sábado, 24 de agosto de 2013

El Cuento de la Criada, de Margaret Atwood



 Handmaid's Tale
Margaret Atwood
Traducción de: Elsa Mateo
Ediciones B
384 páginas


Sinopsis:

Defred tiene tres oportunidades para quedarse embarazada de su Comandante en el terrible sistema de Gilead, pero nada es fácil en un mundo asolado por la radiación y donde la natalidad ha disminuido y los niños son un lujo.

Comentario:

La obra que nos ocupa pertenece, por el tema, al género de la Ciencia Ficción en su vertiente de distopía. Muestra el futuro cercano (que en teoría ya ha sucedido, según la cronología que parece utilizar la autora) de un mundo occidental que ha cambiado radicalmente.

En Estados Unidos se ha impuesto una férrea dictadura teocrática de fanáticos religiosos (diría que protestantes) donde las demás sectas cristianas o de otras creencias son perseguidos de un modo implacable y mortal, así como los disidentes y toda persona que no está de acuerdo con el régimen, los cuales son ejecutados y colgados sus cuerpos en un muro para general escarmiento. Otro hecho significativo es que las mujeres han quedado colocadas en un segundo plano y sufren una esclavitud brutal y una cosificación llevada al extremo, ya que su único rol importante es el de la maternidad, en un mundo donde debido a las radiaciones de las guerras nucleares que mantiene el régimen con otros países se ha reducido la natalidad y muchos de los niños que nacen están afectados por malformaciones.

La descripción que hace Atwood de la llamada República de Gilead (los USA teocráticos) es aterradora, sobre todo en lo que respecta a la suerte que corren las mujeres. Existen varias castas según la capacidad o no de engendrar de estas. Las criadas son las que paren los hijos de sus dueños; las Marthas las que se encargan de labores domésticas, las Tías, las que instruyen y aleccionan a las demás, y las esposas que reciben los hijos de las otras sin tenerlos. Las mujeres que no sirven para la maternidad son llamadas No Mujeres y terminan en las Colonias, un lugar terrible donde generalmente se encargan del tratamiento de residuos radioactivos y donde no duran mucho...

Ya solo echando un ojo al argumento y descripción del mundo imaginario se observa que Atwood no se anda con bromas a la hora de hacer una dura crítica de la imagen de la mujer en occidente y en otras culturas. Y no, no es nada sutil. La república de Gilead solo lleva al extremo conceptos y visiones ya conocidos en la actualidad tanto en países de cultura cristiana como musulmana. Atwood no deja títere con cabeza. Las costumbres de Gilead son las costumbres de Estados Unidos y otros países “contadas de otro modo”. Por ejemplo, las criadas no tienen un nombre propio. Se las conoce como Defred, Dewarren (es decir, propiedad de Fred, de Warren), en alusión al nombre de su “dueño”, del dueño de su cuerpo, que es a fin de cuentas lo único que valoran de ellas. Eso no está muy lejos de la costumbre de muchos países de que la mujer adquiera el apellido del esposo, considerada como una propiedad. Y qué decir de la especie de túnica de color y la toca que han de llevar y que limita su visión, similar a un burka al estilo monjil. La forma cómo empieza a fraguarse la dictadura también es elocuente. Lo primero que se hace es anular las tarjetas de crédito a las mujeres y quitarles el trabajo remunerado, con lo cual se tornan dependientes e incapaces para tomar sus propias decisiones. No hace falta ser muy listo para entender lo que nos quiere transmitir la autora con esto...

El libro está lleno de sarcasmo tanto obvio como encubierto, como cuando las Tías, que tienen una ideología en apariencia feminista (dicen que todo es para protegerlas de las asechanzas de los varones, de su voracidad sexual, que son todos muy malos, les ponen videos de violaciones para que vean de qué las están salvando, etc), lo que hacen en realidad es prepararlas para la sumisión y anulación como personas. Es decir, se engaña a las mujeres con ideología supuestamente feminista para que acepten el dominio masculino. Atwood es increíblemente mordaz en este punto.

La obra tiene dos partes bien diferenciadas. La más larga es el “cuento” en sí, narrado en primera persona y en presente por Defred, una criada que nos explica cómo es su vida con el Comandante (su dueño) y las demás mujeres y miembros de la casa. Poco a poco a través de sus pensamientos y de la narración de sus actividades cotidianas conocemos el aterrador mundo, sus deseos de escapar de tan terrible control y de regresar al mundo anterior, alguna vislumbre en flashback de cómo era su vida antes de que llegara la república de Gilead, con su madre, su marido Luke y su hija, de los cuales la han separado y cuyo destino desconoce, los horripilantes castigos y torturas que sufren las mujeres que tratan de escapar o rebelarse, y sobre todo, la esperanza dentro de la imposibilidad de acción. La atmósfera que se transmite es opresiva, de una dictadura tan rígida y tan vigilada que parece imposible escapar o pensar siquiera en un cambio. Y a pesar de todo Defred se consuela pensando que nada dura para siempre, y que incluso aunque ella no lo vea, algún día eso terminará ya que en otras épocas situaciones similares también terminaron. Atwood cita varias veces a los nazis para ejemplificar esto.

Asistimos también a sus encuentros sexuales con el Comandante, donde ha de estar presente la mujer, Serena Joy, que la toma de la mano mientras el hombre la penetra y evita mostrar cualquier muestra de cariño o placer. El sexo meramente reproductivo se convierte en el único apto para la hipócrita sociedad de Gilead, encontrando Defred en el amor o enamoramiento hacia Nick, el chófer del Comandante, una salida a su vida, una forma de subversión o de darle sentido a todo, aunque Nick no la corresponda. Sin embargo, en esta sociedad los líderes se permiten también la prostitución, descrita de un modo triste y grotesco, con mujeres que eligen este destino para huir de las Colonias.

En algunos puntos la novela parece de terror más que de CF, con la descripción de esas ceremonias y rituales que rodean el sexo, el nacimiento y la eliminación de los disidentes (la denominada “salvación” es especialmente salvaje) y la violencia intrínseca en la opresión del poder y en la irracionalidad de sus ideas.
Esta primera parte, termina con un final abierto, y entonces, cuando empieza la segunda, ambientada años después y escrita en forma de actas de congreso o discurso de expertos en historia, nos damos cuenta de que lo anterior ha sido un larguísimo flashback. En esta parte, de un modo jocoso, los expertos analizan el Cuento de la Criada como documento histórico y muestran sus carencias por las lagunas, generalidades e imprecisiones en los nombres de lugares y personas, especulan con quién pudo ser el Comandante, analizan el régimen (al que malvadamente comparan con el de Irán) y hacen cábalas sobre cuál pudo ser el destino de la autora del testimonio.

En resumen, una obra que tendría mucho más que comentar por la cantidad de ideas que contiene, la crítica a nuestra sociedad, al concepto de mujer, la falta de libertad, a la violencia del poder sobre los ciudadanos, y que nos deja con una cierta sensación de alivio al comprobar que finalmente y como pensaba Defred, hasta la cruel Gilead cayó y regresó la libertad al mundo.

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