T.O.: Curtain: Hercule Poirot's Last Case
Editorial: Molino, 1983
Selecciones de Biblioteca Oro Nº 297
252 páginas
Argumento:
El Capitán Arthur Hastings se reúne con Hércules Poirot en Styles para resolver el que será su último caso.
Comentario (con Spoilers):
Releer una novela de misterio al cabo de cierto tiempo tiene la ventaja de que, al saber la identidad del asesino, se puede prestar más atención a la forma en que el texto proporciona, o no, pistas para la resolución del caso. Y Agatha Christie juega limpio, da pistas que permiten deducir la identidad del asesino (Entre las que se halla una referencia al «Otelo» de Shakespeare y su personaje Yago, quizá fuente de inspiración para crear al asesino de la novela), aunque para ello hay que saber de antemano el método utilizado para cometer sus crímenes, una baza con la que juega la autora para dificultar la resolución del caso sin hacer trampas.
Sin embargo, Christie no se limita a pergeñar una trama de misterio bien pensada y resuelta sino que, además, presta especial atención a la creación de personajes y atmósfera, siendo una parte importante que Poirot y Hastings resuelvan su último crimen en el mismo escenario del primero, la mansión de Styles («El Misterioso Caso de Styles», 1920), antaño propiedad de John Cavendish, un amigo de Hastings y en la actualidad casa de huéspedes. La autora utiliza esta circunstancia para hacer una reflexión sobre la idealización de los recuerdos por medio de Hastings, narrador de muchas de las aventuras del detective belga, un Poirot que en esta ocasión se limita a un papel secundario, presente en pocas escenas.
El relato en primera persona, aunque no tiene tanta relevancia como en «El asesinato de Roger Ackroyd», 1926, es utilizado por la autora en parte para desarrollar la personalidad de Hastings, obsesionado porque Poirot confíe en él y le revele la identidad del asesino, Mister X, y posteriormente por averiguarla él mismo. Y también sirve para transmitir las opiniones, dudas y elucubraciones del personaje, siempre honestas, aunque a veces equivocadas, quizá destinadas a crear confusión. De hecho, sospecha del asesino en algún momento, siendo desalentado por Poirot.
En cuanto a los personajes, están dotados de personalidades distintas y de cierta complejidad, así como de una amplia gama de conflictos que sirven tanto para distinguirles y humanizarles como para darles motivos para asesinar o tratar temas variados: el conflicto generacional entre Hastings y su hija Judith, los malos tratos psicológicos de Daisy Lutrell hacia su esposo George, el victimismo con la excusa de una enfermedad que ejerce Barbara Franklin sobre su marido John y su pretendiente de juventud Boyd Carrington...
También se incluyen conversaciones en las que los personajes reflexionan acerca de la eutanasia, el deterioro físico producido por la edad o sobre las consecuencias de tomarse la justicia por su mano (Poirot) y si se debe pagar un precio, dejando la respuesta, el destino del protagonista, en manos de Dios (la autora, que había escrito esta última aventura de su detective décadas antes de su publicación, tras el fallecimiento de Christie, en 1975).
Quizá se podría objetar que la autora haga pasar tanto tiempo mientras Poirot duda sobre la moralidad de llevar a cabo su propósito dando lugar al asesinato que por fin le hace reaccionar o, sobre todo, la «ingenuidad» del asesino tras la advertencia del detective acerca de lo que sabe y lo que se propone hacer, aunque nada de esto impide disfrutar de una novela de misterio al estilo clásico muy digna y entretenida.
*** T ***
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