Editorial: Imser Siglo
S.A.
180 páginas
14 €
Argumento:
Aparecen
dos hombres muertos en el casi vacío AVE de las 20:00. Poco después se descubre
que se trata de dos etarras y el comisario Quintero solicita la ayuda de un
amigo escritor.
Comentario: (con SPOILERS)
«Estamos
ante una inquietante novela, escrita con una asombrosa ambientación y estética
cinematográfica», dice una de las frases publicitarias de la novela.
Quizá
cuando se habla de «estética cinematográfica» se refiere justo a esto, muchas
conversaciones, algunas indicaciones de por dónde se mueven los personajes y
poco más… como un guión de cine que comienza tras los asesinatos y vuelve hacia
atrás para describir diferentes momentos del viaje alternados con la
investigación.
El autor describe
continuamente acciones innecesarias para la comprensión de sus planos
personajes o del argumento, ignorante de la elipsis, y utiliza una prosa
explicativa, simple, desordenada e infantil:
«Es cierto
que, como consecuencia del día y la hora, el AVE traía un número anormalmente
escaso de pasajeros de Madrid a Sevilla. Era una suerte, pues si hubiese venido
lleno, se podría haber complicado el control de aquéllos. Así que el escaso
número permitió a la tripulación controlarlos con razonable éxito»
Se repite
varias veces en qué vagón se encuentran los cadáveres (el ocho) o el número de
asiento en que se hallaba cada uno de los personajes, quizá buscando la
visualización de la escena...
También hay
frases hechas tipo: «Los
rumores corrían como la pólvora» (pág 8)
O
situaciones muy «evidentes»:
«...
dejaban entrever una evidente despreocupación por su estética» (pág
8)
«... Había
unas evidentes manchas de sangre que, cayendo por el azul asiento, llegaban
hasta el suelo» (pág 13)
En la
página 76 se incluye una reflexión del asesino que muestra el estilo redundante
que impera en toda la novela: «Tras
ello, contemplando su cara de pánico, le enviaría otra bala al centro del
corazón, en el pecho, al lado izquierdo.»
Por si no
queda claro, se repite en varias ocasiones que el inspector Quintero no piensa
dormir esa noche debido al trauma sufrido y a la responsabilidad de que le
encarguen averiguar quién ha asesinado a los dos etarras, según él un
profesional, ya que les ha disparado al corazón, y no se duda en dejarle en mal
lugar, incapaz de comprender las peticiones de Saltero:
«Pero
necesito la lista de víctimas de ETA que te pedí, y que me confirmes si la
noche anterior a los sucesos del AVE el matrimonio de Carmona se quedó cuidando
a sus nietos.
―¡Joder!
¿Qué importancia puede tener eso ahora? » (Pág 112)
Aunque es
obvio desde el comienzo que las víctimas no están elegidas al azar, el asesino
conocía sus identidades, indicativo de interés personal, Saltero lo deduce
en la página 127: «Serían
las tres de la mañana cuando, dándose un golpe en la frente, Víctor se dijo a
sí mismo que era estúpido. ¡Estaba buscando por el sistema equivocado!
¡Santiago no había escogido unos etarras al azar! ¿Había ido a por éstos concretamente!
Por tanto, sólo había que buscar entre los atentados con los que Ander y Manex
hubiesen tenido relación. Esto simplificaba la búsqueda y, con un poco de
suerte, podría dar respuesta a lo sucedido.»
Otra de las
frases publicitarias dice: «Quintero, Hur, Irene y Víctor Saltero viven una
apasionante historia en el misterioso tren AVE de las 20.00 h.»
Dejando a
un lado lo del tren misterioso, al menos el de las ocho de la tarde, ni Hur ni
Irene pisan el AVE, y casi ni aparecen en la breve novela.
El
protagonista es el ex abogado y actual escritor y vividor (de afortunadas
inversiones inmobiliarias) Víctor Saltero (sí, el autor), a quien se describe,
en opinión de su amigo Quintero, como: «…el
hombre que mejor vivía de España y, probablemente, una de las mentes más
brillantes que nunca había conocido».
Hurtado, «Hur
para todos», es el devoto mayordomo en quien el escritor, en un alarde de
confianza, hace tiempo que ha delegado toda la selección de la ropa que se
pone, al que le gusta compararse con el Jeeves de P. G. Wodehouse sin tener en
cuenta que el protagonista de estas novelas es quien resuelve los líos en que
se mete su jefe, Bertie Wooster, mientras Hur parece representar al pueblo
llano, encargado de cuestionar a Saltero para ser rápidamente convencido con
los razonamientos de su señor.
También se
menciona la novela«Asesinato en el Orient Express», de Agatha Christie, de la
que se revela la conclusión y a la que parece pretenderse dar una vuelta de
tuerca sin llegar a acercarse ni de lejos al buen hacer de la escritora
británica.
En cuanto a
Irene, su aparición es breve e indirecta, siempre situada en el pasado, en una
ocasión para mostrar la capacidad sexual del protagonista (escena tan
innecesaria para la trama principal como aquella en que Saltero y Quintero
estudian el método de ganar en la ruleta y se van a comprobarlo in situ) y en
otra, como Hur, para cuestionar y ser convencida por los argumentos de Saltero.
Además, se
hace referencia a un caso anterior resuelto por los cuatro, cuya historia está
escribiendo de forma novelada con el título de «El amante de la belleza» (para
quien desee leerla, ya está publicada y, dicen, próxima a ser llevada al cine...),
aparentemente sugiriendo que las novelas se basan en hechos reales… Si bien en
internet se encuentran varias especulaciones sobre la identidad de Saltero,
como que es el pseudónimo de alguien conocido que prefiere no decirlo hasta que
es un escritor anónimo elegido entre mil por la editorial.
El
desarrollo del leve argumento, que va de la investigación de Saltero a lo
sucedido en el tren no tiene mucho sentido, haciendo misterios de lo obvio o
alargando la situación con la repetición de pensamientos del asesino, sin que
al autor parezca importarle la credibilidad de lo que relata.
Que, tras
el asesinato, Santiago se dirija a los pasajeros y les diga que los ha matado
porque ellos hicieron lo mismo con su hermano y ellos se lo crean sin que
aporte la menor prueba y decidan ayudarle a no pagar por ello es una muestra
más de la escasa capacidad del autor para crear un argumento creíble.
Tanto el
tema (el derecho de las víctimas a «hacer justicia») como el final y la
justificación que se da a la decisión de Saltero (no perjudicar a quienes
intentaron ayudar al Santiago), dejan la impresión de que se ha leído un texto
simplificador, superficial oportunista y manipulador que, como remate, está
pesimamente escrito.
*** T ***
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