Editorial: Espasa, 2013
ISBN: 9788467021240
336 páginas
19,90 €
EPUB: 13,99 €
Argumento:
Atticus Craftsman viaja a Madrid para cerrar la revista literaria Librarte porque ya no da beneficios. Las cinco mujeres que componen la plantilla intentarán convencerle de que no lo haga.
Comentario:
Aunque la novela comienza con Marlow Crofstman acudiendo a la policía para denunciar la desaparición de su hijo Atticus, pronto se percibe, en ese mismo capítulo relatado bajo el punto de vista del Inspector Manchego (en realidad Alonso Jandalillo, que ha adoptado el alias de algunas de sus operaciones de campo, en uno de los muchos guiños literarios que hay en la obra), que no se adscribe a un solo género, que tiene tanto de comedia como de drama, romance, magia, literatura y un optimismo que se impone sobre las desventuras que suceden a sus protagonistas.
Mediante una variada, y amplia, colección de personajes, desde las cinco mujeres que trabajan en Librarte a la familia Crafstman, las tramas de la historia avanzan con una fluidez que sugiere tanto una detallada planificación como que la autora se ha implicado con sus protagonistas, con la historia que narra y los temas que trata.
Mientras los Craftsman, Marlow, Moira y su hijo Atticus, muestran la forma de ser británica, las empleadas de Librarte y Manchego son la española, y la abuela Remedios representa a la familia Heredia, al duende granadino, una magia que influye sobre todos los personajes, cambiando sus vidas.
Las referencias culturales van desde la costumbre de los Craftsman de poner a sus hijos nombres de personajes de novelas de culto (Sherlock, Dorian, Marlow, Holden, Atticus… ) a la “aparición estelar” del fantasma de J. R. R. Tolkien acompañado de un Hobbit en la habitación que ocupó durante su estancia en Oxford, las menciones, relevantes para la historia, de Lorca y Hemingway o la “biblioteca erótica” (Duras, Lawrence, Miller, Nabokov y Sade) que Atticus lleva siempre consigo.
La novela está escrita con una prosa muchas veces poética, intensa, vívida, visual, lo que junto a los mencionados múltiples puntos de vista y el constante avance de todas las tramas, da una impresión de continuidad que apenas permite percibir que en ocasiones, sobre todo en los capítulos finales, hay algunos pasajes que alargan la historia sin aportar nada nuevo.
En resumen, la variedad de tramas, personajes y puntos de vista, el tono entre la comedia, el drama y la magia, el relativamente poco hincapié que se hace en el romance (Soleá y Atticus no se conocen hasta transcurrida una cuarta parte y son solo una parte más de ella), el amor a la literatura e incluso que todos los finales sean felices y optimistas hacen de La felicidad es un té contigo una novela de lectura agradable y entretenida. Y, además, está bien escrita.
Extractos:
Por su parte, Atticus, convencido de que el té lo curaba todo, desarrolló una adicción más psicológica que física hacia el Earl Grey y decidió viajar a todas partes con su kettle a cuestas, igual que algunas mujeres viajan con su secador de pelo.
A solas en su habitación, enchufó la máquina, la llenó de agua, esperó hasta que se encendió la luz del indicador y entonces se maldijo por haber hecho la maleta con tantas prisas, con cuatro pintas en el cuerpo y con la cabeza embotada. Se le había olvidado la taza. Su taza.
No era un maniático. Ni un fetichista. Pero sentía hacia aquella taza la misma devoción que otras personas sienten hacia sus mascotas. Se llamaba Aloysius, la taza, en honor al oso de peluche de Sebastian Flyte en Retorno a Brideshead, y así se lo había hecho estampar en letras negras sobre la porcelana blanca a un artesano de Kensington. Sacó un vaso del armarito del minibar. Derramó el agua hirviendo sobre la bolsita. El cristal se empañó. Qué fastidio.
***
Por muchos años que le quedaran de vida y aunque la Tierra sufriera una segunda Pangea y los continentes perdieran la orientación en la inmensidad de los océanos, Atticus Craftsman no olvidaría jamás la entrada de Soleá Abad Heredia en su recién estrenado despacho de la calle Mayor de Madrid.
Aquella mujer le atravesó cuerpo y alma de una sola cuchillada.
Si no hubiera sido por su educación británica, se habría permitido perder definitivamente la compostura en vez de tratar de conservarla torpemente, tropezándose con los muebles de la habitación, derramando el vaso de agua, tartamudeando y cojeando. Aullando de deseo lobuno.
Era una bruja, no cabía duda ninguna. De hecho, todas ellas lo eran. Cinco brujas en aquelarre, preparando potingues y filtros de amor en sus marmitas de cobre. Cómo si no podría explicar él, un hombre de mundo, educado en Oxford y con una madre tan hierática como la suya, semejante reacción animal ante una criatura como Soleá.
La muchacha tenía ojos de gato. Sin cerco blanco. Azules como el mar, grandes como la luna llena.
Y movía las manos en círculos, los dedos como abanicos que se abren y cierran ante la indefensa víctima de sus hechizos.
Tenía el pelo negro, muy negro. Y largo hasta la cintura, con una onda en algún punto, indescriptible, entre el cuello y el vientre. Olía a flores de azahar —eso lo supo después, cuando viajaron juntos a Andalucía— y se movía con la soltura de una hebra de hilo en una corriente de aire.
***T***
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