sábado, 4 de agosto de 2007

Sucedió en el AVE..., de Víctor Saltero

Editorial: Imser Siglo S.A. 
180 páginas
14 €

Argumento:

Aparecen dos hombres muertos en el casi vacío AVE de las 20:00. Poco después se descubre que se trata de dos etarras y el comisario Quintero solicita la ayuda de un amigo escritor.

Comentario: (con SPOILERS)

«Estamos ante una inquietante novela, escrita con una asombrosa ambientación y estética cinematográfica», dice una de las frases publicitarias de la novela.

Quizá cuando se habla de «estética cinematográfica» se refiere justo a esto, muchas conversaciones, algunas indicaciones de por dónde se mueven los personajes y poco más… como un guión de cine que comienza tras los asesinatos y vuelve hacia atrás para describir diferentes momentos del viaje alternados con la investigación.

El autor describe continuamente acciones innecesarias para la comprensión de sus planos personajes o del argumento, ignorante de la elipsis, y utiliza una prosa explicativa, simple, desordenada e infantil:

«Es cierto que, como consecuencia del día y la hora, el AVE traía un número anormalmente escaso de pasajeros de Madrid a Sevilla. Era una suerte, pues si hubiese venido lleno, se podría haber complicado el control de aquéllos. Así que el escaso número permitió a la tripulación controlarlos con razonable éxito»

Se repite varias veces en qué vagón se encuentran los cadáveres (el ocho) o el número de asiento en que se hallaba cada uno de los personajes, quizá buscando la visualización de la escena...

También hay frases hechas tipo: «Los rumores corrían como la pólvora» (pág 8)

O situaciones muy «evidentes»:

«... dejaban entrever una evidente despreocupación por su estética» (pág 8)

«... Había unas evidentes manchas de sangre que, cayendo por el azul asiento, llegaban hasta el suelo» (pág 13)

En la página 76 se incluye una reflexión del asesino que muestra el estilo redundante que impera en toda la novela: «Tras ello, contemplando su cara de pánico, le enviaría otra bala al centro del corazón, en el pecho, al lado izquierdo.»

Por si no queda claro, se repite en varias ocasiones que el inspector Quintero no piensa dormir esa noche debido al trauma sufrido y a la responsabilidad de que le encarguen averiguar quién ha asesinado a los dos etarras, según él un profesional, ya que les ha disparado al corazón, y no se duda en dejarle en mal lugar, incapaz de comprender las peticiones de Saltero:

«Pero necesito la lista de víctimas de ETA que te pedí, y que me confirmes si la noche anterior a los sucesos del AVE el matrimonio de Carmona se quedó cuidando a sus nietos.
―¡Joder! ¿Qué importancia puede tener eso ahora? » (Pág 112)

Aunque es obvio desde el comienzo que las víctimas no están elegidas al azar, el asesino conocía sus identidades, indicativo de interés personal, Saltero lo deduce en la página 127: «Serían las tres de la mañana cuando, dándose un golpe en la frente, Víctor se dijo a sí mismo que era estúpido. ¡Estaba buscando por el sistema equivocado! ¡Santiago no había escogido unos etarras al azar! ¿Había ido a por éstos concretamente! Por tanto, sólo había que buscar entre los atentados con los que Ander y Manex hubiesen tenido relación. Esto simplificaba la búsqueda y, con un poco de suerte, podría dar respuesta a lo sucedido.»

Otra de las frases publicitarias dice: «Quintero, Hur, Irene y Víctor Saltero viven una apasionante historia en el misterioso tren AVE de las 20.00 h.»

Dejando a un lado lo del tren misterioso, al menos el de las ocho de la tarde, ni Hur ni Irene pisan el AVE, y casi ni aparecen en la breve novela.

El protagonista es el ex abogado y actual escritor y vividor (de afortunadas inversiones inmobiliarias) Víctor Saltero (sí, el autor), a quien se describe, en opinión de su amigo Quintero, como: «…el hombre que mejor vivía de España y, probablemente, una de las mentes más brillantes que nunca había conocido».

Hurtado, «Hur para todos», es el devoto mayordomo en quien el escritor, en un alarde de confianza, hace tiempo que ha delegado toda la selección de la ropa que se pone, al que le gusta compararse con el Jeeves de P. G. Wodehouse sin tener en cuenta que el protagonista de estas novelas es quien resuelve los líos en que se mete su jefe, Bertie Wooster, mientras Hur parece representar al pueblo llano, encargado de cuestionar a Saltero para ser rápidamente convencido con los razonamientos de su señor.

También se menciona la novela«Asesinato en el Orient Express», de Agatha Christie, de la que se revela la conclusión y a la que parece pretenderse dar una vuelta de tuerca sin llegar a acercarse ni de lejos al buen hacer de la escritora británica.

En cuanto a Irene, su aparición es breve e indirecta, siempre situada en el pasado, en una ocasión para mostrar la capacidad sexual del protagonista (escena tan innecesaria para la trama principal como aquella en que Saltero y Quintero estudian el método de ganar en la ruleta y se van a comprobarlo in situ) y en otra, como Hur, para cuestionar y ser convencida por los argumentos de Saltero.

Además, se hace referencia a un caso anterior resuelto por los cuatro, cuya historia está escribiendo de forma novelada con el título de «El amante de la belleza» (para quien desee leerla, ya está publicada y, dicen, próxima a ser llevada al cine...), aparentemente sugiriendo que las novelas se basan en hechos reales… Si bien en internet se encuentran varias especulaciones sobre la identidad de Saltero, como que es el pseudónimo de alguien conocido que prefiere no decirlo hasta que es un escritor anónimo elegido entre mil por la editorial.

El desarrollo del leve argumento, que va de la investigación de Saltero a lo sucedido en el tren no tiene mucho sentido, haciendo misterios de lo obvio o alargando la situación con la repetición de pensamientos del asesino, sin que al autor parezca importarle la credibilidad de lo que relata.

Que, tras el asesinato, Santiago se dirija a los pasajeros y les diga que los ha matado porque ellos hicieron lo mismo con su hermano y ellos se lo crean sin que aporte la menor prueba y decidan ayudarle a no pagar por ello es una muestra más de la escasa capacidad del autor para crear un argumento creíble.

Tanto el tema (el derecho de las víctimas a «hacer justicia») como el final y la justificación que se da a la decisión de Saltero (no perjudicar a quienes intentaron ayudar al Santiago), dejan la impresión de que se ha leído un texto simplificador, superficial oportunista y manipulador que, como remate, está pesimamente escrito.


*** T ***


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