, Posy se sentía engañada. Incluso había habido un par de ocasiones en que había lanzado el libro al otro lado de la habitación, casi podría decirse que asqueada.»



«Algunas mujeres empezaban a hacer kickboxing. A otras les daba por el yoga Ashtanga. Las había que corrían maratones. O se unían a un comando guerrillero de tejedoras de punto, se entregaban en cuerpo y alma a la repostería extrema, hacían cestos de mimbre… Daba la impresión de que las otras mujeres habían encontrado una y mil formas de lidiar con el estrés, pero parecía que la única manera en que Posy era capaz de sobrellevarlo, de soportar las gilipolleces de Sebastian, era dando rienda suelta a su frustración en las páginas que escribía.» 



***T***

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