martes, 4 de febrero de 2014

Armadale, de Wilkie Collins


Armadale
Wilkie Collins
Ed. Verticales de Bolsillo
1100 páginas



Argumento:

En 1832, en un balneario centroeuropeo, Allan Armadale confiesa, en el trance de la muerte, que hace años mato a un hombre que llevaba su mismo apellido. A su hijo le deja un testamento donde le exige que no se junte nunca con el hijo del otro Armadale o una maldición caerá sobre ellos y la tragedia volverá a repetirse. Veinte años después, sin embargo, los jóvenes se encuentran y se hacen amigos.

Comentario:

Armadale es una extensísima novela, escrita en principio como un folletín que se publicaba por entregas, como otras obras de Wilkie Collins más conocidas en España (La dama de blanco, La piedra lunar), y publicada en 1866. También, como muchas novelas de la época, incorpora en su estructura transcripciones de cartas y sobre todo, de diarios. Como punto llamativo, señalar que una buena parte de la novela la compone precisamente el diario de la villana de la función, lo cual nos permite ver la historia desde un punto de vista novedoso. 
 
Y es que en Armadale, no sé si a propósito o no,  el personaje de Lydia Gwilt (la peculiar malvada)  eclipsa a todos los demás. Gracias a sus extensas anotaciones (una se preguntaba a veces si la señorita Gwilt tendría tiempo en el día para tantas intrigas escribiendo páginas y páginas de confidencias), conocemos la personalidad de Lydia, que lejos de presentarse como la típica mala de cartón piedra, muestra sentimientos contradictorios sobre lo que planea, dudas, deseos de ser de otra manera... También una mente obsesiva, enfermiza (adicta al laúdano) y casi psicopática (cuando piensa cuánto le gustaría tener un marido o hijo al que maltratar, o planea matar a cierto personaje). Lo curioso es que no cae mal pese a que, según las descripciones que se dan de ella en el libro, es una falsificadora, ladrona, bígama, suicida en potencia, asesina y muchas más cosas. Sin embargo, todo eso se nos cuenta con una naturalidad que la hace muy cercana. Casi al final, un personaje descubre partes ocultas de su biografía, muy de culebrón: explotación infantil, estudio en buenos colegios, chantajes, viudez sospechosa, acusaciones de asesinato y amenaza de horca de las que se libra por compasión del jurado, etc, etc... Una vida completita y que parece digna de ser contada en otra novela aparte. Como curiosidad, Collins la caracteriza como una pelirroja muy guapa, recuérdese que tradicionalmente los pelirrojos eran considerados como demoniacos.

Dado que ella domina sobre la narración, el resto de personajes están algo desdibujados. En las primeras páginas, la historia se centra en los Armadale del título, dos jóvenes de diferente condición y aspecto, que por circunstancias de la vida (y por intrigas) poseen el mismo nombre y apellido, y están condenados a ser enemigos, pese a ser amigos. El autor nos describe a Allan Armadale (el rubio) como a un pánfilo enamoradizo y bastante flojo, que primero bebe los vientos por la señorita Gwilt; luego, de repente, le gusta otra, y al final, pese a sus problemas con Lydia, vuelve a contarle confidencias sobre su amada. Él es el objetivo de la aventurera, que pretende convertirse en su esposa, o mejor dicho, en su viuda... aunque en sus diarios demuestra un grandísimo desprecio hacia él y su inclinación por la señorita Milroy. El otro Armadale (Ozias Midwinter), que ha de portar un nombre falso para evitar ser reconocido, posee una personalidad algo más interesante. Como la señorita Gwilt tuvo una infancia llena de aventuras, casi increíbles, con gitanos, espectáculos callejeros, perros que consideraba sus hermanos, etc, etc... También en su gran devoción y amistad hacia Allan demuestra tener más sangre en las venas, aunque no deja de ser un supersticioso. Uno de los leit motivs del libro, precisamente, es un sueño que tiene Allan, y que Ozias interpreta. Este sueño, representación simbólica del destino aciago que pronosticaron a los protagonistas si se llegaban a conocer, está presente desde el principio hasta el final y va explicando o cumpliéndose en diversos episodios de la historia.

Otro personaje destacable es el viejo Bashwood, cuyo enamoramiento desesperado hacia la señorita Gwilt (y la manipulacion que esta realiza sobre él) resulta casi entrañable. Están descritas su personalidad y delirio con mucho realismo, de una forma muy intensa. También me ha gustado bastante el doctor Downward, por la manera tan sutil con la que Collins nos muestra su perfidia y poca ética profesional.

También se podrían resaltar al reverendo Brock, a la vieja tunanta Oldershaw, y a los abogados Pedgift, en el elenco de secundarios.

En cuanto a la estructura, como ya mencioné con anterioridad, incorpora tanto partes narradas en tercera persona como cartas entre diversos personajes, y transcripciones de diarios. Los dos últimos recursos, tan frecuentes en la literatura decimonónica, resultan algo irreales, ya que nadie escribe cartas tan extensas, ni detalla en los diarios acciones tan prolijas y durante tantas páginas. Sin embargo, salvado el artificio que todo esto supone, me parece que quedan bastante bien encajados en la narración, aunque a veces te da la impresión de que el autor se recrea en su estudio del personaje de Lydia Gwilt, la cual nos cuenta cada cosa que hace, y a qué hora. El libro en general es muy prolijo, muy denso y muy largo. En mi opinión, empieza con mucha fuerza, con toda la historia de los Armadale, que engancha totalmente y te obliga a seguir leyendo; se hunde sobre la mitad, con la llegada de Armadale a su mansión de Thorpe Ambrose, que es la parte más floja (en especial, la eterna descripción de los pantanos por donde pululan los personajes, y los cotilleos que se despiertan tras la investigación que hace Allan de la señorita Gwilt); y remonta con un final trepidante y espectacular. Tal parece que la parte central ha sido alargada artificialmente por la propia dinámica del folletín, pero eso perjudica al libro (no se puede olvidar que son más de mil páginas).

Entre las escenas más espectaculares y "románticas" (en el sentido estricto de la palabra, no hablo de amores) , la del periplo en barco en la Isla de Man, con la tormenta de fondo, algo larga, pero descrita con tanta viveza que parece que te salta el agua a la cara.

La prosa es efectiva, bonita y evocadora de un tiempo donde los escritores ponían mimo en cada palabra que escribían. Hay muchas descripciones físicas y psicológicas, que quizás hoy en día resulten pesadas, pero que están muy bien hechas. Si hubiera que mencionar un pero... haría referencia a las increíbles casualidades que hacen mover la acción y precipitan los acontecimientos. Vale que dos personajes que no deberian conocerse se encuentren y se hagan amigos en contra de su destino (con lo grande que es Inglaterra), pero todo el resto de encuentros causales ya resultan  inverosímiles (la señorita Gwilt se va de luna de miel a Italia y allí se encuentra cantando en el coro de la ópera a su ¡ex- marido!), muy, como diríamos hoy en día, de "culebrón". Quizás esto sea así para afianzar el tema de la novela, que parece ser el del destino y de la posibilidad de luchar contra él por muy negro que se presente el panorama y por muchos obstáculos que se interpongan. También es una exaltación de la amistad. Sobre este particular, hago notar mi sorpresa en lo relativo a la forma como Collins describe la relación entre Allan y Ozias en la primera parte de la novela. Hoy en día nos parecería exageradamente melíflua y casi ambigua en su intimidad e intensidad. En muchas novelas decimonónicas se observa esta comunión amistosa entre dos hombres, que, sin embargo, nunca he visto descrita entre dos mujeres. Se ve que antiguamente la amistad tenía un valor igual o superior al del amor, o era considerada una faceta del mismo, lejos del utilitarismo de nuestros días.

Así pues, una novela recomendable para lectores pacientes y bien acostumbrados a la lectura, con una villana que se convierte en protagonista casi absoluta, personajes entrañables, misterios, un aura mágica, y un final sorprendente.
 
Los comentarios están moderados con lo cual tardan un poco en salir. Gracias por tu opinión.

3 comentarios:

  1. Buenas noches.
    Me pregunto cómo es posible que esta evocadora y completa, pero concisa y directa reseña, tan buena, no tenga comentarios.
    No se si se quedaron en la moderación, y ruego porque el mio no lo haga.
    Acabo de terminar las trepidantes ultimas 200 pgs, y suscribo totalmente lo reseñado.
    Solo quiero añadir que ha sido una feliz ocurrencia comprar este libro (poder conseguirlo no fue fácil desde donde vivo, en Colombia, tuve que pedirlo por internet) y una dicha haberme sumergido en sus páginas. Dejé en la web del señor José C. Vales una nota de agradecimiento por su dedicada labor como traductor.
    Si bien su lectura no fue tan dedicada como hubiera querido (lo dejé precisamente en la parte, algo cansina, de Thorpe Ambose), al retomarlo un tiempo despues, no pude despegarme de él las ultimas 500 pgs. No quiero hacer spoilers, pero, habiendo leido reseñas previas (incluyendo ésta) al llegar al final no pude evitar derramar una lagrima por la carga trágica de cierto personaje.
    Enhorabuena por la reseña. Que gusto encontrar una compañera en el viaje que supone la lectura de esta obra...
    Un saludo desde Colombia.


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    Respuestas
    1. Muchas gracias por el comentario. Lamentablemente, la gente de hoy en día no tiene "tiempo" para dedicar a los clásicos. Ojalá los lectores descubrieran estos relatos intemporales. ¡Un saludo!

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  2. Buenos dias,
    El tiempo es el mismo para todos. Pero hay quien lo dedica a ver y leer banalidades en su móvil, y otros que lo dedicamos a leer y escuchar música clasica, una forma de enriquecer la mente y el espiritu.

    Estoy terminando "La dama blanca", y no bajo de las60-70 páginas por dia de lo enganchado que estoy. Leer como minimo una vez al año a los clasicos ingleses es una delicia. Tchackeray, Woodehouse, Shakespeare, Dickens, Virginia Woolf, Hermanas Bronté
    Oscar Wilde, etc
    Saludos,
    Francesc

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