Tenemos que hablar de Kevin
We need to talk about Kevin
Lionel Shriver
Traductor: Javier Calzada
Editorial Anagrama
607 páginas
We need to talk about Kevin
Lionel Shriver
Traductor: Javier Calzada
Editorial Anagrama
607 páginas
Argumento:
Eva,
una mujer profesional, con un matrimonio feliz, decide tener un hijo,
pero este le sale torcido, y se convierte en todo un asesino de masas.
Comentario:
La
novela, formalmente, pertenece al género epistolar. La protagonista,
Eva, una mujer que trabaja escribiendo guías turísticas, escribe largas
cartas a su marido Franklin contándole los avatares de su vida
cotidiana, sobre todo los referidos a sus visitas al reformatorio donde
está recluido Kevin, hijo de ambos, por culpa de un grave delito que se
describe desde el inicio: un asesinato múltiple en el ámbito escolar.
Aprovechando el tema, se nos cuentan anécdotas y episodios del pasado
relacionados con la pareja y con el posterior nacimiento de Kevin, sus
"hazañas" ya desde niño, y la postura de ambos progenitores, opuesta
casi siempre al respecto, los sentimientos de Eva... La autora, aunque
ya se sabe desde el inicio lo que ha pasado, dosifica muy
inteligentemente la información, de forma que vamos conociendo cómo es
Kevin desde que era un bebé, sus relaciones con las demás personas, etc,
sin revelar un par de datos importantes cuyo descubrimiento se reserva
para el final.
La
prosa es rica, cargada de detalles, descriptiva, de excelente calidad,
aunque quizás algo densa en ocasiones (no olvidemos que se trata de un
libro de seiscientas páginas, y eso es por algo). Lo más destacado es la
voz narradora, que se dirige en segunda persona a su marido, en un tono
que vacila entre el humor negro y lo dramático. Esta ironía o sarcasmo
encaja perfectamente en el retrato que nos hace la autora de Eva, una
mujer de gran inteligencia y sinceridad, que desnuda su psicología sin
tapujos, incluso en un tema no muy tratado en la literatura, considerado
tabú o políticamente incorrecto, como es el de las relaciones
maternofiliales no muy armoniosas. Ya solo por esta curiosidad merece le
pena leerlo. Puede gustar o no pero indiferente no deja en absoluto.
Porque
ya no se trata de un conflicto generacional o de discusiones madre-hijo
sino de una severa brecha entre ambos, particularmente ambigua. Eva no
se priva de describirnos con toda crueldad y casi jocosidad las maldades
de Kevin y su nulo sentimiento de amor hacia él, dejándose insinuar que
ha tenido el niño casi por presión social, porque es lo que se espera,
lo normal, lo convencional, el ideal de la felicidad, etc. Lo que en
otros libros o historias se ventila con grandes dosis de mitificación,
como el parto, la maternidad, los bebés, etc, aquí es diseccionado sin
piedad desde el punto de vista de una mujer que no puede querer a su
hijo, y de un hijo que tampoco muestra nada de amor hacia su madre.
Ella, además, ve toda su vida personal y profesional alterada y casi
destruida.
Para
colmo, Eva detecta que Kevin no es bueno, que "ya ha nacido así", y
critica con dureza la opinión generalizada de que los actos malvados de
los hijos son responsabilidad de la educación recibida, es decir, culpa
de sus madres. La autora se despacha a gusto contra la visión edulcorada
de las relaciones familires, y también contra el imaginario social que
exige determinados comportamientos en las mujeres. Eva no tiene rubor en
considerar horrible la experiencia del parto y la de aguantar a un niño
que no para de llorar, entre otras cosas.
El
uso del humor negro tiene un efecto de alivio entre tantas desgracias y
hechos dramáticos, bastante duros, pero en algunas ocasiones la autora
exagera tanto que logra producir una sensación de cierta irrealidad, o
de chiste. Por ejemplo, las niñeras que escapan literalmente de Kevin
porque no lo aguantan. Es cierto que me he reído en algunos episodios,
como lo relacionado con el parto, pero no he podido evitar considerar
poco creíbles algunas situaciones. Es extraño, por ejemplo, que un niño,
un bebé, tenga una intención claramente orientada a hacer el mal o a
fastidiar a su madre porque sí. Aunque, también es cierto, el hecho de
que Eva narre la historia nos proporciona una visión muy sesgada y
subjetiva, y desde luego, sus propias interpretaciones. Esto muestra la
complejidad psicológica de la obra, que admite varias lecturas tanto
sobre la madre como sobre el hijo, quien, al final, muestra, en el
fondo, más admiración hacia Eva que hacia Franklin, que siempre estuvo
de su parte.
Para
no dejar ni un respiro ético al lector, el final resulta demoledor,
nihilista y ambiguo, casi una contradicción con lo que la narradora ha
ido desgranando a lo largo de las 600 páginas anteriores. Esto ya es una
mera opinión mía, pero no he podido comprender al personaje y su
decisión final, y supongo que será por no ser madre. Pero me ha sentado
como una pedrada la desoladora conclusión, que solo he podido
racionalizar apelando a que tal vez ella esté anulada psicológicamente
por los hechos que ha vivido.
En
resumen, una obra dura, extensa, muy bien escrita y estructurada, y con
un mensaje moral controvertido, ambiguo y susceptible de lograr grandes
amores y grandes odios. Una sacudida para la mente con un toque de
humor negro.
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